“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.” (2 de Pedro 1:3).
Por años he afirmado estar lleno del Espíritu. He testificado que he sido bautizado en el Espíritu. Yo he predicado que el Espíritu Santo me da poder para testificar y que él me santifica. Yo he orado en el Espíritu, hablado al Espíritu, caminado en el Espíritu y he escuchado su voz. Yo verdaderamente creo que el Espíritu Santo es el poder de Dios.
Yo puedo llevarte al lugar donde fui lleno del Espíritu, a los ocho años de edad. Aún recuerdo mis lágrimas y el grito de mi corazón para el Señor. Recuerdo la increíble visión de Cristo que recibí y recuerdo la pasión por Jesús que resultó de ese momento. El Espíritu Santo ha sido mi amigo y consolador desde entonces.
Yo he leído todas las cosas que la Escritura dice acerca del Espíritu Santo, desde Génesis a Apocalipsis. He predicado acerca de Pentecostés, sobre la necesidad de ser llenos del Espíritu Santo, que nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo. Y confío que el Espíritu Santo ha hablado a través de mí a la iglesia.
Aún, últimamente me he encontrado a mí mismo orando, “Señor, ¿realmente recibí tu Santo Espíritu? ¿Realmente conozco el increíble poder que vive en mí? O ¿es el Espíritu Santo tan sólo una doctrina para mí? ¿Estaré ignorándolo, de algún modo? ¿No estoy pidiéndole que haga lo que él vino a hacer en mí? ¿Estaré aún cargando cosas por mi propia cuenta que el vino a hacer por mí?
El hecho es, que puedes tener algo muy valioso y no saberlo. Y no puedes disfrutar lo que tienes porque no sabes cuán valioso es.
Hay una historia acerca de un agricultor que trabajó en su pequeña granja toda su vida. Por décadas él labró la rocosa tierra, viviendo pobre y finalmente muriendo en desconsuelo. A su muerte la granja pasó a ser propiedad de su hijo. Un día mientras araba la tierra, el hijo encontró una pepita de oro. La llevó a valorar y le dijeron que la pepita era de oro puro. El joven, pronto descubrió que la granja estaba llena de oro. Instantáneamente, se convirtió en un hombre rico. Sin embargo, su padre perdió toda esa riqueza, aunque estaba sobre la tierra toda su vida.
De igual manera pasa con el Espíritu Santo. Muchos de nosotros vivimos en ignorancia de lo que tenemos, del poder que reside en nosotros. Algunos cristianos viven su vida entera pensando que ellos tienen el Espíritu Santo, sin embargo, ellos no lo han recibido verdaderamente en plenitud y en poder. El Espíritu Santo no está cumpliendo en ellos la obra eterna para la cual él fue enviado. De acuerdo a él nosotros tenemos el tesoro dentro de nosotros.
Ahora, yo no estoy hablando acerca de manifestaciones. A menudo, algunos creyentes buscan el Espíritu Santo solo cuando están en un aprieto y quieren que él se les manifieste. Ellos esperan que él descienda y barra sus problemas. Pero Pedro dice que esa no es la verdad sobre el Espíritu. Según él, nosotros tenemos el tesoro dentro de nosotros: “Por su divino poder nos han sido dadas todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad.” (2 de Pedro 1:3).
En el río Jordán, Juan el Bautista, le dijo a los fariseos: “Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.” (Juan 1:26). Esos líderes religiosos vieron a Jesús en la carne, y lo escucharon hablar. Pero no tenían entendimiento de quién él era. No estaban al tanto de su poder y gloria.
Del mismo modo, Jesús le preguntó a Felipe su discípulo, ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? (Juan 14:9) Quiero hacerte una pregunta similar: ¿Cuánto tiempo has testificado que estas lleno del Espíritu Santo? Podría decirte posiblemente el Espíritu como el Señor le dijo a Felipe, “¿He estado contigo todos estos años y sin embargo realmente no me conoces?”
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Algunas veces me pregunto si los cristianos de hoy
en día no están a la altura de los creyentes de los
tiempos de Pablo.
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Algo parece estar fallando en la iglesia de hoy. Todos sabemos que los cristianos del primer siglo enfrentaron grandes aflicciones. Ellos soportaron severas pruebas, tiempos difíciles, persecuciones que fueron de vida o muerte; pero ellos no cayeron bajo la presión.
Pablo dice que la iglesia de Tesalónica soportó la pérdida de sus casas y posesiones, todas sus pertenencias. Sin embargo, estos creyentes no fueron tambaleados por la experiencia. Él atribuye su fuerza al poder del Espíritu Santo: “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (1 Tesalonicense 1:5-6).
Pablo luego describe el testimonio que vino a causa de la gozosa resistencia de ellos. “De esta manera habéis sido ejemplo a todos los creyentes de Macedonia y de Acaya, porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor; y no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada.” (1:7-8).
Pero los pastores y los santos de esa iglesia no cedían. Ellos no se quejaron de sus circunstancias y no cuestionaron las pruebas de Dios. Al contrario, había regocijo entre ese cuerpo de creyentes. Y Pablo les dijo: “¡Ustedes son la plática de las naciones! Su gozo durante los tiempos difíciles ha asombrado y tocado a otros cerca y lejos.”
Estos cristianos habían recibido realmente el Espíritu Santo. Yo me pregunto, ¿qué sabían ellos del poder del Espíritu Santo que tan pocos cristianos hoy en día parecen saber? ¿Qué está faltando? ¿Dónde está el gozo del Espíritu Santo en nuestros tiempos de prueba y aflicción?
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Nunca en la historia de la iglesia hubo tantos
creyentes que estuvieran tan desalentados.
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En todos mis años de ministerio, nunca he visto a tantos creyentes bajo tal aflicción. Nunca ha habido un tiempo como éste con familias enfrentando crisis financieras, soportando batallas conyugales, desesperados por hijos rebeldes.
Ahora mismo, pastores por todo el mundo se están desilusionando. Ellos están cansados de su labor y abatidos porque ven muy poco fruto. Y sus esposas y familias están siendo abrumadas. Estos hombres están dejando el ministerio por los cientos en cada nación. El líder de una nutrida denominación pentecostal me dijo: “Los pastores están saliendo a la izquierda y a la derecha y las iglesias están cerrando por docenas.”
Aquí hay una carta típica de las que nosotros recibimos de los pastores: “Soy pastor de una iglesia de buen tamaño, pero mis labores son tan incompletas y desalentadoras. Tengo una creciente desesperación de ver que alguna cosa pase, alguna clase de liberación. Yo no sé por qué estoy tan ansioso o exactamente qué es lo que quiero ver. ¿Qué estoy perdiendo?”
Mi hijo Gary y yo viajamos por todo el mundo dirigiendo reuniones de pastores y sus esposas. Pero a todas las partes que vamos, vemos una desesperación epidémica. La mayor parte de los pastores de países pobres tienen que trabajar secularmente para solventar su economía familiar. No hay o hay poco dinero para sus familias o incluso sus ministerios, y su pobreza va empeorando.
Durante los últimos meses, nuestro equipo de avance se ha reunido con pastores en naciones muy pobres. En una reunión vinieron ministros de varias denominaciones. Unos minutos después de que nuestra grabación de video comenzara aquellos hombres comenzaron a llorar. La escena trajo lágrimas a los ojos de nuestro equipo. Los pastores entrecortadamente explicaron: “Estamos tan desalentados. Trabajamos tan duro y vemos tan pocos resultados; y no tenemos fondos. Aun si el hermano David fuera a venir a nuestro país para hablar, nosotros no podríamos costear los gastos para viajar a las reuniones.” Tampoco podemos pagar por las necesidades de nuestras familias, y nuestro trabajo es tan duro, tan complicado. Estamos viendo muchos suicidios, especialmente entre la gente joven, nos sentimos tan abandonados.”
Nuestro ministerio alquila autobuses para que estos ministros puedan viajar a nuestras reuniones. Pero muchos son tan pobres que no pueden proporcionar para su alojamiento, así que acampan afuera en carpas. En el último año, en Suramérica un hombre viajó diez horas para ir a nuestra reunión. El no tuvo dinero para el viaje de vuelta así que nuestro equipo oró y fue dirigido a darle $1,000 dólares. Cuando el pastor escuchó esto él, lloró y nos dijo: “¡Ese es el salario de un año!”
En América el gran problema es la tensión. Hay una ansiedad muy difundida acerca del futuro, sobre la seguridad de empleo. Algunas familias están al borde de perderlo todo. Esta causando tensión en el trabajo y en la casa, y las personas están sucumbiendo a la desesperación.
Para un pastor, es absolutamente desgarrador ver el gran número de problemas que enfrentan los cristianos. Los padres y esposos están desmoralizados porque ellos no tienen trabajo o ganan muy poco. Ellos no pueden posiblemente mantener a su familia y están cayendo en grandes deudas. Multitud de personas ancianas están sufriendo dolores horribles porque no pueden pagar por sus medicamentos. El gobierno no puede resolver estos problemas, los políticos se sostienen solamente de promesas vacías.
Cuando examinamos todas estas necesidades, todas estas pruebas apremiantes, somos conducidos a nuestras rodillas. Día tras día clamamos a Dios: “Señor, ¿qué mensaje podemos ofrecer? ¿Qué podemos predicar para traer sanidad y estímulo a los creyentes afligidos?” Nosotros sentimos el dolor espantoso; pero, sabemos que no podemos simplemente ofrecer trivialidades. Nos negamos a llevar un mensaje poco profundo de simpatía humana, diciendo: “No se depriman, el sol saldrá pronto.”
No, se necesita mucho más que mera compasión o una charla para levantarles el ánimo. La Palabra de Dios debe dar a luz, dando poder para soportar cada ataque furioso de adversidad.
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Este no es el mensaje que comencé para predicar
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Mientras reflexionaba sobre las aflicciones, la desesperación y el sufrimiento pensé: Todo esto que está pasando es a causa de ataques satánicos. Inmediatamente, comencé a trabajar en un mensaje llamado “La guerra de los santos.”
En Apocalipsis, encontramos a Satanás dándole poder a algo llamado “La Bestia.” “Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.” (Apocalipsis 13:7).
Mientras unía las palabras – “El poder de hacer… guerra en contra de los santos… para vencerlos” - empecé a razonar: Eso es. Por esto el pueblo de Dios está siendo afligido ahora mismo. Es el poder de la bestia. Ese es quién está detrás de toda esta miseria, de todos los problemas en las familias y matrimonios. Un dragón frenético está otorgando poderes a un gobierno perverso. Nuestros líderes están siendo manipulados por coaliciones perversas y grupos con intereses especiales. El diablo está imponiendo su agenda sobre nuestra sociedad.
“Esta es la guerra directa contra los elegidos de Dios. Es acerca de un enemigo frenético venciendo la fe de los santos, haciéndoles perder toda confianza en Dios. Multitud de creyentes han pasado a estar paralizados en su fe y otros ya están vencidos. Su fe ha naufragado. Se desalentaron tanto, que finalmente se rindieron.
“Cuando miro lo que está pasando en nuestro país, nadie puede contradecirme. El diablo ha vomitado de su boca un río de iniquidad. Él ha puesto una inundación de aflicciones contra el pueblo de Dios, y muchos están siendo arrastrados por esa corriente.”
Jesús habló de una “hora de poder” que tendría lugar para los gobernantes de las tinieblas. Cuando él fue llevado del huerto, dijo a sus captores: “Esta es su hora y la potestad de las tinieblas”. (Lucas 22:53). La palabra griega para “hora” aquí significa “un corto tiempo.” En esa hora de oscuridad, la bestia vencería a Pedro por un corto tiempo. Cristo le había advertido a él: “Satanás vendrá contra ti, para zarandearte y probarte.”
Pero esta es la pregunta que Jesús realmente estaba haciendo: “Sí, una hora de oscuridad vendrá, no tan solo contra Israel, sino sobre el mundo entero. Yo no estaré aquí entonces, pero estará mi Espíritu. Lo estoy enviando a ustedes para que los sustente a través de cada prueba. Él morará en los corazones de todos los que creen en mí. Así que cuando ese tiempo de tinieblas llegue, ¿creerán ustedes?”
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Ahora nosotros estamos viendo el comienzo
de la última hora de poder de Satanás.
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Tanto en el libro de Daniel como en Apocalipsis, somos advertidos acerca de esta última hora de densa oscuridad, la cual vendrá sobre toda la tierra. Y por un corto tiempo, parecerá como si Satanás estuviera ganando en todos los frentes.
Incluso ahora, hay señales nefastas de esa oscuridad. Nuestra nación parece estar girando en el caos. La televisión y el Internet vomitan inmundicia a nuestros hogares. Las instituciones sobre las cuales se ha fundamentado nuestra sociedad parecen estar desintegrándose y cayendo. Pienso en la controversia reciente sobre la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer. Parece que el infierno ha logrado una victoria en este campo de batalla, haciendo a un lado todo tipo de restricciones morales.
Lo más trágico de todo es que Satanás parece haber hecho caer la iglesia en derrota. Ha lanzado un espíritu de muerte sobre la casa de Dios. Por eso multitudes lloran: “No puedo encontrar una iglesia donde el Espíritu esté obrando.” Dondequiera que miro, no hay fuego, no hay convicción. Esto está muerto”.
Tú puedes decir, “Hermano David, haces que eso suene tan sombrío. Todo se ve tan desalentador.” Pero la verdad es que a Satanás se le ha dado un corto tiempo. Por eso es que él está trayendo todas las cosas del infierno que le son posibles.
Sin embargo, Dios proveyó para todo eso. El no fue tomado por sorpresa respecto a la perversidad que estamos viendo actualmente. No, él ha tenido un plan para su pueblo todo el tiempo. Él hizo este plan antes de la creación, Y su plan no es para nuestra supervivencia sino para nuestra victoria.
Solamente una cosa conquista y disipa la oscuridad y esa cosa es la luz. Isaías declaró: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz.” (Isaías 9:2). Asimismo Juan afirmó: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” (Juan 1:5).
La luz representa el entendimiento. Cuando nosotros decimos “yo veo la luz,” realmente estoy diciendo “Ahora entiendo.” ¿Puedes ver lo que la Escritura está diciendo? El Señor está a punto de abrir nuestros ojos, no para ver un diablo victorioso, sino para recibir una nueva revelación. Nuestro Dios nos ha enviado su Santo Espíritu, cuyo poder es mayor que el poder del infierno. “Mayor es el que está en ti, que el que está en el mundo”. (1 Juan 4:4).
Ahora bien, Apocalipsis nos habla de que del infierno vomitaba langostas y escorpiones que tenían gran poder. Leemos acerca de un dragón, bestias, criaturas con cuernos, así como de un próximo anticristo. Pero no sabemos el significado de todas esas criaturas. El hecho es que no necesitamos saberlo. Nosotros no necesitamos preocuparnos acerca del Anticristo y la marca de la bestia.
Tú ves, el Espíritu del Dios Todopoderoso y su Cristo están viviendo en nosotros. Pablo declara que el poder del Espíritu Santo está obrando en nosotros. En otras palabras, el Espíritu Santo está vivo en nosotros en este mismo momento.
¿Cómo trabaja el Espíritu Santo en nosotros en medio de estos tiempos difíciles? Su poder es dado a conocer solamente cuando lo recibimos como nuestro escudero. El Espíritu Santo nos fue dado por esta misma razón, para llevar nuestras cargas y preocupaciones. Así que, ¿cómo podemos decir que lo hemos recibido si no le hemos traspasado nuestras cargas?
Piensa acerca de esto, el Espíritu Santo no está guardado bajo llave en gloria, sino que está aquí, habitando en nosotros. Y él está esperando ansiosamente para tomar el control de cada situación en nuestras vidas, incluyendo nuestras aflicciones. Por tanto, si continuamos en temor - desesperados, haciéndonos preguntas, sumergiéndonos en la ansiedad – entonces no le hemos recibido como nuestro consolador, ayudador, guía, salvador y fortaleza.
Tú puedes objetar, “El Espíritu Santo fue enviado para darnos poder para testificar de Cristo.” Eso es verdad, pero ¿qué comprende nuestro testimonio? ¿Es meramente hablar a las personas acerca de Jesús? ¿Es simplemente citar la Biblia? ¿Es solamente orando por las personas? Estas cosas son toda parte de nuestro testimonio, eso es seguro – pero no lo abarcan todo.
No, el testimonio para el mundo es el cristiano que ha puesto cada una de sus cargas sobre el Espíritu Santo. Como los creyentes de Tesalónica, este creyente ve problemas abrumadores por todas partes y aún así tiene el gozo del Señor. Él confía en el Espíritu de Dios para su consuelo y para guiarlo de la aflicción. Y él tiene un poderoso testimonio para el mundo perdido, porque él expresa el gozo a pesar de estar rodeado de la oscuridad. Su vida dice al mundo “Esta persona ha visto la luz.”
Tal cristiano ha recibido verdaderamente el Espíritu Santo, porque él permite que el Espíritu le suministre todo lo que él necesita para vencer. Un creyente cabizbajo simplemente no es un testimonio.
Considere el ejemplo de la vida de Pablo. Este gran apóstol habla de tener la “sentencia de muerte” sobre él: “Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.” (2 Corintios 1:9). Él explica: “Nosotros fuimos presionados, agobiados más allá de nuestra fuerza. Nosotros aún perdimos la esperanza de la vida. Estábamos absolutamente perdidos, sin manera de escapar.”
Así que cuando Pablo vio la gravedad de su situación - aflicciones, apuros, hambre, persecuciones, frío, desnudez, prisiones, un aguijón en su carne, preocupaciones y ansiedades por las iglesias, confabulaciones y atentados contra su vida - su respuesta fue: “Este es el fin. No hay escapatoria. Humanamente hablando, sólo hay una respuesta que yo puedo ver, y es la muerte. La única manera de salir de esta prueba es morir y estar con Jesús.”
Amado, Dios permitió cada una de las pruebas de Pablo. Y eso llevó al apóstol a no confiar en sí mismo, sino a confiar plenamente en el Espíritu Santo para que lo liberara. La Escritura dice: “Y habiendo acabado todo estar firmes.” (Efesios 6:13). Se nos dice, en esencia: “Tú has descargado toda tu fuerza humana. Has intentado resolver tus propios problemas y has llegado al fin de ti mismo. Ahora deja que Dios haga todo. El logrará tú liberación por el Espíritu que vive en ti.”
Pablo está hablando de algo más que dar un suspiro pasivo como, “Oh, yo confiaré en Dios con esto.” No, el habla de estar tan impotentes, tan resignados, que tú tienes que depender de un “Dios que resucita a los muertos.” (2 Corintios 1:9). Su conclusión fue: “Sólo Dios tiene poder para librarme de esta situación imposible (muerte). Solamente su Espíritu puede resucitar una nueva forma de liberación.”
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Pablo confió en el poder del Espíritu y Dios lo libero.
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“El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte.” (2 Corintios 1:10). Qué increíble declaración. Pablo está diciendo: “El Espíritu me libró de una situación imposible. Él está librándome incluso ahora y él continuará librándome en todas mis aflicciones.”
Déjame resumir todo ahora: recibir el Espíritu no se evidencia por alguna manifestación emocional. (Aunque yo creo que hay manifestaciones del Espíritu). De lo que yo estoy hablando es de recibir el Espíritu a través de un conocimiento creciente y reposado. Recibirlo a él significa tener una luz creciente acerca de su poder liberador, su capacidad de llevar nuestras cargas, su provisión.
Repito las palabras de Pedro: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia.” (2 Pedro 1:3). Según Pedro, el divino poder del Espíritu no viene como una manifestación. Él viene primero “a través del conocimiento de aquel que nos llamó.”
“Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.” (Juan 1:16). Además, el Espíritu Santo no es completamente recibido hasta que él tenga el control total. Simplemente no lo hemos recibido si no le hemos dado el control completo. Tenemos que abandonarnos completamente a su cuidado.
Déjame dar un ejemplo final para ilustrar esto: En Génesis 19, encontramos a Lot y a su familia en una terrible crisis. El juicio estaba por caer sobre su ciudad, Sodoma, y Dios había enviado a sus ángeles para liberarlos. Lot abrió su puerta a aquellos mensajeros del Señor, y ellos entraron a la casa. Ellos tenían el poder del cielo para librar a toda esa familia. Pero los ángeles no fueron recibidos.
Veras, la esposa de Lot no podía concebir un cambio en su vida. Ella escuchó a los ángeles urgiendo a su esposo a que dejara Sodoma, debió haber pensado: “Yo no quiero dejar mi bella casa, mis muebles, todos mis amigos. Seguramente, eso no puede ser la voluntad de Dios. Oraré para que el Señor detenga su juicio. Él tiene que hacer un milagro por mí.”
Al final los ángeles tuvieron que forzar la voluntad de Lot y su familia arrastrándolos fuera de Sodoma. El plan de Dios todo el tiempo fue librarlos en el proceso de la huída. Él iba a alimentar, vestir y cuidar de ellos. Pero como todos sabemos, la esposa de Lot miró atrás y murió, convertida en una estatua de sal.
El mensaje de los ángeles fue claro: “Si tú quieres que Dios este en control, entonces tú tienes que entregar las riendas. Si tú lo estás buscando a él para que te libre, tienes que dejar a un lado tus planes y estar dispuesto a seguir su voluntad.” En resumen, el Espíritu Santo no usa su poder para librar a personas dudosas. La incredulidad aborta su trabajo. Tenemos que estar dispuestos a dejar que él haga cambios en nuestras vidas, si esa es la manera elegida por Dios para librarnos.
En mi opinión, muchos creyentes de hoy no han experimentado liberación porque están aferrados a sus propios planes. Te pregunto: ¿Estás dispuesto a dejar que el Espíritu Santo te lleve y te guíe? Tú no lo has recibido a menos que vayas a él con cada carga que tengas. Yo te exhorto a ir a orar y nombrar cada una de las crisis que estas enfrentando. “Aquí está esto, Espíritu Santo. Yo pongo esta situación sobre ti, y confío en que tu poder permanecerá en mí. Yo no voy a perder el sueño respecto a este asunto. Yo te lo entrego a ti.” ¡Luego, confía!
Simplemente tienes que quitar tus ojos de tu condición. Sí, hay oscuridad alrededor, pero tú has visto la luz. ¿Estás dispuesto a confiar al Señor para que te lleve completamente? Cree en la Palabra que el te ha dado dada: El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte” (2 Corintios 1:10).