Su Propia Decisión y el Libre Albedrío. Predicaciones de Joyce Meyer
A pesar de que Dios nos da instrucciones específicas con respecto a muchas de nuestras decisiones, también hay elecciones que Él nos da la libertad de hacer.
Podemos hacer uso de la sabiduría, buscar la paz, y hacer lo que creemos que Dios aprueba. A menos que reciba una instrucción específica de Dios en su Palabra o por medio el Espíritu, mi directriz general es seguir lo que creo que es el sentir del Padre (sus deseos y su voluntad).
Dios nos dejara decidir en qué gastamos nuestro dinero, a quiénes escogemos como amigos, qué y cuándo comemos, con quién nos casaremos, dónde queremos trabajar y muchas otras cosas.
Sin embargo, si nuestro deseo subyacente es hacer la voluntad divina estamos siempre atentos en nuestro corazón a cualquier cosa que Él no pueda aprobar… y estaremos dispuestos a hacer cambios si eso es lo que Dios desea.
Recientemente tuve una experiencia que podría servir como un buen ejemplo. Íbamos a mudarnos de nuestra vivienda actual hasta alrededor de una milla y media (dos y medio kilómetros) más adelante, donde podríamos construir entre dos de nuestros hijos. Esto parecía divertido y pensamos que sería una buena decisión para el futuro, pero quería estar segura.
Así que oré con diligencia y esperé recibir alguna dirección concluyente de parte de Dios. Esto continuó por al menos seis meses. Sabía que no estaríamos haciendo nada malo si nos mudábamos, pero en realidad quería tomar la mejor decisión. Deseaba hacer una elección con la que pudiera sentirme feliz por mucho, mucho tiempo.
Sabía que esto podría requerir una gran cantidad de trabajo y costaría un dinero que en realidad no queríamos gastar, así que permanecí indecisa. En verdad deseaba un sí o un no definitivo de Dios, pero Él no me decía nada.
Parecía claro que me estaba indicando: La elección es tuya, así que finalmente decidí mantener la vida simple y permanecer en la casa que teníamos. Al instante me sentí aliviada y supe que había hecho la elección correcta para ese momento.
Una buena parte del tiempo Dios simplemente nos conduce a la paz, la sabiduría y el sentido común.
¡No necesitaba escuchar una voz que me indicara que no debía gastar más dinero del que había ganado, porque eso es tener sentido común! No necesitaba recibir una palabra de parte de Dios acerca de si debía o no asumir una mayor responsabilidad cuando ya me sentía estresada con el resto de las otras que tenía. ¡Eso no podría producirme paz!
Así que mi punto es que somos libres para hacer muchas de nuestras decisiones, pero es sabio estar dispuestos a cambiar y seguir a Dios si su dirección es diferente a la nuestra. La Palabra de Dios declara que la mente del hombre planea su camino, pero Dios dirige sus pasos (véase Proverbios 16:9).
Recomiendo mucho mostrar sabiduría y una planificación bien pensada, pero resulta esencial reconocer siempre a Dios en todos nuestros caminos y darle la oportunidad de redirigirnos cuando hemos hecho una mala decisión.
No siempre tomamos las decisiones correctas, pero siempre podemos recuperarnos de las equivocaciones. Jesús dijo que David era un hombre conforme al corazón de Dios, que seguía la voluntad del Señor (véase Hechos 13:22).
No obstante, nosotros sabemos que David mandó a matar a Urías, quien era uno de sus compañeros cercanos. Él hizo esto con el fin de ocultar su pecado con Betsabé, la esposa de Urías, con la que había cometido adulterio y quien estaba embarazada como resultado.
El libre albedrío de David ciertamente causó que tomara la decisión equivocada en medio de su situación, y sin embargo aun así Dios lo consideró un hombre conforme a su corazón, ya que se arrepintió y en verdad hizo lo que se necesitaba hacer para recibir el perdón y ser restaurado.
No tenemos que ser perfectos para que Dios nos acepte, pero necesitamos tener un corazón que esté comprometido a encontrar siempre el camino de regreso a la voluntad de Dios.
Dios creó al hombre con libre albedrío y su deseo fue (y aún lo es) que escojamos usar ese libre albedrío para elegir hacer su voluntad.
No podemos siempre determinar cuáles serán nuestras circunstancias, pero sí podemos decidir cómo responderemos a ellas. ¡Somos agentes libres! Cuando hacemos uso de nuestra libertad para escoger hacer la voluntad de Dios, lo honramos y glorificamos.