El Salmo 110, Jehová da dominio al rey, establece su autoridad y victoria eterna sobre los enemigos del Señor.
«Un Salmo de David». No cabe duda de lo correcto del título, puesto que nuestro Señor, en Mateo 22, dice: «Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor.» Con todo, algunos críticos están tan satisfechos de hallar nuevos autores para los Salmos que se atreven a negarlo frente a la afirmación del mismo Señor Jesús.
Para escapar de hallar a Jesús aquí leen el título: «Salmo de (o concerniente a) David», como no siendo escrito por él, sino acerca de él; pero el que lee con discernimiento verá poco de David aquí, excepto al escritor. David no es el tema del mismo en el menor grado, sino que lo es Cristo. ¡Todo esto fue revelado al patriarca David!
¡Qué ciegos están algunos expertos modernos, incluso entre el presente resplandor y claridad, al compararlos con este poeta profeta de la dispensación más oscura! Que el Espíritu que habló por medio del hombre según el propio corazón de Dios nos dé ojos para ver los misterios escondidos de este maravilloso Salmo, en el cual cada palabra tiene una infinitud de significado. C. H. S.
Versículo 1. Jehová dijo a mi Señor.
¡Cuánto deberíamos apreciar la revelación de un intercambio privado y solemne de Dios con el Hijo, aquí hecho público para refrigerio de su pueblo! ¡ Señor, ¿qué es el hombre para que le impartas así tus secretos?!
Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Aparte del oprobio y sufrimiento de su vida terrena, Jehová llama a Adonai, nuestro Señor, al reposo y honores de su trono celestial. Su obra ha terminado, puede reposar; está bien hecha, y puede sentarse a su diestra; tendrá grandes resultados, y El puede, por tanto, esperar para ver la completa victoria que seguirá con certeza.
Por tanto, no temamos nunca respecto al futuro. En tanto que vemos a nuestro Señor y Representante sentado, expectante, nosotros, también, podemos sentarnos en actitud de sosegada seguridad y con confianza esperar el gran resultado de todos los sucesos. C. H. S.
Este poner a los enemigos de Cristo por estrado de sus pies denota también dos cosas con referencia a Cristo: primera, su reposo; y segunda, su triunfo. El estar de pie, según frase de la Escritura, denota servicio; el estar sentado, reposo; y no hay postura tan cómoda para estar sentado como el tener un estrado debajo de los pies. Hasta que los enemigos de Jehová estén bajo sus pies, no tendrá plenamente descanso.
Ellos pisotean a Cristo en su Palabra, en sus caminos y en sus miembros; doblegan a los santos para pasar por encima de ellos; profanan la sangre del pacto y el santuario del Señor, y colocan a Cristo en la picota. Pero el Señor les devolverá su propia medida en su persona; Él los obligará a confesar, como Adoni-bezed: «Según he hecho, me ha pagado el Señor.» Condensado de Reynolds.
Además, como nuestro Rey pondrá a sus enemigos bajo sus pies, Él también pondrá a nuestros enemigos bajo nuestros pies, porque su victoria es la nuestra. Demos gracias a Dios, quien nos ha dado la victoria por medio de Cristo nuestro Señor. Joshua Arnd
Versículo 2. El cetro de su poder.
No errará quien llame a la cruz el cetro de poder; porque este cetro o vara convertirá mar y tierra y los llenará con un vasto poder. Armados de esta vara, los apóstoles fueron por todo el mundo y realizaron todo lo que hicieron, empezando en Jerusalén. La cruz, que a los hombres les parecía el mismo emblema de oprobio y debilidad, era, en realidad, el poder de Dios. J. J. Stewart Perowne
Desde Sión.
No necesitamos explicar mucho cómo la omnisciencia de Dios se revela en este hecho asombroso: en la tierra del pacto, entre el mismo pueblo que rechazó y crucificó al Salvador, se estableció la primera iglesia de Cristo.
Si la comunidad cristiana se hubiera formado en un país pagano, ¿qué habrían dicho los críticos y blasfemos? ¿No la habrían tachado de invención de sacerdotes idólatras?
Israel esparcido entre las naciones, y la iglesia de Cristo empezando en Sión, en Jerusalén, son los monumentos más maravillosos y perdurables y testigos indiscutibles de la verdad del cristianismo. Benjamín Weis
Versículo 3. Tu pueblo se te ofrecerá.
¿Para qué? Se ofrecerá en tanto que otros no estarán dispuestos. Este mismo término «ofrecerá», o «estará dispuesto», es muy expresivo. Denota la hermosa condición de la criatura que permite que se obre en ella y sea movida según la voluntad de Dios. Permiten que Dios obre en ellos su voluntad y su actividad, el querer y el hacer. Están dispuestos a morir a todo pecado; dispuestos a crucificar al hombre viejo, o yo, a fin de que el nuevo hombre, o Cristo, pueda ser formado en ellos.
También están dispuestos a ser limpiados de sus propios pensamientos y propósitos para que los pensamientos y propósitos de Dios puedan ser cumplidos en ellos. Ser transferidos de los peldaños de la naturaleza en la descendencia humana a los peldaños de Dios del ascenso humano.
O bien, para quedarnos dentro de la simplicidad de nuestro texto, be Dios quiere, y ellos están «dispuestos», se ofrecen. Dios quiere hermosearlos con la salvación, porque no hay nada en ellos que impida su obra. Serán sabios, serán buenos; serán amables; serán como Dios; porque «se ofrecen»; y de Dios procede un espíritu poderoso, la tendencia del cual es hacer a sus criaturas como El mismo. John Pulsford
¿Soy yo uno de éstos que «se ofrecen»: no sólo mi obediencia y lealtad seguras por la convicción de la verdad, sino se inclina mi corazón, es renovada mi voluntad? ¿Para hacer la voluntad de Dios, sostener la voluntad de Dios, coincidir con la voluntad de Dios, y esto con un consentimiento alegre y sosegado del corazón, como viendo al invisible, y manteniendo firme mi captación viva de su persona y carácter?
Todo «no estar dispuesto», sea práctico o asomando en el corazón, procede de la incredulidad, un fallo en la realización de sus propósitos. La cura para toda mi miseria y pecado, pues, es más fe, más de Cristo, y más cerca de El. Que procure buscar y alcanzar esto con sinceridad cada vez mayor. Alfred Edersheim
En el día de tu poder. Es un poder que deja en suspenso; se encara con el pecador y le detiene en su loca carrera, como en el caso de Saulo de Tarso. Es un poder convincente; le enseña al pecador que está en ruinas en todo aspecto, le lleva a exclamar: «¿Qué he de hacer para ser salvo?» Es un poder que da vida; aviva las almas muertas, y al fin, hará salir a los cadáveres de sus sepulcros; «todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios y vivirán». Este es el estilo de Jehová: «Yo haré, ellos harán»; no hay nadie que ose hablar así, excepto El. Es también poder liberador. «Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.» Theophilus Jones.
En la hermosura de la santidad. Los soldados de Dios sólo pueden sostener su guerra por medio de la auto consagración sacerdotal. Y al revés: los sacerdotes de Dios sólo puede preservar su pureza por medio de un conflicto ininterrumpido. William Kay
Versículo 4. Hemos llegado ahora al corazón del Salmo, que es también el mismo centro y alma de nuestra fe. Nuestro Señor Jesús es un Rey-Sacerdote por el antiguo juramento de Jehová.
Nunca se ha levantado otro como El desde sus días, porque siempre que los reyes de Judá intentaban adscribirse el oficio sacerdotal, eran repelidos por su confusión: Dios no quería ningún rey-sacerdote excepto su Hijo.
El oficio de Melquisedec era excepcional: ninguno le precedió o le sucedió; sale de la página de la historia misteriosamente; no hay genealogía, ni fecha de nacimiento, ni mención de su muerte; bendice a Abraham, recibe su diezmo y desaparece de la escena entre honores que muestran que era mayor que el fundador de la nación escogida. Se le ve sólo una vez, pero con esta basta. Aarón y su descendencia vienen y se van; su sacrificio imperfecto continúa por muchas generaciones, porque no es final en si, y nunca puede hacer perfectos a los que a él se acogen.
Nuestro Señor Jesús, como Melquisedec, es un Sacerdote de orden divino, no por linaje carnal como los hijos de Aarón, sino por sus méritos personales. Su sacerdocio es único, sin predecesores ni sucesores, eterno y sin fin.
El Sacerdote-Rey bendijo a los creyentes y ahora reina en gloria, intercediendo por nosotros con su sangre y ejerciendo todo poder a nuestro favor. C. H. S.
En su coronación, Dios le ordenó: «Siéntate a mi diestra», entregándole el gobierno del mundo. Cristo, en obediencia, asumió el gobierno de su Iglesia.
Pero en la consagración de Cristo tenemos mucha más ceremonia y solemnidad. Dios su Padre toma juramento y particularmente expresa la naturaleza y condición de su oficio, un sacerdocio para siempre según el orden de Melquisedec; y le confirma en él para siempre diciendo: «Tú eres sacerdote para siempre.» Daniel Featley
¿Qué doctrina hay en la Escritura que ofrezca más consolación al alma decaída que ésta, que Dios ha jurado a su Hijo como sacerdote para siempre, para santificar nuestras personas y purgar nuestros pecados, y atender todas nuestras peticiones y pasarlas a su Padre?
¿Hay pecado tan inicuo por el cual este sacerdote no pueda satisfacer mediante oblación de sí mismo? ¿Qué causa tan desesperada es la que un abogado así, al defenderla, no pueda prevalecer?
Podemos estar seguros de que Dios no se resistirá a hacerse asequible, habiendo asignado a un tal intercesor, al cual no puede negar nada; y a este fin le ha hecho sentar a su diestra para que interceda por nosotros. Abraham Wright
Fue una maravillosa humildad cuando Cristo lavó los pies de sus discípulos; pero el lavar nuestras almas sucias en su divina persona está tan por encima del engreimiento humano como por debajo de la majestad divina. No hay nada tan impuro como una conciencia inmunda; no importa lo corruptas, sucias y asquerosas que sean las llagas de una mente ulcerada; el Hijo de Dios se ha comprometido a lavarlas y limpiarlas con su propia sangre. ¡Oh profundidad insondable de humildad y misericordia!
Los otros sacerdotes fueron designados por hombres para servir a Dios, pero Él fue designado por Dios para servir y salvar a los hombres. Aquellos derramaban sangre de animales; Él derramó su propia sangre para salvarnos, a veces más bestias que hombres. Los otros ofrecían sacrificios por sí mismos; Él se ofreció a sí mismo como sacrificio.
Mientras los otros sacerdotes se alimentaban de las ofrendas del pueblo, Él nos alimenta con su cuerpo y sangre. Finalmente, los otros fueron sacerdotes temporales; Él fue ordenado sacerdote para siempre. Damel Featley
Versículo 5. Esta es nuestra consolación: un Señor que nos sostiene y alegra el corazón frente a la persecución y furia del mundo. Él no solo nos libra del pecado y la muerte eterna, sino que nos protege de sufrimientos y tentaciones, impidiendo que nos hundamos. Aunque los hombres rugen con furia contra los cristianos, ni el evangelio ni el cristianismo perecerán; más bien, sus cabezas se estrellarán contra él. Martin Lutero
Versículo 6. Quebrantará las cabezas sobre un inmenso campo.
El monarca de la nación más grande no puede escapar de la espada del Señor; ni el temido príncipe espiritual que gobierna sobre los hijos de desobediencia podrá escapar sin una herida mortal. El papa y el sacerdote caerán, con Mahoma y otros engañadores que ahora son cabezas del pueblo. Jesús ha de reinar y ellos han de perecer. C. H. S.
Este Salmo ha sido bien designado como la corona de todos los Salmos, y del cual Lutero dijo que es digno de ser engastado con joyas preciosas. Alfred Edersheim
Los antiguos (según los escritos de Casiodoro) llamaban a este Salmo «el sol de nuestra fe, el tesoro de la Sagrada Escritura»; corto en palabras, pero en un sentido infinito. Theodoret hace notar en qué forma está relacionado con el Salmo anterior. Dice: «Allí tenemos su cruz y sufrimientos; aquí, sus conquistas y trofeos.» Porque él sale como heredero aparente del Todopoderoso, el resplandor de su gloria, y la imagen expresa de su persona, adornada con: 1. Título: «Mi Señor». 2. Lugar: «Siéntate a mi diestra». 3. Poder: «Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.» John Prideaux