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LIBRO DE LOS SALMOS EXPLICADOS

Salmo 20 - Oración Pidiendo Victoria

Charles Spurgeon 4139

Tema: Tenemos delante un himno nacional apropiado para ser cantado al comienzo de una guerra, cuando el monarca está ciñéndose la espada para el combate.

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Salmo 20 - Oración Pidiendo Victoria. Salmos explicados por Charles Spurgeon


SALMO 20

Tema: Tenemos delante un himno nacional apropiado para ser cantado al comienzo de una guerra, cuando el monarca está ciñéndose la espada para el combate. Si David no hubiera sido afligido con guerras, no habríamos sido favorecidos jamás con un salmo así. Hay necesidad de que el santo sea atribulado, para que pueda dar consolación a los demás.

Versículo 1. Jehová te oiga en el día de la angustia.

¡Qué misericordia que podamos orar en el día de la tribulación, y qué privilegio bendito que ninguna tribulación pueda impedir que el Señor nos escuche! Las tribulaciones rugen como el trueno, pero la voz del creyente puede ser oída por encima de la tempestad. C. H. S.

Todo los días de Cristo fueron días de tribulación. El fue un hermano nacido para la adversidad, un varón de dolores y experimentado en quebrantos... Pero de modo más particular fue un «día de angustia» aquel en que estuvo en el Jardín, apesadumbrado y angustiado, sudando gotas de sangre que caían al suelo, y su alma estaba angustiada hasta la muerte; pero más especialmente ocurrió esto cuando colgaba de la cruz..., cuando llevaba todos los pecados de su pueblo, sobrellevó la ira de su Padre y fue desamparado por Él. Condensado de John Gill

¿Y quién hay de los hijos de los hombres para quien no llega un día de tribulación, cuyo camino no sea oscuro a veces, o que vea el sol, sin nubes, desde la cuna a la tumba? «Hay pocas plantas» —dice el viejo Jacom— «que tengan sol por la mañana y por la tarde»; y uno mucho más antiguo ha dicho: «El hombre ha nacido para la tribulación.» Barton Bouchier

El nombre de Jacob te defienda del Dios. Cuanto más conocemos su nombre, esto es, su bondad, misericordia, verdad, poder, sabiduría, justicia, etc., más osadamente pedimos a El, no dudando que El va a contestamos... Porque aquellos que tienen más renombre por su amor a la libertad y la compasión son los que primero acudirán para ayudar a los necesitados, y los pobres dirán: «Voy a ir a esta casa, porque tiene buena fama.» Nicholas Bownd

Versículo 2. Te envíe ayuda desde el santuario.

Los hombres del mundo desprecian la ayuda del santuario, pero nuestros corazones han aprendido a valorarla en más que toda ayuda material. Los hay que buscan su ayuda en la armadura, el tesoro, la alacena, pero nosotros nos volvemos hacia el santuario. C. H. S.


Aquí vemos la naturaleza de la verdadera fe, que hace que busquemos nuestra ayuda en el cielo, y por ello oremos pidiéndola cuando no hay nadie alrededor visible en la tierra.

Y ésta es la diferencia entre la fe y la incredulidad: que los mismos no creyentes pueden por la razón concebir ayuda, siempre y cuando tengan algún medio para ayudar; pero si fallan, ya no pueden ver nada más; de modo que son como los cortos de vista, que no pueden ver nada, a menos que esté muy cerca. Pero la fe ve a distancia, incluso llega al cielo, de modo que es «la evidencia de las cosas que no se ven». Nicholas Bownd

Versículo 3. Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto. Selah.

Antes de la guerra los reyes ofrecían sacrificios de cuya aceptación ellos dependían para la victoria; nuestro Señor se presenta a si mismo como víctima, y fue un olor suave para el Altísimo, y después emprendió el combate y derrotó a las legiones del infierno. C. H. S.

Todas tus ofrendas. Estas son: la humillación que le trajo del cielo a la tierra; su paciente permanencia en el seno de la Virgen madre; su natividad humilde; el pesebre duro; el buey y el asno como cortesanos; la huida penosa a Egipto; la casita de Nazaret; el hacer bien y soportar el mal; los milagros, los sermones, las enseñanzas; el ser increpado como hombre comilón y bebedor, amigo de publícanos y pecadores; la atribución de sus actos maravillosos a Beelzebú.

Y acepte tu holocausto. Como cada parte de la víctima era consumida en un holocausto, ¿qué miembro, qué sentido de nuestro querido Señor no sufrió agonías en su pasión? La corona de espinas sobre su cabeza; los clavos en sus manos y sus pies; los reproches que llenaron sus oídos; las multitudes burlándose de su agonía; el vinagre y la hiel; los hedores de la colina de muerte y corrupción.

Arados araron sobre su espalda e hicieron surcos profundos; su rostro sagrado fue herido por manos insolentes, su cabeza con una caña. Dionisio Y Gerohus, citado por J. M. Neale

Aceptar: en hebreo «transformar en cenizas», por el fuego del cielo, como prueba de su aceptación, como era costumbre. Matthew Poole

Versículo 5. Nosotros nos alegraremos de tu victoria.

Deberíamos hacer la resolución de que, venga lo que venga, nos gozaremos en el brazo salvador del Señor Jesús. Las personas en este Salmo, antes de que su rey vaya a la batalla, están seguras de la victoria y, por tanto, empiezan a regocijarse de antemano; ¡cuánto más deberíamos hacerlo nosotros, que hemos visto ganada la victoria por completo!

La incredulidad empieza a llorar pensando en el entierro antes que el enfermo haya muerto; ¿por qué no debe la fe hacer sonar los pífanos antes que empiece la danza de la victoria? C. H. S.

En el nombre de nuestro Dios. Como los que gritaron (Jueces 7:20):

«La espada de Jehová y de Gedeón»; y como tenemos en Josué 6:20:

«Y el pueblo gritó, y las murallas de Jericó cayeron»; y el rey Abías, gritando con sus hombres de la misma manera, hizo enormes estragos en el ejército de Israel (2º Crónicas 13:17).

Lo mismo ahora, según las costumbres militares de nuestros tiempos, los soldados se jactan en el nombre y gloria de su general, a fin de animarse contra sus enemigos. Y es precisamente esta costumbre que el versículo presente nos está enseñando, sólo que en una forma piadosa y religiosa. Martin Lutero

Versículo 6. Le responde. Estaría contento de ser objeto de las oraciones de todas las iglesias de Cristo; oh, si no hubiera un santo en la tierra que no tuviera mi nombre en sus oraciones por la mañana y por la tarde (seas quien seas que lees esto, te ruego que ores por mí), pero, por encima de todo, dejadme poseer las oraciones e intercesiones que son propias sólo de Cristo; estoy seguro de que entonces nunca fracasaré; las oraciones de Cristo son celestiales, gloriosas y muy efectivas. Isaac Ambrose

Versículo 7. Unos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Señor nos acordamos.

Los carros y los caballos son imponentes ante los ojos, y con sus arreos y sus adornos tienen un aspecto que entusiasma a los hombres; pero el ojo discerniente de la fe ve más en el Dios invisible que en ellos.

La máquina de guerra más temida en los tiempos de David era el carro de guerra, armado con guadañas, que segaba a los hombres como si fueran hierba; esto era el orgullo y gloria de las naciones vecinas, pero los santos consideraban el nombre de Jehová como una defensa mejor.

El nombre de nuestro Dios es Jehová, y esto no debe ser olvidado nunca; este YO SOY existente por si mismo, independiente, inmutable, siempre presente e infinito. Adoremos este Nombre incomparable y nunca lo deshonremos al desconfiar de él o poniendo nuestra confianza en la criatura. C. H. S.

Sería para el tiempo de san Miguel, a finales de septiembre, cuando, hallándome en un apuro de dinero extremo, salí al campo, en un tiempo espléndido, y contemplé el cielo azul, y mi corazón fue fortalecido en su fe (algo que yo no adscribo a mis propios poderes, sino solamente a la gracia de Dios), de modo que pensé dentro de mí:

«¡Qué cosa tan excelente es el que no tengamos nada, y no podamos confiar en nada, excepto en el Dios vivo, que hizo los cielos y la tierra, y nuestra única confianza es El, y que esto nos permita estar tranquilos en el mismo corazón de la necesidad!»

Aunque me daba cuenta de que necesitaba dinero aquel mismo día, con todo, mi corazón se sentía fortalecido en la fe y mi ánimo era elevado. Al llegar a casa me esperaba el capataz de los obreros y albañiles, el cual, como era sábado, esperaba recibir dinero con qué pagarles la soldada. El hombre confiaba en que el dinero estaría preparado para poder pagarles al punto, pero al preguntarme si tenía qué darle, y si había recibido algo, yo le contesté: «No, pero tengo fe en Dios.»

Apenas había pronunciado estas palabras, cuando vino un estudiante para anunciarme que traía treinta dólares que alguien le había dado, cuyo nombre no podía decirme. A continuación fui al capataz, que esperaba en la otra habitación, y le pregunté cuánto necesitaba para pagar a los obreros; me contestó: «Treinta dólares».

«Aquí están», le dije, y le pregunté al mismo tiempo si necesitaba algo más. El me contestó que no, lo cual fortaleció mucho la fe de los dos, puesto que se había hecho evidente la milagrosa mano de Dios que había resuelto la dificultad enviando el dinero en el mismo momento que lo necesitaba. Augustus Herman Franke

Versículo 8. Ellos flaquean y caen.

El mundo, la muerte, Satanás y el pecado serán pisoteados bajo las plantas de los campeones de la fe, en tanto que los que confían en el brazo de la carne serán avergonzados y quedarán confundidos para siempre. C. H. S.

Publicado: 2018-11-15 Editado: 2018-11-15
Charles Haddon Spurgeon

Charles Haddon Spurgeon

Charles Haddon Spurgeon, (19 de junio de 1834 - 31 de enero de 1892) fue un pastor bautista inglés. Aún es conocido por la gente como el Príncipe de los Predicadores.


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