Salmo 48 – Hermosura y Gloria de Sion

El Salmo 48, hermosura y gloria de Sion, es un canto de alabanza que exalta la ciudad de Dios, fortaleza eterna.

Título: «Cántico y Salmo de los hijos de Coré». Un cántico de gozo y un Salmo de reverencia. ¡¡Ay!, no todo cántico es un Salmo, ya que no todos los poetas han nacido del cielo; del mismo modo, no todo Salmo es un cántico, pues, al acudir delante de Dios, debemos expresar tanto confesiones penosas como alabanzas exultantes.

Según suceso de la historia judía. Su autor y fecha son desconocidos. Registra la retirada de ciertos reyes confederados de Jerusalén, cuando les falló el coraje antes de dar un golpe.

Versículo 1. Grande es Jehová.

Hasta, qué punto es grande, nadie puede concebirlo; pero podemos ver que El es grande en la liberación de su pueblo, grande en la estimación de los que son librados, y grande en los corazones de sus enemigos, a quienes desparramó con sus propios temores. En vez del grito de Efeso: «Grande es Diana», damos un testimonio razonable, demostrable y evidente por sí mismo: «Grande es Jehová.» C. H. S.

Mayor (Job 33:12); el mayor (Salmo 95:3). La misma grandeza (Salmo 95:3). Un grado que está más alto que el superlativo. John Trapp

Versículo 2. El gozo de toda la tierra, es el monte de Sión.

Jerusalén era la estrella del mundo; toda luz existente en la tierra la habían pedido prestada de los oráculos preservados en Israel. C. H. S.

Cuando aquella mañana estuve en la cumbre del Olivete y miré hacia abajo, contemplé la ciudad coronada por alturas almenadas y rodeada de fosos y barrancos oscuros. Entonces, exclamé involuntariamente: «Hermoso por su situación, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sión, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey.»

Mientras observaba, los rayos rojos del sol del amanecer formaban un halo alrededor de la cima del castillo de David; luego, poco a poco, teñían de oro los minaretes y doraban la cúpula de cada mezquita e iglesia. Finalmente, bañados en una luz rubicunda, resplandecían los terrados de la ciudad, la hierba y el follaje, así como las cúpulas, los pavimentos y los muros colosales de la Haram. Sin duda, ningún humano podría sentirse decepcionado al contemplar por primera vez Jerusalén desde el Olivete. J. L. Porter

Versículo 5. Y apenas la vieron, se maravillaron.

Llegaron, miraron, pero no conquistaron. No hubo veni, vidi, vici para ellos. Tan pronto como percibieron que el Señor estaba en la Santa Ciudad se alejaron. Antes que el Señor entrara a golpes con ellos, se desmayaron y se dieron a la fuga. C. H. S.

Versículo 5, 6. Los potentados del mundo vieron los milagros de los apóstoles, el valor y constancia de los mártires y el incremento diario en la iglesia, a pesar de todas sus persecuciones; contemplaron con asombro el rápido progreso de la fe por todo el Imperio Romano; llamaron a sus dioses, pero sus dioses no les dieron ayuda alguna; la idolatría había expirado al pie de la cruz victoriosa. George Horne

Versículo 7. Con el viento solano quiebras tú las naves de Tarsis.

Herejías especulativas, que, con la promesa de traernos riquezas lejanas, están asaltando constantemente a la iglesia; sin embargo, el aliento del Señor las empuja pronto a su destrucción. Por otra parte, la iglesia, muchas veces, confía en exceso en la sabiduría de los hombres, y estas ayudas humanas, tarde o temprano, naufragan. No obstante, la iglesia misma permanece segura bajo el cuidado de su Dios y Rey.

Versículo 9. Nos acordamos.

Los santos son hombres reflexivos; no permiten que las maravillas de Dios pasen delante de sus ojos y se deslían en el olvido, sino que meditan profundamente en ellas.

De tu misericordia, oh Dios. ¡Qué tema tan deleitoso! Las mentes devotas nunca se cansan de un tema tan divino.

En medio de tu templo. Los recuerdos de la misericordia deben asociarse con la continuidad de la alabanza. Junto a la mesa del pan de la proposición que conmemora su abundancia ha de haber el altar del incienso que denota nuestra alabanza.

Versículo 10. Conforme a tu nombre, oh Dios, así es tu loor hasta los confines de la tierra.

Gran fama pertenece a su gran Nombre. La gloria de las proezas de Jehová traspasa los límites de la tierra; los ángeles las contemplan con asombro, y de cada estrella inteligencias contentas proclaman su fama más allá de los confines de la tierra.

Si los hombres se callan, entonces los bosques, los mares y las montañas, con todas sus tribus incontables y todos los espíritus invisibles que andan por ellas, igualmente están llenos de la alabanza divina. Del mismo modo, así como en una concha podemos escuchar los murmullos del mar, también, en las órbitas de la creación, podemos oír las alabanzas de Dios.

De justicia está llena tu diestra. Tu cetro y tu espada, tu gobierno y tu venganza son todos ellos justos. Tu mano nunca está vacía, sino llena de energía, abundancia y equidad. Ningún santo ni pecador hallará al Señor con las manos vacías. En uno y otro caso El tratará con justicia suma: al uno, por medio de Jesús, será justo perdonándole; al otro, condenándole.

Versículo 13. Considerad atentamente su antemuro.

La seguridad del pueblo de Dios no es una doctrina que haya que guardar al fondo. Se puede enseñar en primer plano, y con frecuencia hay que ponderarla. Sólo los corazones bajos creerán que esta verdad gloriosa es perjudicial.

Los hijos de perdición hacen una piedra de tropiezo incluso del mismo Señor Jesús; ¿es de extrañar que tergiversen la verdad de Dios con respecto a la perseverancia final de sus santos? C. H. S.

Versículo 14. Así es Dios, nuestro Dios eternamente y para siempre.

¡Qué porción, pues, es la del creyente! El dueño de la tierra no puede decir de sus campos: «Estos campos son míos para siempre.» El rey no puede decir de su trono: «Este trono es mío para siempre.» Estas posesiones serán entregadas a otros dueños; estos posesores se mezclarán con el polvo, e incluso la tumba que ellos mismos ocuparán no será suya mucho tiempo.

Sin embargo, la felicidad singular y suprema de todo cristiano consiste en poder decir, o al menos tener el derecho de afirmar: «Este Dios glorioso, con todas sus perfecciones divinas, es mi Dios para siempre, y, aun en la muerte, no me separaré de su amor.» Por esta razón, George Burder nos recuerda la grandeza de esta verdad.

Por otro lado, Dios no sólo es una porción satisfactoria que llena cada resquicio de tu alma con luz de gozo y consuelo, sino que también es una porción universal. Es decir, no se limita a la salud, la riqueza, los amigos o los honores; ni siquiera a la libertad, la vida, la casa, la esposa, el hijo, el perdón o la paz. Más aún, no se trata solo de la gloria, la tierra o el cielo, sino de todos ellos juntos e infinitamente más. En definitiva, Él es tu porción eterna.

Este Dios será tu Dios para siempre y eternamente. ¡Oh dulces palabras, para siempre! Tú eres la corona de la corona de los santos, y la gloria de su gloria. George Swinnock

Charles Spurgeon