Salmo 8 – La Gloria de Dios y la Honra del Hombre

El Salmo 8 es un himno que exalta la gloria de Dios y la honra del hombre, revelando Su majestuosidad y nuestro propósito divino.

Podemos titular este Salmo, el Salmo del astrónomo.

Versículo 1. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!

Has puesto tu gloria sobre los cielos. Incapaz de expresar la gloria de Dios, el Salmista profiere una exclamación:

¡Oh Jehová, Señor nuestro! La estructura sólida del universo se apoya sobre su brazo eterno. El está presente universalmente, y por todas partes su nombre es excelente.

Desciende, si quieres, a las mayores profundidades del océano, donde duerme el agua imperturbable, y la misma arena, inmóvil en quietud perenne, proclama que el Señor está allí, revelando su excelencia en el palacio silencioso del mar.

Pide prestadas las alas de la mañana y recorre los confines más distantes del mar, y Dios está allí. Sube a los más altos cielos, o lánzate al infierno más profundo, y Dios es en uno y Otro, cantado en un cántico eterno o justificado en una venganza terrible. Por todas partes y en todo lugar, Dios reside y es manifestado en su obra.

Apenas podemos hallar palabras más apropiadas que las de Nehemías: «Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran» (Nehemías 9:6).

Volviendo al texto, nos lleva a observar que este Salmo es dirigido a Dios, porque nadie sino el Señor mismo puede plenamente conocer su propia gloria. C. H. S.

El Señor mismo puede plenamente conocer su propia gloria

Versículo 2. Por boca de los niños y de los que maman, afirmas tu fortaleza frente a tus adversarios.

¡Con qué frecuencia los niños nos hablan de un Dios al cual nosotros hemos olvidado! ¿No proclamaron su «¡Hosanna!» los niños en el Templo, cuando los fariseos, orgullosos, guardaban silencio y mostraban desprecio? ¿Y no cita el Salvador estas mismas palabras como justificación de sus gritos infantiles?

Fox nos dice en su Libro de los mártires que cuando Mr. Lawrence fue quemado en Colchester, después de llevarle a la hoguera en una silla porque a causa de la crueldad de los papistas no podía sostenerse en pie, varios niños acudieron cerca de la hoguera y gritaron, diciendo según ellos pudieron: «Señor, fortalece a tu siervo, y guarda su promesa.» Dios contestó su oración, porque Mr. Lawrence murió con una calma y una firmeza que cualquiera podría desear para sí en sus últimos momentos.

Cuando uno de los capellanes papistas le dijo a Mr. Wishart, el gran mártir escocés, que tenía dentro de sí un diablo, un niño que estaba cerca exclamó: «Un diablo no puede decir palabras como las que dice este hombre.» Un ejemplo más lo tenemos en un período más cercano a nuestros tiempos.

En una posdata a una de sus cartas, en la cual detalla su persecución cuando empezó a predicar en Moorfields, Whitefield dice: «No puedo por menos que añadir que varios niños y niñas que acostumbraban sentarse alrededor de mí en el púlpito mientras predicaba, y me entregaban las notas que les daba la gente por más que con frecuencia les acertaran con huevos podridos, fruta, fango, etc., que iban dirigidos a mí, nunca cedieron y dejaron de hacerlo; al contrario, cada vez que me tocaban con algo, me miraban con sus ojuelos llenos de lágrimas, y parecía que deseaban recibir los impactos dirigidos a mí.

Dios hizo de ellos, en sus años de crecimiento, mártires grandes y vivos para El, que «¡de la boca de los niños y de los que maman perfecciona la alabanza!» C. H. S.

¿Quiénes son estos «niños y niñas que maman»? El hombre en general, que viene de un comienzo tan débil y pobre como son los niños y los que maman, con todo, acaba teniendo tal poder que puede enfrentarse y vencer al enemigo y al rebelde.

Los apóstoles, cuya apariencia externa era deplorable, en cierto sentido comparable a los niños y a los que maman si los cotejamos con los grandes del mundo, aunque criaturas pobres y despreciadas, eran, con todo, instrumentos principales al servicio y gloria de Dios.

Por tanto, es notable que cuando Cristo glorificó a su Padre por la dispensación sabia y gratuita de su gracia salvadora (Mateo 11:25), dijera: «Te doy gracias, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas de los sabios y los prudentes, y las has revelado a los niños.»

Se nos dice (Mateo 18:3): «A menos que os convirtáis y os volváis como niños», etc. Como si hubiera dicho: vosotros os esforzáis por lugares preeminentes y por la grandeza mundana en mi reino; yo os digo que mi reino es un reino de niños, y en él no hay sino los que son humildes y los que se ven poca cosa a sus propios ojos, y están contentos con ser pequeños y despreciados a los ojos de los demás, y no buscan los grandes lugares y cosas del mundo. Thos. Manton

La obra que se hace en amor pasa a ser la mitad de difícil y tediosa.

Es como con una piedra grande, que si intentamos moverla en el aire o sobre el suelo no lo conseguimos. Pero si inundamos el campo donde se halla y la piedra queda enterrada en el agua, ahora, una vez sumergida, hallamos que aplicando nuestra fuerza la podemos mover de su lugar con nuestro brazo.

Del mismo modo, bajo las influencias celestiales de la gracia, la marea del amor se levanta, envuelve nuestros deberes y dificultades, y un niño puede hacer la labor de un hombre, y un hombre la de un gigante. Thos. Guthrie

¿No nos asombramos todos tanto de la obra perfecta de las manos de Dios realizada en la hormiga, este pequeño insecto que se arrastra, como de la que ha hecho en el mayor de los elefantes? ¿De qué haya tantas partes y miembros ensamblados en un espacio tan pequeño? ¿De que una criatura tan pobre pueda proveer en el verano el alimento que necesitará en invierno? Daniel Rogers

Para hacer callar al enemigo y al rebelde. Esta misma confusión y rebeldía de Satanás, que fue la causa de la caída del hombre, fue dirigida contra Dios primero; por tanto, la primera promesa y predicación del evangelio a Adán que se le hizo al sentenciarle fue que la simiente de la mujer quebrantaría la cabeza de la serpiente, siendo el objetivo de Dios tanto el confundir a Satanás como salvar al hombre. Thos. Goodwin

Versículo 3. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, y la luna y las estrellas que Tú formaste.

La mente carnal no ve a Dios en nada, ni aun en las cosas espirituales, su Palabra o sus ordenanzas. La mente espiritual lo ve en todo, incluso en las cosas naturales, mirando los ciclos y la tierra y todas las criaturas. Robert Leighton

Si pudiéramos trasladarnos más allá de la luna, si pudiéramos alcanzar las estrellas más elevadas con nuestra cabeza, podríamos descubrir al punto nuevos cielos, nuevas estrellas, nuevos soles, nuevos sistemas, y quizá adornados de modo más magnífico.

Pero incluso entonces los vastos dominios de nuestro gran Creador no habrían terminado; para nuestro asombro, veríamos que sólo habíamos llegado a los inicios de las obras de Dios.

¡Qué admirables son los cuerpos celestes! ¡Estoy asombrado por su esplendor, y me deleito en su hermosura! Pero, a pesar de esto, por hermosos y ricamente adornados que sean, este cielo carece de inteligencia. No se da cuenta de su propia hermosura, en tanto que yo, que soy mera arcilla, moldeada por la mano divina, estoy dotado de sentido y razón. Christopher Christian Sturm en Reflexiones

Versículo 4. Digo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre, para que cuides de él?

Ningún ser racional parece menos apto para el orgullo que el hombre, dada su frágil condición.

Está expuesto a innumerables calamidades—tormentas, terremotos, guerras, enfermedades—y, al final, su cuerpo será devorado por los gusanos.

Tanto el poderoso como el humilde comparten las mismas vicisitudes, pero aun así, el hombre, este frágil ser de polvo, se enorgullece sin razón.

Como dijo el Dr. Chalmers, la desaparición de la Tierra afectaría al universo tanto como la caída de una hoja en un bosque inmenso.

C. H. S.

Es algo maravilloso que Dios piense en los hombres y los recuerde continuamente. Juan Calvino

¿Puede alcanzar una criatura tan despreciable como yo favor a los ojos de Dios? En Ezequiel 16:1-5, tenemos una relación de la maravillosa condescendencia de Dios con el hombre, el cual allí es comparado a un niño de origen despreciable, abandonado en el día de su nacimiento, en su sangre y su suciedad, ni aun envuelto con fajas, a quien no compadece nadie; criaturas lastimosas así somos delante de Dios; y, con todo, cuando El pasó y nos vio agitándonos en nuestra sangre dijo: «Vive». James Janeway

Pide al profeta Isaías: «¿Qué es el hombre?», y contesta: «El hombre es hierba. Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo» (40:6). Pregunta a David: «¿Qué es el hombre?» Te contesta: «el hombre es una mentira» (Salmo 62:9); no sólo un mentiroso, un engañador, sino «una mentira» y un engaño.

La naturaleza pecaminosa del hombre se opone a Dios y busca apartarlo, pero Dios lo eleva al cielo. Mientras el pecado intenta disminuir a Dios, Él engrandece al hombre pecador. Jos. Caryl

¡Oh la grandeza y la pequeñez, la excelencia y la corrupción, la majestad y la bajeza del hombre! Pascal

Versículo 5. Le has hecho un poco inferior a los ángeles.

El hombre es inferior a los ángeles en dignidad, y Jesús también lo fue temporalmente al sufrir la muerte.

Es un misterio que haya un Redentor para los hombres caídos, pero no para los ángeles caídos.

Aunque no podemos explicarlo del todo, ¿acaso esto no sugiere que el amor de Dios por la humanidad no es menor que el que tiene por los ángeles?

Cristo aceptó la humillación de ser hecho inferior a los ángeles, con miras a la gloria como recompensa por su sufrimiento.

Esta representación es importante y merece máxima atención, ya que nos permite extraer un argumento claro y sólido a favor de la divinidad de Cristo.

No podríamos considerar que pudiera ser humildad en una criatura, fuera cual fuera la dignidad de su condición, el hecho de que asumiera el oficio de Mediador y obrara nuestra reconciliación.

No olvidemos que un Mediador acepta ser reducido a una degradación extrema y debe someterse a grandes sufrimientos e ignominia para lograr nuestra redención. Pero tampoco olvidemos la inconmensurable exaltación que recibió como recompensa. Si la Escritura es cierta, esta exaltación lo elevó por encima de los más altos principados y potencias. No podríamos comprender su asombrosa humildad y condescendencia sin paralelo si una mera criatura hubiera aceptado este oficio con la expectativa de tal recompensa. Henry Melvill

Charles Spurgeon