Muchos años hace, en los días de la esclavitud, vivía en el sur de China un chino bastante rico, llamado Fu. Habiendo sido convertido sintió tal pasión por las almas que llegó a gastar todo su dinero en la obra del Señor.
Pensando en los pobres chinos esclavos que eran llevados a trabajar a las minas de plata del Sur de América, los que nunca habían de volver a sus hogares, lleno de compasión se vendió como esclavo para poder llegar a ellos con el mensaje del amor de Dios.
Cuando murió dejaba una iglesia de 200 miembros, todos ellos ganados para el Señor por su testimonio, viviendo como un esclavo más entre ellos.