La adaptación requiere tiempo: Los pequeños descuidos pueden ser más peligrosos que los grandes riesgos
Un marinero y un pirata se encuentran en un bar, y empiezan a contarse sus aventuras en los mares.
El marinero nota que el pirata tiene una pierna de palo, un gancho en la mano y un parche en el ojo. El marinero le pregunta “¿Y cómo terminaste con esa pierna de palo?”. El pirata le responde “Estábamos en una tormenta y una ola me tiró al mar, caí entre un montón de tiburones.
Mientras mis amigos me agarraban para subirme un tiburón me arrancó la pierna de un mordisco”. “!Guau! -replicó el marinero- ¿Y qué te pasó en la mano, por qué tienes ese gancho?”.
“Bien… -respondió el pirata-; estábamos abordando un barco enemigo, y mientras luchábamos con los otros marineros y las espadas, un enemigo me cortó la mano”.
“¡Increíble! -dijo el marinero- ¿Y qué te paso en el ojo?”. “Una paloma que iba pasando y me cayó excremento en el ojo”.
“¿Perdiste el ojo por un excremento de paloma?”, replicó el marinero incrédulamente. “Bueno… -dijo el pirata- … era mi primer día con el gancho”.
Moraleja:
Nunca subestimes los detalles. Hasta el más pequeño descuido, especialmente cuando aún no dominas una nueva habilidad, puede tener consecuencias inesperadas.