Al final de la primera guerra europea, un destacamento de soldados ingleses esperaba entrar en un pequeño pueblo cerca del Rhin (Francia) cuando repentinamente un soldado salió corriendo de un edificio gritando: "!Alerta!", instantaneamente una descarga de rifles le dejaron muerto en el suelo.
Pero la advertencia salvo a la compañia de una emboscada. El destacamento lucho haciendo retirar al enemigo y pronto se supo la historia del que les había salvado.
Era un soldado de la guardia real irlandesa, prisionero de los alemanes quien conociendo los planes del enemigo espero el momento oportuno y sacrifico su propia vida para salvar la de muchos compatriotas.
Reconocidos y conmovidos los ingleses le dieron una buena sepultura, poniendo sobre ella una cruz con este texto: "A otros salvo, a si mismo no se pudo salvar".
Estas fueron precisamente las palabras que los judios lanzaron contra Cristo cuando estaba pendiente de la cruz. No pudo salvar a otros y a si mismo a la vez, y prefirio sacrificarse el en favor de otros, incluso de aquellos que le crucificaron.