Abraham en Canaán

La gran misión de Abraham en Canaán era la de testimoniar para Dios. Su altar era un testimonio público. Todo cristiano es llamado con este fin.

ABRAHAM EN CANAÁN
Génesis 12:4-9
Tal vez Taré, padre de Abraham, solo buscaba su propia comodidad cuando hizo alto en Harán. En tal espíritu nunca puede poseerse la tierra prometida. Es menester cruzar el río (Eufrates) y pasar al desierto si ha de disfrutarse de Canaán. Los cristianos a medias que se quedan en el borde nunca heredan la plenitud de la tierra (Jos. 1:3).

I. Un viaje próspero. «Salieron para ir a tierra de Canaán; y a Canaán llegaron.» La vida de fe es siempre una de ir: «caminando y yendo» (Gn. 12:9).

1 EL COMIENZO. «Salieron.» ¿De qué? De todos los pecados y fracasos pasados, de placeres mundanos, de la propia comodidad y del egoísmo que solo busca lo suyo. ¿Confiados en qué? En la segura palabra de la infalible promesa de Dios, no apoyándose en sus propios sentimientos, sabiduría o entendimiento. «Salió sin saber adónde iba».

2 EL VIAJE. El camino se hallaba a través del desierto sirio. El pasaje al lugar de bendición puede ser uno de suma prueba para la carne y sangre, el camino a la cruz puede ser doloroso, pero la carga se va una vez que se llega allí.

La entrada a la plenitud de la bendición es siempre a través del desierto estéril de la propia desesperación.

3. EL FIN. «A tierra de Canaán llegaron». Aquellos que salen en la expectativa de fe no se atascarán en el fango de la desilusión. Existen dos grandes y comunes causas de fracaso en la vida cristiana.

Primero, detenerse antes de alcanzar el propósito y la promesa de Dios; segundo, ir sin la promesa divina. Salir en la energía de la carne, no teniendo ningún llamado especial de Dios sobre el cual apoyarse. De modo que cuando viene el calor de la tentación se marchitan, no teniendo raíz.

II. Una continua dificultad. «El cananeo estaba entonces en la tierra» (Gn. 12:6).

Canaán no es figura del cielo, pues allí no habrá ningún enemigo. Representa la nueva relación en la cual entran los creyentes después de haber confiado en Dios y salido en su nombre.

Aquí tenemos prueba y conflicto y, como peregrinos y advenedizos, necesitamos una fe continua. Estando en el lugar de lucha, estamos donde Dios ha prometido bendecir.

Abraham no obtuvo ninguna bendición entre su propia parentela (Gn. 12:1). Es en las alturas de la promesa que batallamos contra principados y potestades (Ef. 6:12).

III. Una infalible certeza. «Apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra» (Gn. 12:7).

La aseguradora promesa fue dada cuando Abram había entrado del todo en el centro de la tierra. Cuando por fe nos ponemos en una firme actitud de acuerdo con su palabra, la encontraremos dulcemente cumplida en nuestra experiencia.

El centro de las promesas de Dios es en Cristo. Seremos faltos hasta que seamos hallados en Él. «Todas las promesas de Dios son en Él» (2 Co. 1:20). Entra, creyente, en el corazón y centro de todos los propósitos de Dios en Cristo.

Hallarás gracia suficiente allí. El alma ansiosa necesita llegar a este centro antes de que sea dada la seguridad de la salvación. La selladura viene al creer (Ef. 1:13).

IV. Un poderoso testimonio. «Plantó su tienda, y edificó altar a Jehová» (Gn. 12:8).

La gran misión de Abram en Canaán era la de testimoniar para Dios. Su altar era un testimonio público. Todo cristiano es llamado con este fin. «Me seréis testigos» (Hch. 1:8). Mediante su tienda se declaró peregrino y extranjero, buscando una ciudad; por su altar testificaba de:

1 SU FE EN LA REALIDAD DE DIOS.

Mientras el cananeo miraba debe de haberse convencido de que Abram creía en un Dios viviente y personal que oía la oración.

2 SU CREENCIA EN LA SANTIDAD DE DIOS.

El altar habla de sacrificio. Dios es santo, y solo es posible acercarse a Él por medio de la sangre expiatoria. ¿Dan nuestras vidas este muy necesario testimonio? ¿Por nuestros actos condenamos al mundo? (He. 11:7).

3 SU CONFIANZA EN LA FIDELIDAD DE DIOS.

No se avergonzaba de levantar su altar en presencia de los paganos, declarando por ello su expectativa del cumplimiento de la divina promesa. ¡Cuántas veces tememos osar mucho para Dios, no sea que fracasemos y vacile nuestra confianza!

4 SU ENTREGA A LAS DEMANDAS DE DIOS.

Todos los que realmente saben la necesidad y significado del altar gustosamente rendirán todo al Señor. Que sean nuestras vidas vividas a la luz de ese terrible altar y sacrificio levantados en el Calvario. Rendíos a Dios.

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