Ganar Almas para Cristo

Ganar almas para Cristo es una misión que nace del amor y la compasión por los perdidos.

Ganar almas para Cristo no se trata solo de palabras, sino de reflejar con nuestra vida el carácter de Jesús, mostrando humildad, paciencia y servicio.

Hechos 8:26-40

Hay varios ejemplos puestos delante de nosotros aquí, y haremos bien en prestarles atención. Hay un ejemplo de:

I. Ansiedad del alma (vv. 27-28). No era una curiosidad superficial la que había atraído a este noble etíope, este ministro de hacienda, a adorar en Jerusalén.

Era, indudablemente, un fervoroso buscador en pos de la verdad de Dios para llenar su alma, y como honrado y ansioso indagador había, mientras tanto, echado todo a un lado para poder ver esta cosa necesaria. Vino a Jerusalén a escuchar; escudriñó las Escrituras para poder ver. Los que buscan de todo corazón hallarán pronto (Jer. 29:13).

II. Obediencia a Dios. Cuando Felipe recibió el llamamiento «Levántate… Él se levantó y fue» (vv. 26-27). Su deseo era hacer la voluntad de Dios, tanto si estaba en el silencio del «desierto» como si en medio del entusiasmo de un poderoso avivamiento espiritual.

Salió, como Abraham, por la fe, sin saber a dónde iba. Ésta es la manera en que Dios cumple estos anhelos engendrados por el Espíritu en el alma, y que palpitaban en el corazón de aquel ansioso peregrino etíope.

Ganar almas para Cristo requiere oración

De una u otra manera las fervorosas oraciones de los necesitados recibirán respuesta, mientras usen los medios a su alcance. Dios hubiera podido dar bendición al eunuco sin la ayuda de Felipe, pero le place al Señor hacer colaboradores juntamente con Él a aquellos que están llenos del Espíritu.

III. Entusiasmo por las almas. Al indicárselo el Espíritu, «Felipe se acercó corriendo» (vv. 29-30). Solo aquellos cuyos corazones han sido ensanchados por el Espíritu de Dios correrán en el camino de sus mandamientos. Los hombres llenos del Espíritu Santo siempre estarán en su sitio al tratar con un alma ansiosa.

El verdadero entusiasmo en la obra de Dios es un raro logro en estos días fríos, intelectuales, críticos. Los que quieren ser sabios para ganar almas deben estar dispuestos a «correr y juntarse a sus carros», a ponerse al lado de ellos, no como ángeles no caídos, sino como compañeros de peregrinación a la eternidad, tratando, mediante la ayuda del Espíritu Santo, de conducirlos al conocimiento salvador de Jesucristo.

IV. Fidelidad a la Biblia. El ansioso etíope estaba leyendo el profeta Isaías en el capítulo 53. Felipe, lleno del Espíritu Santo, y conducido por Él, comenzó en la misma Escritura, y «le anunció el Evangelio de Jesús» (vv. 32-35).

Tenemos entre nosotros hoy en día maestros que evidentemente están llenos de y conducidos por otro espíritu, porque habrían reprendido gravemente a los modernos Felipes por tal mal empleo de la Biblia. Pero «Toda Escritura es inspirada por Dios, y útil para doctrina» (1 Ti. 3:16, lit.).

Y «ellas son las que testifican de mí», dijo el Hijo de Dios acerca de las Escrituras. Felipe le anunció el evangelio de Jesús. ¿Quién más puede suplir la necesidad de un alma azotada por el pecado? ¿Qué otra predicación puede servir de nada?

V. Disposición a confesar. «La fe viene por el oír.» El eunuco había oído el Evangelio de labios de Felipe, y creyó y fue salvo. Ahora estaba listo y dispuesto a apartarse de sus propias creencias religiosas y de sus hábitos, y a confesar a Cristo en el bautismo.

Para él, era una señal exterior de su idoneidad para unirse a la familia de los redimidos en la Casa de Dios en la tierra, y para ser contado entre los coherederos de Cristo. La fe debería siempre ir acompañada de confesión (Ro. 10:9-10).

VI. Dicha en Cristo. «Siguió gozoso su camino» (v. 39). Justificado por la fe, tenía paz para con Dios, y ahora sigue su camino regocijándose en esperanza (Ro. 5:1-2). Las tinieblas se han desvanecido, la verdadera luz resplandece ahora en el corazón.

¡Qué cambio introduce Jesús en la vida cuando es recibido y se confía en Él! La mayoría de los hombres de negocios continúan su camino tramando y haciendo planes en lugar de gozosos, porque son extraños a la bienaventuranza del hombre cuyos pecados son perdonados (Sal. 32:1-11).

James Smith