Judas y el Beso Traidor

Judas y el Beso Traidor, la traición más infame de la historia que se consuma en la oscuridad del Huerto de Getsemaní.

Judas y el Beso Traidor muestra el contraste entre la lealtad de Cristo, que acepta su destino en oración, y la cobardía de Judas, que elige el camino de la traición. El beso de un amigo sella su destino. Este pasaje nos confronta con la elección entre seguir a Cristo o claudicar por intereses egoístas.

Marcos 14:26-42

«Totalmente oculto y totalmente manifiesto, Tú, ¡oh Cristo! el misterio revistes de tu humanidad. Dulzura y ternura sin precio, con esta gracia seamos bendecidos tan oculta y tan manifiesta.»

Las experiencias de nuestro Señor y Salvador entre dar la copa (v. 23) y recibir el beso (v. 45) fueron numerosas, variadas y bien definidas. Un estrecho examen de las mismas revela la terrible intensidad de su vida en sus horas finales. Seleccionamos la porción anterior de la Escritura solo como ejemplo de cómo podrían estudiarse los últimos días de Cristo. Dentro de estos pocos versículos vemos al Señor Jesús:

I. Cantando.

«Después de cantar un himno…» (v. 26). Jesús cantó, aunque la espina de la cruz estaba en su costado. ¿Qué si hubiera sido el Salmo 23: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno»?

II. Prediciendo.

«Todos seréis escandalizados en Mí esta noche» (v. 27, RV). ¡Qué cambio más repentino! En pocas horas el claro cielo de la comunión estará ennegrecido con las oscuras y amenazantes nubes de la deserción. Mientras estaba cantando, sabía que el Pastor estaba a punto de ser herido y las ovejas esparcidas. La espada estaba a punto de despertar en contra del Hombre que era compañero de Dios (Zac. 13:7). Esta espada duerme ahora con respecto a nosotros.

III. Padeciendo.

«Comenzó a sentir pavor y angustia» (v. 33). Todas nuestras iniquidades comenzaban a pesar sobre Él (Is. 53:6). ¿Se sintió despavorido ante la cantidad de ellas, al sentir abrumada su alma con el peso de las mismas? «Permanezcamos aquí», como estos discípulos, y contemplemos la salvación de Dios.

IV. Doliéndose.

«Mi alma está muy triste, hasta la muerte» (v. 34). El acto del Santo Hijo de Dios de llevar nuestros pecados no fue un proceso mecánico sin corazón. No pudo entrar en contacto con el pecado y su culpa sin que su alma impecable quedara «abrumada de una tristeza mortal». Al llevar nuestros pecados experimentó asimismo la indescriptible agonía en que incurrió por la culpa de ellas en su propia alma. «Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento». Acállate, alma mía.

V. Orando.

«Y Él se fue un poco más adelante, cayó en tierra y comenzó a orar» (v. 35). ¡Y qué oración! Nosotros jamás hemos estado lo suficientemente dentro de los fuegos de un agónico aborrecimiento contra el pecado para saber el significado de todo ello. No era posible que esta hora y esta copa pasaran de ÉL si los hombres culpables debían ser salvos por la gracia de Dios. Sin embargo, sus oraciones con fuerte clamor y lágrimas fueron oídas (He. 5:8, 8).

VI. Cediéndose.

«Pero no se haga lo que Yo quiero, sino lo que Tú quieras» (v. 36). Yo descendí del cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió (Jn. 5:30). ¿Por qué retrocedía ante la copa? ¿Hubiera sido Él genuino como Hijo si hubiera aceptado sin expresión de repugnancia aquello que iba a quebrantar su comunión con su Padre, y a convertir al «Amado» de su Padre en una maldición? No obstante, Él se cedió a ser hecho maldición por nosotros, y se hizo obediente hasta la muerte.

VII. Exhortando

«Velad y orad» (vv. 27, 28). Dado en tal tiempo y con tal agonía de espíritu, podemos en verdad aprender nuestra necesidad de esto. ¡Cuán tiernamente su alma dolorida trata con sus adormilados discípulos! «El espíritu es animoso, pero la carne es débil». Él conoce la fragilidad de nuestra naturaleza, y puede compadecerse de nuestras debilidades.

VIII. Confesando

«Mirad, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores» (v. 41). ¡Qué confesión a hacer por parte del Todopoderoso, que podía llamar a legiones de ángeles desde el cielo! Traicionado por un profeso discípulo. Sabía lo que había en el hombre. Si no hubiera estado ya totalmente abandonado al sufrimiento de muerte, nunca hubiera podido ser traicionado. Él dio su vida en rescate por todos.

IX. Ordenando

«Levantaos, vámonos» (v. 42). Pero, ¿hasta qué distancia le siguieron? «Vámonos.» ¿Estamos dispuestos a ir a la muerte con Él? ¿No es la crucifixión tan necesaria para nosotros como lo fue por Él si queremos conocer la participación de sus sufrimientos? «Con Cristo estoy crucificado.»

Él tiene que ser crucificado para que el cuerpo de pecado pueda ser quitado por nosotros. Nuestro hombre viejo tiene que ser crucificado para que el cuerpo de pecado pueda quedar abolido en nosotros (Ro. 6:6). ¡Oh, si la soñolienta y mundana iglesia quisiera oír este llamamiento!: ¡LEVANTAOS! ¡VAMOS!

Judas y el Beso Traidor

El beso de Judas nos recuerda que incluso los gestos más cercanos pueden esconder traición, pero también que el amor de Cristo transforma el dolor en redención. ¿Con qué corazón nos acercamos a Él?

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James Smith