Salvo por la fe, todo esfuerzo humano termina siendo insuficiente frente a lo imposible.
Salvo por la fe, el alma encuentra refugio cuando todo alrededor parece desmoronarse. No hay lógica ni fuerza humana que sostenga el corazón angustiado, solo la confianza en lo que no se ve, pero se espera con certeza.
Este fariseo quería que Jesús comiera con él, pero no quería que aquella mujer, etiquetada con el nombre de «pecadora», entrara en su casa. La fe de la mujer en la piedad y compasión de Cristo tiene que haber sido muy fuerte para llevarla a seguirlo a Él a una casa como aquella en una ocasión así.
Estos entristecidos pecadores nunca son descubiertos llorando a los pies de un fariseo. Hay un magnetismo atrayente y santo en el amor de Dios, manifestado en la Persona de Jesucristo. Los más viles pueden acudir y descubrir la bendición de la «redención eterna».
I. El carácter de esta mujer
«Una mujer pecadora» (Lucas 7:37). Evidentemente una gran pecadora, porque el Señor habla de «Sus pecados, que son muchos» (Lucas 7:47). El fariseo la designó enfáticamente como pecadora (Lucas 7:39).
Una pecadora como aquella no debía ser tocada; pero Cristo tuvo que designar a los mismos fariseos como hipócritas (Lucas 11:44). Ella era pecadora, y también Simón, pero ella tenía esta ventaja, que ella lo sabía, mientras que él estaba orgullosamente inconsciente de ello.
La primera debía quinientos denarios, y él cincuenta, pero en su relación con Dios los dos eran semejantes, «no teniendo ellos con qué pagar». «Todos han pecado, y están destituidos de la gloria de Dios. No hay justo, ni siquiera uno» (Romanos 3:23).
II. Las obras de la fe de la mujer
«Incluso en una chispa hay fuego.» La poca fe puede asirse de un Salvador omnipotente. La fe es la energía operacional del alma que no reposará hasta que el objeto deseado haya sido asido y gozado. Observemos cómo obró en esta mujer. La constriñó a:
- Acudir a Jesús (Lucas 7:37). Quizá el escarnio de los pretenciosos fariseos despertó esperanza en el corazón de ella: «He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de cobradores de impuestos y pecadores». Su fe la constriñó a acudir a Él sin ninguna invitación personal. ¿No es este gesto para avergonzar a los muchos que siguen rehusando el llamamiento de Dios? (Juan 5:40).
- Arrepentirse de sus pecados. «Colocándose detrás, junto a sus pies, se echó a llorar» (Lucas 7:38). Cuando uno se queda a sus pies y contrasta su propia vida con la suya, de seguro brotarán amargas lágrimas de la contrición. Vernos a su luz es siempre una humillante revelación. Estas lágrimas son preciosas joyas delante de Dios; cuentan de montañas de culpa fundiéndose ante su presencia (Isaías 64:1). ¿Qué efecto tiene tu fe en esta dirección?
- Mostrar las prendas de su amor. «Besaba afectuosamente sus pies, y los ungía con el perfume» (Lucas 7:38). La suya era la fe que obraba por el amor. El beso hablaba del afecto de su corazón, mientras que el precioso ungüento derramado hablaba de una buena disposición a consagrar su todo a Él. La fe que no obra de esta manera es una fe muerta (Santiago 2:26). Los labios del amor deben entrar en contacto con Cristo así como las manos de la fe. Con el corazón el hombre cree para salvación.
III. Los benditos resultados
Ella:
- Fue aprobada. «¿Ves esta mujer?» (Lucas 7:44-46). Estas palabras pronunciadas a Simón caerían como música celestial en los oídos de aquella pobre mujer azotada por el pecado. El mismo Jesús conocía el gozo de ser «varón aprobado de Dios» (Hechos 2:22). «Procura con diligencia mostrarte ante Dios aprobado» (2 Timoteo 2:15). Su manera de allegarse recibió esta excelente acogida, aunque ella no tenía promesa alguna a la que aferrarse. Pero ¡qué solaz para su corazón que Él la encomiara!
- Fue perdonada. «Quedan perdonados tus pecados» (Lucas 7:48). A ella mucho se le perdonó, por cuanto amó mucho. Había una enorme diferencia entre la creencia fría y calculadora de Simón y la sencilla, amante y cordial fe de la mujer. Ella acudió, y con sus lágrimas y besos razonó junto con su Señor, y sus pecados, que eran como la grana, fueron emblanquecidos como la nieve (Isaías 1:18). ¡Qué aliento que se encuentra en su abundante perdón para que los malvados abandonen sus caminos! (Isaías 55:7).
- Recibió la certidumbre. «Tu fe te ha salvado» (Lucas 7:50). La fe en Cristo no solo la salvó de la culpa del pecado, sino también de la tiranía de su poder. Ella estaba ahora liberada del amor mismo al pecado. Su gracia la había salvado, su Palabra le había dado certidumbre. No fueron las lágrimas de sus ojos ni los besos de sus labios lo que la salvaron, sino la fe de su corazón. Por gracia sois salvos por medio de la fe, y por el testimonio que se da de ello recibimos la certidumbre (1 Juan 5:11-13).
- Fue comisionada. «Vete en paz» (Lucas 7:50). Vete en la paz con Dios, por cuanto has sido justificada por la fe (Romanos 5:1). Vete en la paz de Dios, por cuanto eres ahora hija de Dios, y heredera del reino. Vete y publica el Evangelio de la paz, como embajador para Él, que es el Príncipe de la Paz, y que ha hecho la paz mediante la sangre de su Cruz. Ve en paz de vuelta a tu hogar, y a tus compañeros de pecado como mensajero de misericordia, contándoles qué grandes cosas Él ha hecho por tu alma. Tu fe te ha salvado, ¡ve!
«¡Fe triunfante!
La suya es una vía vencedora hacia el cielo,
Con pies de fuego calzados, porque su mano asida está
Inamovible en la de Dios; su mirada reposa
inmutable en la de Él»
Miss Tatham