Un poderoso sermón fue el que Jesús predicó en la sinagoga de Nazaret, basado en las Escrituras, pero lleno de verdad y autoridad.
Un Poderoso Sermón que revelaba la verdad y el cumplimiento de la profecía de Isaías. Jesús se levantó para leer las Escrituras y tomó el rollo del profeta Isaías, donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres…”. Al terminar, declaró: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.
Sus palabras resonaron con autoridad y gracia, dejando a todos maravillados. Sin embargo, lo que comenzó como admiración pronto se transformó en incredulidad y rechazo, pues muchos no podían aceptar que el hijo del carpintero fuera el Mesías prometido.
Bosquejo Bíblico para predicar de Lucas 4:14-30
«¡Nazaret, oh Nazaret!
Aunque tenida en mala fama,
En ti creció “el incontaminado”
Como una serpiente a una paloma envolviendo,
Aquí creció “el niño santo”.
¡Nazaret! La cruz… como vemos
Tu manchado nombre de toda mancha limpiado.»
Se decía proverbialmente: «¿De Nazaret puede venir algo bueno? Pero desde que estas palabras fueron pronunciadas este nombre ha venido a ser sagrado gracias a su asociación con Jesucristo. De hecho, tenemos aquí un principio proveniente del cielo, esto es, que todo aquello con lo que Jesucristo se identifica deviene santo, no importa cuán pequeño o carente de reputación que pueda ser en opinión de los hombres.
Palestina recibe el nombre de Tierra Santa precisamente porque los pies del Santo la pisaron. Un pecador de quien nada bueno podría venir se transforma en santo de la misma manera, entrando en contacto con Jesús. Si Nazaret perdió su mancha de pecado por medio del Nombre de Jesús, también podemos nosotros.
«De Jesús el nombre toma,
Tú oh hijo de dolor;
Regocijo a ti será,
Tómalo doquiera vas.»
En todas partes, en todo lugar, su Nombre es un Nombre salvador. Que sea como la «vasija nueva» de sal que dulcifique cada fuente de amargura de nuestras vidas (2 R. 2:20, 21). La imagen que tenemos delante de nosotros es hermosa e impresionante.
I. El predicador. «Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu» (v. 14). Jesús se había marchado de Galilea, como otros lo habían hecho, para el bautismo de Juan, pero la venida del Espíritu Santo sobre Él y el asalto del diablo en el desierto habían llevado a un maravilloso cambio en su carácter público.
«Las noticias sobre Él se difundieron por toda la comarca circunvecina.» Él había sido desconocido hasta ser bautizado con el Espíritu Santo. Lo mismo tenemos con Pedro y el resto de los apóstoles. EL hombre o la mujer que vuelvan a sus actividades en el poder del Espíritu no dejarán de mostrar pruebas manifiestas de la bendición de Dios.
II. El lugar. «Vino a Nazaret, donde se había criado» (v. 16). Comenzó en casa. «Vete a tu casa, adonde los tuyos, y cuéntales todo cuanto el Señor ha hecho por ti» (Mr. 5:19). El primer ejemplo de piedad se tiene que mostrar en casa (1 Ti. 5:4).
El campo patrio es frecuentemente el más infructífero. «Ni aun sus hermanos creían en Él.» No obstante, su fiel testimonio llevó a muchos a decir: «¿De dónde a éste esta sabiduría y estos prodigios?» (Mt. 13:54). La sabiduría y los prodigios caracterizarán a todos los que estén llenos del Espíritu.
III. El texto. «Él desenrolló el volumen y encontró el lugar», el pasaje de la lección para aquel día (v. 17). El pasaje era el de Isaías 61:1. El texto que encontró era una contrapartida profética de su propia experiencia.
Como predicadores, podemos tener la certeza de esto: que no es la voluntad de Dios que prediquemos de textos que no hayan tenido cumplimiento en nuestra experiencia. «Hablamos lo que sabemos» fue el testimonio de Jesús (Jn. 3:11). Él acababa de recibir la unción del Espíritu, y lo declara a ellos.
IV. El Sermón. Comenzó Él con la aplicación, diciendo: «Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír» (v. 21). La Escritura a la que aquí se hace referencia es una fuente de aguas vivas (v. 18).
V. El resultado. Un autor ha dicho: «Hay una certidumbre moral de que habrá resultados determinados de alguna clase cuando el predicador está ungido por el Espíritu Santo». Sus oyentes:
1 SE ASOMBRARON. «Maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca» (v. 22). Y la gente sigue estando más inclinada a asombrarse de las palabras de gracia que de las meras palabras filosóficas.
La lengua de los divinamente instruidos sabe como hablar una palabra en sazón a los cansados (Is. 50:4). La sabiduría que viene de arriba es siempre práctica. Los que están llenos del Espíritu Santo tienen gracia derramada en sus labios (Sal. 45:2). Las palabras de gracia pocas veces son inoportunas.
2. SE LLENARON DE IRA (v. 28). Su asombro se tornó en ira cuando la luz de la verdad arrojó sus rayos sobre sus propios corazones. Estos miembros de la sinagoga, como muchos modernos oyentes del Evangelio, estaban felices de oír hermosas palabras de gracia en tanto que se les permitiera seguir con sus pecados ocultos y sin tratar. Cristo es la Verdad así como el Camino.
3. LO ECHARON FUERA (v. 29). Los que tienen malos ojos se sienten inclinados a echarle la culpa al sol. No hay mucha distancia a veces entre la admiración de los hombres y su rechazo.
Los que sacrifican la verdad de Dios por causa de sus propios y egoístas fines muestran que están animados por la forma más burda de tiranía. ¡Ah, cuán grandes son las riquezas de su gracia! Aquel a quien ellos echaron fuera ha dicho: «Al que a Mí viene, de ningún modo le echaré fuera».
4. NO PUDIERON ESTORBARLE. «Pero Él pasó por medio de ellos, y se marchó por su camino» (v. 30). ¡Ah, la sin par dignidad de Cristo, la verdad! Él se marchó por su camino, no estorbado por la ira del hombre como tampoco las nubes del cielo podrían impedir el moverse del sol por el cielo.
El hombre en su ceguera puede echar al Cristo de Dios de su vida, pero su propósito eterno seguirá en su camino. No os engañéis, Dios no puede ser burlado.