El Gran Cambio. Bosquejos Bíblicos Para Predicar 2 Corintios 5:14-21
Las experiencias de un cristiano pueden no ser todas ellas experiencias cristianas. Las experiencias pueden ser tan variadas como los mismos cristianos. Pero hay algunas experiencias radicales y fundamentales que se encuentran en la raíz de cada verdadera vida cristiana. Aquí tenemos algunas de ellas. Observaremos:
I. El cambio necesario. «Si uno murió por todos, luego todos murieron» (v. 14). «Así también la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron». El pecado separa de Dios, y estar separado de Dios es muerte espiritual. Se precisa de un cambio, no en Dios, sino en la condición del alma que está perdida para Él debido al pecado.
II. El cambio obrado. «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es» (v. 17). Estar en Cristo es estar confiado en Él tan totalmente que Dios se complace en gracia en contar la justicia de su Hijo como nuestra. En esta nueva creación las cosas viejas han pasado.
Nadie puede crearse a sí mismo. Somos hechura suya. «Creados en Cristo Jesús para buenas obras» (Ef. 2:10). El cambio es tan enorme que «todas las cosas son hechas nuevas», tanto en nosotros como a nuestro alrededor, porque el corazón es renovado y los ojos son iluminados.
III. El método divino en efectuar este cambio. «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (v. 19). Sí, en Jesús de Nazaret, aquel humilde Varón de Dolores, DIOS estaba buscando reconciliar consigo mismo a un mundo enemistado con Él.
En Cristo nos encontramos con este Dios buscador y perdonador, encontrando en Él salvación y novedad de vida, siendo justificados libremente por su gracia, por medio de la redención que es en Cristo Jesús (Ro. 3:24). «Por gracia habéis sido salvados por medio de la fe.» «Es por fe, para que sea por gracia» (Ro. 4:16).
IV. La evidencia de este cambio. «Y por todos murió, par que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (v. 15). La evidencia de que hemos sido redimidos y transformados es una actitud cambiada con respecto a nosotros y a nuestro Señor. Ya no es «Yo», sino «Cristo». Él se dio a Sí mismo para redimirnos. Desde ahora debe ser nosotros para Él.
Y este nuevo propósito en la vida es ciertamente lo que se espera de una nueva criatura. Baste al tiempo pasado para el amor al yo, para la voluntad de la carne, y para la soberbia de la vida. La gracia de Dios que nos ha salvado nos enseña a negar los deseos mundanos y a vivir sobria, justa y piadosamente en este presente siglo (Tit. 2:12). Porque a santidad nos ha llamado Dios (1 Ts. 1:7).
V. Las responsabilidades relacionadas con este cambio. «Así que, somos embajadores de Cristo» (v. 20). Nosotros somos representantes de Cristo en este mundo, tanto en lo que respecta a su carácter como a su propósito.
Debemos rogar a los hombres, en nombre de Cristo, que se reconcilien con Dios. Habiendo sido reconciliados con Dios por medio de Jesucristo, se nos encomienda «el ministerio de la reconciliación » (v. 18). Gracias a Dios que no se trata de un ministerio de condenación sin remedio.
Dios no espera a reconciliarse con los hombres, sino a reconciliar a los hombres con Él. Como embajadores, no quedamos entregados a nuestros propios recursos. Somos colaboradores juntamente con Él (6:1). De su plenitud debemos recibir todos. Trabajemos y oremos que almas sean ganadas para Cristo y para su reino.