EL SECRETO DE UN GRAN CAMBIO. Bosquejos Bíblicos para Predicar Oseas 4:17
«Efraín está ligado a los ídolos; déjalo» (Os. 4:17).
«Efraín dirá: ¿Qué más tendré ya que ver con los ídolos? Yo le atenderé, y miraré por él» (Os. 14:8).
¡Qué cambio más destacable tenemos aquí! El primero habla de una nación abrazada a sus ídolos a pesar de las advertencias proféticas tocantes a las duras consecuencias de tal conducta, mientras que la segunda Escritura describe a una nación el mismo terco y voluntarioso pueblo de Israel echando a un lado a estos mismos ídolos.
Naturalmente, nos interesamos por saber la razón de las decisiones tomadas de manera rápida y repentina, especialmente si se trata de las que se ven en personas tozudas, difíciles de tratar, y no nos quedamos ignorantes del secreto.
Podríamos observar que el descubrimiento del secreto de tal cambio no es simplemente algo interesante, sino de una vital importancia, y algo que afecta a nuestra condición moral y espiritual, porque aquí se exhibe el camino de Dios de desconectarnos del mundo, y también del vicio y del pecado y del yo.
Primero, se nos introduce a una nación casada con sus ídolos. Aquellos fueron unos días tristísimos de la historia del pueblo escogido de Dios. Él había enviado a profeta tras profeta con mensajes de amor a un pueblo recaído, pero sin conseguir nada, porque persistían en sus malos caminos.
Y ahora viene el veredicto divino: «Efraín está ligado a los ídolos; déjalo». Y ser dejados solos eran lo que deseaban, pero no les podría haber sucedido nada más terrible. A veces, cuando cristianos fervientes apremian a hombres y a mujeres del mundo para que se interesen acerca de sus almas, exclaman:
«¿Por qué me inquietas? ¡Déjame!» Se nos dice que los viajeros en las regiones árticas se ven a veces tan vencidos por el frío que se dejan caer sobre la nieve, y les ruegan a sus compañeros que les hagan el especialísimo favor de dejarlos descansar y dormir un rato. Pero esta petición nunca es concedida.
¡Qué falso y cruel sería que estos compañeros de expedición no sacudieran al adormilado, obligándole a mantenerse en movimiento! Ser dejado solo significa la muerte. «Déjanos» (Lc. 4:34): éste fue el ignorante clamor de los pecadores al Salvador. Peor aún, fue un clamor inspirado por un siglo malo. ¡Que el Señor nunca conceda tal petición a ningún lector de esta página!
«Abrazar ídolos, no es que yo pretenda mucha piedad, pero eso no lo hago.» ¿Esto es lo que dices tú? Te ruego que recuerdes esto, que aquello a lo que el hombre le da el mayor valor: dinero, posición social, el placer, los apetitos, el aplauso, esto es su dios. Responde ahora con franqueza a esta pregunta: ¿Qué es lo que es primero en tu vida? ¿Acerca de quién o de qué es tu primer pensamiento cuando te despiertas? ¿Cuál es tu último pensamiento por la noche? ¿Puedes decir esto?:
«Pienso en mi bendito Redentor, En Él toda la jornada medito». Ningún alma inconversa puede responder en sentido afirmativo. Y recuerda, por favor, que todo lo que tenga el primer lugar en tu vida es tu dios. Aferrarse a pecados y placeres:
¿Es éste tu caso? Quizá, ¡ay! algunos confesarían con tristeza que no es tanto que estén abrazando sus pecados como sus pecados asiéndose de ellos en un mortal abrazo. ¡Ah, Él te ama demasiado para dejarte solo todavía. Si en Oseas 4:17 Él dice «¡Déjalo!», en 11:8 exclama: «¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín!».
La secuela se ve en nuestra segunda Escritura, donde tenemos una nación echando sus ídolos fuera. Pero ¿cómo sucedió? O, más bien, ¿cómo será esto? Este maravilloso cambio es el resultado del poder excluyente de un nuevo afecto, introducido por un contacto personal con el Señor, oyéndole y observándole a Él. Ésta es una profecía que será cumplida el día de mañana en la historia de los judíos.
Pero puede quedar cumplida en cada experiencia en el aquí y ahora. Casado con los ídolos, y los ídolos casados contigo, pero hay liberación por medio de Él. Conocerle a Él es vida eterna, con toda la bendición que conlleva tal cosa. «Le he oído». Pues bien, la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. «Le he observado» así es como se suscitan los afectos.