El Verdadero Pan. Bosquejos Bíblicos para Predicar Juan 6:30-40
Los judíos, en la ceguera de sus corazones, seguían clamando por una señal de Cristo que mostrara que Él era realmente aquella «comida que permanece para vida eterna», después de haberlos alimentado con pan milagroso. Nadie es tan difícil de convencer como aquellos que se han decidido a no dejarse convencer. Moisés, decían ellos, «pan del cielo les dio a comer».
Le decían: «Qué, señal, pues, haces tú?» Una de las glorias del Evangelio es que tales indagaciones llevan frecuentemente a más plenas revelaciones de los misterios del carácter de Cristo. Así fue aquí. Jesús ahora se muestra a Sí mismo como aquel Pan del Cielo, del que el maná era un tipo. Observemos:
I. La procedencia de este Pan. «Es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo» (v. 32). No fue Moisés quién os dio aquel pan del Cielo, sino mi Padre, que ahora me envía a Mí como su provisión para vuestras almas pecadoras. «Yo soy de arriba», dijo Él. Cada aspecto del carácter de Cristo, cada acto y palabra, todo ello demuestra que Él era del cielo. Este mundo no podía producir una Personalidad tan singular. Sus padres, sus alrededores, o, de hecho, cualquier cosa fuera de Él mismo, era absolutamente impotente para producir un Pan como éste. «He descendido del cielo» (v. 38).
II. La forma de este Pan. «Yo soy». Cristo no meramente da este Pan, sino que Él es el pan. «Yo soy el pan de vida» (v. 35). Del maná se dijo: «Es el pan que Jehová os da para comer» (Éx. 16:15), y esto es totalmente cierto de Aquel que es el don de Dios. Ciertamente que la forma en que este pan es servido a un mundo que perece es muy atractiva. ¿Qué podría ser más atrayente para un alma fatigada y hambrienta? Él es totalmente maravilloso, y para el corazón hambriento Él es siempre y en todas partes de gran precio. «Mi carne es verdadera comida» (He. 10:19, 20).
III. La naturaleza de este Pan. Es llamado 1) el verdadero pan (v. 32). El verdadero pan es aquel que suple de una manera plena y satisface perfectamente todas las necesidades del hombre. Las vanas filosofías de la sabiduría mundana jamás pueden hacer tal cosa. Nadie sino Cristo puede satisfacer. Ningún otro sino este Nombre tiene las virtudes que necesita para sanar las llagas y dolores de un alma azotada por el pecado.
Él es el verdadero Pan porque Él da satisfacción a toda parte del profundo y complejo carácter del hombre. 2) El Pan de Dios (v. 33). No solo da Jesucristo satisfacción, saciando toda el hambre del corazón del hombre por Dios, sino que también da satisfacción a toda el hambre del corazón de Dios por el hombre. «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia». Adoremos a Aquel que puede a la vez dar satisfacción al corazón de Dios y al del hombre (Pr. 8:22-30). Él es también llamado 3) El Pan de Vida (v. 35). Él es el Pan vivo y dador de vida; así, entrar en contacto personal con Él por la fe es recibir la vida eterna.
IV. El propósito de este Pan. Dar «vida al mundo». La humanidad no espiritual tiene muchas cosas atractivas y útiles sin Cristo, pero carece de vida. El mundo necesita la Luz y la Vida de Cristo antes que pueda ser placentero para Dios. El mundo está hambriento de corazón por la Luz verdadera y por el verdadero Pan de satisfacción, pero en su incredulidad no mira más allá de sí mismo para obtener estas infinitas bendiciones. Sea lo que sea que piensen o digan los hombres, Dios trata con este mundo como una cosa ciega y muerta, y por esto en misericordia envió a su Hijo como su Luz y Vida.
V. La forma en qué debe ser tomado este Pan. Se usan aquí dos sencillas palabras para expresar este acto de apropiación. «El que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en Mí cree, no tendrá sed jamás». Acudir a Cristo, o creer en Él, es el ejercicio concreto del alma para con Él que hace nuestro a Jesucristo y a todo lo que Él es (v. 35).
Luego, después que el alma le ha recibido por la fe, tiene que ir apropiándose de Él día a día como su alimento diario. Viviendo por la fe en el Hijo de Dios. Los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Comed, amigos, y que vuestra alma se deleite en grosura.
Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, no tenéis vida en vosotros.