Hombres Poseídos por el Espíritu. Bosquejos Bíblicos para Predicar Números 11:24-30
«¡Oh Consolador, Santo Espíritu! Ante ti ningún mortal jactarse puede; A tu Nombre de Paracleto me aferro, Mas hallo en Ti poder así como dulzor; Más aún: tu presencia tan cercana Hace mi mirada de fe brillante y clara; Mi corazón en cántico prorrumpe, Por tu presencia fuerte mantenido.»
El Señor no trata con todos de la misma manera. Moisés oró para ser aliviado de «la carga de todo este pueblo», y el Señor le concedió su petición
(vv. 11 17). Pablo oró que el aguijón de su carne le fuera quitado, pero en lugar de ello recibió la gracia suficiente para sobrellevarlo (2 Co. 12:7-10), y gloriarse en él.
En el primer caso, Moisés fue el perdedor (v. 17), en el segundo Pablo fue el ganador. Tengamos cuidado acerca de cómo tratamos con nuestros aguijones y cargas. De esta porción podemos aprender:
I. Las posibilidades de la vida de un creyente. En Moisés había una influencia espiritual suficiente para setenta hombres (vv. 24, 25). ¿Hay acaso algún límite para la medida de sabiduría y de poder que Dios pueda comunicar a un siervo manso y fiel? El Espíritu fue dado a Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, sin medida, de modo que este santo aceite de unción pudiera rebosar descendiendo a las faldas de sus vestiduras, a todo el cuerpo de su pueblo.
II. Los hombres poseídos por el Espíritu son hombres separados.
«Y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo» (v. 24). Estos hombres fueron llamados fuera, apartados, y sus nombres fueron escritos (v. 26) antes que el Espíritu Santo viniera sobre ellos.
Los ciento veinte en el aposento alto fueron separados y apartados con este propósito determinado antes de que fueran todos llenos con el Espíritu. Venid vosotros aparte a la invitación de Dios, y recibiréis el poder del Espíritu Santo sobre vosotros.
III. Hay grados de plenitud del Espíritu. «Jehová… tomó del espíritu que estaba en él [en Moisés], y lo puso en los setenta varones ancianos » (v. 25). Después de esto Moisés no tendría la misma medida del Espíritu sobre sí. No era necesaria por cuanto no tendría la misma cantidad de trabajo que hacer.
La medida de nuestra plenitud del Espíritu depende mucho de la medida de nuestra fe y servicio por el Señor. El Señor no da su dinero a ociosos en la plaza. El lema de Carey era: «Intenta mucho para Dios, y espera mucho de parte de Dios».
IV. Los hombres poseídos por el Espíritu no pueden quedar ocultos. «Eldad y Medad profetizaron en el campamento» (vv. 26, 27). El poder del Espíritu Santo es fuego del cielo, no puede esconderse. Si se pone debajo de un almud, tanto peor para el almud. Cristo no pudo quedar oculto. Cuando Él vive en nosotros por el Espíritu Santo no puede uno ocultarse de Él.
Cuando los que han estado hasta ahora mudos para Cristo comienzan a profetizar, esto desde luego creará una cierta excitación. «Y corrió un joven y dio avisto a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento».
No hay nada como el gran poder del Espíritu Santo para hacer que los jóvenes corran, y para despertarlos de su haraganería de indiferencia espiritual. Cuando un hombre es dotado por el Espíritu Santo su vida lo mostrará.
V. Los hombres poseídos por el Espíritu no deben ser impedidos. «Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, … dijo: Señor mío Moisés, impídelos. Y Moisés le respondió:
¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos» (vv. 28, 29). Quizá fue el mismo Josué aquel joven que tan sorprendido se quedó por estas innovaciones que se lanzó a la carrera para dar la noticia.
Estos hombres son necesarios, y la alegría de Moisés al oir de ello muestra la grandeza y mansedumbre de su corazón exento de envidia. Todo hombre lleno del Espíritu se regocija en que otros sean dotados de poder de lo alto por Cristo y por causa de su reino.
«Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta», como todos pudieran serlo (1 Co. 14:5). El Espíritu Santo ha sido dado para que todo creyente pueda tener este poder; y el mandamiento es: «Sed llenos del Espíritu» (Ef. 5:18).