Invitados para Servir. Bosquejos Bíblicos para Predicar Éxodo 3:10-12
Tengamos cuidado de no tratar a la ligera ninguna indicación del Espíritu que mora en nosotros. Perderemos mucha enseñanza preciosa si rehusamos echarnos a un lado e indagar cuando se nos ha dado alguna nueva luz.
Algunos de los mayores tesoros espirituales han sido descubiertos al seguir en el acto lo que era solo una insinuación. Moisés se echó a un lado y encontró la salvación de Israel. En los versículos arriba citados observamos:
I. La invitación. «Ven, por tanto, ahora.» Todos los que quieran oír su voz pueden dar oído a esta invitación llena de gracia. «Venid, pues, y arguyamos juntos» (Is. 1:18, V.M.). «He aquí ahora el tiempo favorable».
II. La comisión. «Te enviaré.» Debemos acudir a Él antes de que podamos ir en su Nombre. Tenemos que recibir antes de poder testificar. Que todos los que acudan se preparen para ir.
III. El propósito. «Para que saques de Egipto a mi pueblo.» Él iba a ser ahora empleado por Dios para liberar a otros de la servidumbre de la esclavitud. ¿No debería cada uno que se ha allegado a Cristo empeñar su ayuda para sacar a otros a la libertad de hijos?
IV. La excusa. «Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo, para que vaya?» Jeremías dijo, en semejantes circunstancias: «¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar» (cap. 1:4-7). Cuando podemos darnos cuenta de la grandeza de la obra que nos ha sido dada, seremos conscientes en el acto de nuestra total incompatibilidad en nosotros mismos para llevarla a cabo. Este vaciamiento de uno mismo es un proceso necesario.
V. La promesa. «Ve, porque Yo estaré contigo.» Dios toma ahora el puesto de nuestras debilidades, y así nos da en su lugar su poder. Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? «Por tanto, de muy buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo» (2 Co. 12:9). Cuando soy débil, entonces soy fuerte.
VI. La certidumbre. «Esto te será por señal de que Yo te he enviado.» Su presencia con nosotros es la prenda de que hemos sido enviados por Él. Él está con cada uno que ha sido enviado (Mt. 28:19, 20). Si tenemos esta prenda con nosotros, podemos quedar satisfechos acerca de los resultados. Los resultados están con Aquel que obra en nosotros (Fil. 2:13).
VII. La expectativa. «Serviréis a Dios sobre este monte.» Esto era una garantía de que su misión vendría a ser finalmente coronada con el éxito. Sus hermanos, ahora esclavos en Egipto, adorarían a Dios sobre este monte donde él se encontraba ahora.
Tenemos que estar en el monte con Dios si queremos ser el medio de elevar a nuestros semejantes al mismo privilegio. Esta experiencia constituye siempre el comienzo de una poderosa obra para Dios. «Robusteceos en el Señor, y en el vigor de su fuerza» (Ef. 6:10).
