José, el Príncipe Gobernante. Bosquejos Bíblicos para Predicar Génesis 47
Prevalecía el hambre en la tierra, pero había suficiente y de sobra en las manos de aquel a quien Dios había exaltado, y que llevaba el sello real. Todos los necesitados tenían que «ir a José».
El tiempo de terrible necesidad solo sirvió para demostrar las inescrutables riquezas del Gran Libertador. Hay suficiente en Cristo Jesús para satisfacer a toda alma hambrienta. «Señor, ¿a quién iremos? Tú solamente tienes palabras de vida eterna» (Jn. 6:68). No es sin profundo significado que el hambre llegó a su fin recién cuando el pueblo no tenía más para dar.
Cuando llegaron al fin de sí mismos, entonces Dios vino y los libró. Muchos están todavía luchando a través de un tiempo de hambre espiritual en sus almas porque no han cesado aún de querer hacer trueques con Dios para obtener bendición.
En este capítulo tenemos a José honrado y servido por aquellos que una vez le negaron y persiguieron. Aquí podemos ver en figura nuestra relación con Jesucristo como siervos. Hay:
I. Gran privilegio. «Les dio posesión en lo mejor de la tierra» (Gn.47:11). Al ser introducidos en la tierra de Egipto fueron colocados bajo el gobierno de José; en el reino de José.
Nosotros como cristianos hemos sido puestos en el reino del amado Hijo de Dios, dentro de la esfera de su imperio de gracia. Ésta es nuestro Gosén, la frontera del cielo. Esta bendita tierra de promesa es la mejor de todas las tierras, porque aquí el Príncipe mismo ejerce su cuidado personal sobre nosotros. «Los alimentaba con pan.»
II. Sincera confesión. «Y ellos respondieron: La vida nos has dado» (Gn. 47:25). Salvó sus vidas al hacerles provisión mucho antes de que llegara el hambre. Jesús proveyó para nosotros hace largos años.
Todavía guarda misericordia para millares; solo Él puede salvar nuestras vidas. ¿Le hemos honrado con semejante testimonio? Tú has salvado mi vida; salvado por pura gracia. A Él sea la gloria para siempre jamás.
III. Voluntario servicio. «Hallemos gracia en ojos de nuestro señor, y seamos siervos» (Gn. 47:25). Si la gracia de José les constriñó a consagrarse al servicio de Faraón, cuánto más debiera la gracia del Señor Jesucristo constreñirnos a nosotros a rendirnos a Dios. «El amor de Cristo nos constriñe» (2 Co. 5:14). «Presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo…, a Dios, que es vuestro culto racional» (Ro. 12:1).
IV. Amplia provisión. «José dijo: Os he comprado…; ved aquí semilla, y sembraréis la tierra» (Gn. 47:23). José no solo los compró, sino que llenó sus manos de buena simiente para que ahora pudiesen ser obreros fructíferos. La parábola es clara.
Redimidos por su sangre y llenados de la simiente de la Palabra, salimos como sembradores para que el fruto abunde a gloria y alabanza de su nombre. Nunca olvidemos que Él provee la semilla. En nuestra vaciedad vengamos a Aquel que gustosamente llena las manos de aquellos a quienes ha comprado. Esta es la vida consagrada: llenados con su plenitud.
V. Especial recompensa. «Si hay hombres capaces, ponlos por mayorales » (Gn. 47:6). El hombre solicito en su trabajo estará delante de los reyes. Los diligentes en la causa de Cristo recibirán su recompensa en el día de su aparición.
Nuestro José los buscará. Ni un vaso de agua dado en su nombre será olvidado. ¡Cuántos cristianos están perdiendo este honor por malgastar su precioso tiempo! El día lo declarará. No nos cansemos de hacer bien; recordemos que a su tiempo segaremos.
VI. Real honor. «José tomó a sus hermanos, y los presentó delante del Faraón» (Gn. 47:2). Nuestro Pariente, Redentor y Príncipe es también poderoso para presentarnos sin mancha delante de la gloria de su Padre con gran alegría.
Si Él te preguntara en aquel día: «¿Qué fue tu ocupación?», como cristiano ¿cuál sería tu contestación? ¿Podrías decir: «Pastor de ovejas fue tu siervo», uno que alimentaba el rebaño de Cristo? Alabémosle por la sangre que todo lo expía, y por el Espíritu todopoderoso que mora en nosotros y por quien podremos estar ante el trono sin reprensión. Sed activos para el Señor si queréis ser irreprensibles delante de Él en su venida.