JUAN EL BAUTISTA Y EL ESPÍRITU SANTO. Bosquejos Bíblicos para Predicar Lucas 1:12-17
«Señor, ¿qué es lo que Tú has enviado? Mi corazón, cual turbulenta ola del mar, Se duele con rara y dulce agonía; ¡Oh nacido no de la tierra mas viniendo del cielo! De pecado Tú buscas dejarme convicto, Y bajo tu toque de prueba me sobresalto.»
Hay una singular semejanza entre la obra de Juan y la obra del Espíritu Santo. Ambos vinieron a convencer a los hombres de pecado, a traerlos a arrepentimiento, y a señalarles a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado. Los puntos de semejanza no son pocos:
I. La venida de ambos fue predicha (v. 13; Juan 14, 16). El nacimiento de Juan fue predicho por el ángel; y Cristo prometió enviar otro Consolador. Cada acontecimiento predicho por Dios es un eslabón conectando la tierra con el cielo, una evidencia de la realidad de las cosas invisibles y eternas.
II. A la venida de ambos muchos se alegraron. Se dijo de Juan que «muchos se regocijarán por su nacimiento» (v. 14). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés llenó a muchos de júbilo. Tres mil almas recibieron jubilosas la Palabra, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios (Hch. 2:41-47). El fruto del Espíritu es gozo.
III. Ambos iban a ser grandes a los ojos del Señor. «Será grande a los ojos del Señor» (v. 15). El testimonio de Juan era glorificar al Señor, aunque a los ojos de los hombres y en su propia estima fuera simplemente una voz clamando en el desierto.
Jesús dijo del Espíritu santo: «Él me glorificará» (Jn. 16:14). El bendito Espíritu es ciertamente grande a los ojos del Señor, aun cuando los hombres le ignoren y cierren sus oídos al clamor de su voz. ¿Has oído esta voz clamando en el desierto de tu corazón desolado y vida sin fruto?
IV. Ambos debían preparar el camino para el Señor. «Él mismo irá delante, en su presencia, con el espíritu y el poder de Elías» (v. 17). El Espíritu Santo prepara también el camino para que la salvación de Cristo nos venga, «convenciendo de pecado» (Jn. 16:8). Juan preparó el camino del Señor convenciendo a la gente de la necesidad de arrepentimiento; el Espíritu Santo prepara el camino del Señor a nuestros corazones revelándonos la necesidad que tenemos de salvación.
V. Ambos iban a volver a muchos hacia el Señor. «A muchos de los hijos de Israel les hará volver al Señor su Dios» (v. 16). Ésta es asimismo la misión del Espíritu Santo. «Él dará testimonio de Mí», dijo Jesús.
Cuando el Espíritu de gracia y súplica sea derramado, entonces «mirarán a Mí» (Zac. 12:10). Volver a los hombres al Señor es su obra vencedora. Es el Espíritu el que vivifica. No puede haber salvación ni gozo en el Señor sin esta vuelta, porque todos, como ovejas, nos hemos descarriado. Volveos, volveos, ¿por qué moriréis?
VI. Ambos vinieron para dar el conocimiento de la salvación. «Y tú… irás ante la faz del Señor, para preparar sus caminos, para dar al pueblo conocimiento de salvación» (vv. 76, 77). Juan dio el conocimiento de la salvación al declarar que el Salvador estaba a la mano. El Espíritu Santo da el conocimiento al revelar a Cristo en el corazón. El que cree tiene el testimonio en sí mismo (1 Jn. 5:10).
VII. Ambos vinieron para preparar un pueblo dispuesto para el Señor. Ésta fue la característica sobresaliente de la misión de Juan (v. 17); ésta es preeminentemente la gran misión del Espíritu Santo, llamar fuera a un pueblo para su Nombre, y prepararlo para la venida del Señor (Hch. 15:14).
La Iglesia es la Esposa del Cordero, llamada y confortada y conducida por el Espíritu, así como Eliezer preparó a Rebeca dándole los dones de Isaac y la condujo directamente a la presencia de aquel a quien sin haber aún visto, sin embargo amaba (Gn. 24).
VIII. Ambos acudieron a honrar al Señor y no a sí mismos. Juan, por así decirlo, se mantuvo a sí mismo fuera de la vista de los demás al decir: Soy una voz, para ser oído, pero no visto. Asimismo el Espíritu, se nos dice, no hablará de Sí mismo.
La misión del Espíritu, como la de Juan, es señalar a Jesús como el Cordero de Dios. Él tomará de lo mío y os lo hará saber (Jn. 16:13, 14). Los llenos con el Espíritu se volverán a este respecto como el Espíritu, buscando solamente glorificar a Jesús. Su lenguaje es: «Es menester que Él crezca, y que yo mengüe» (Jn. 3:30).