No todos los hombres tienen fe; algunos no tienen ninguna fe (Marcos 4:40); algunos tienen poca fe (Mateo 6:30). Este centurión era uno que tenía gran fe. Los que tienen fe son ricos. La fe adquiere cualquier cosa de Dios.
Texto Biblico: Mateo 8:5-10 Nueva Versión Internacional (NVI)
La fe del centurión
5 Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.
6 ―Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente.
7 ―Iré a sanarlo —respondió Jesús.
8 ―Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. 9 Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían:
―Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe.
La fe de este hombre era:
I. Grande cuando se piensa de quién era. Era centurión romano: no un judío, familiarizado con las Escrituras. ¿Cómo pudo haber crecido tanto su fe si no hubiese creído todo lo que oyó de la verdad en cuanto a Jesús? Una gran fe suele ser nutrida en medio de las mayores dificultades. Las circunstancias pobres no son especialmente favorables para una fe pobre. Si tu fe ha de crecer en gran manera, tendrá que ser ejercitada abundantemente.
II. Grande cuando se piensa de su ocasión. Su esclavo estaba enfermo. Creyó que la compasión de Cristo era suficientemente profunda y amplia para llegar a los pobres e ignorantes. No como el fariseo (Mateo 9:11). Una gran fe siempre trae a Jesús las cosas pequeñas y las cosas disputadas. La poca fe nunca lleva las pequeñas dificultades a Dios. Se requiere gran fe para traer los detalles menudos de la vida a Él en oración. Guardémonos de las zorras pequeñas.
III. Grande cuando se piensa de la necesidad mencionada. Su «criado estaba postrado, paralítico, gravemente atormentado». Afligido tanto en cuerpo como en alma, un incurable impotente, hasta donde alcanzaban la habilidad y poder humanos. Pero su fe en Jesús superaba todo. Nada es demasiado difícil para el Señor. Una gran fe echa mano a la grandeza de Cristo. El poder de Cristo es suficiente para todas las emergencias de un creyente.
IV. Grande cuando se piensa del pedido hecho. «Solo di la palabra.» No pidió una visita; no confió en medios. Todo su deseo será llenado con su palabra solamente. Siempre es así. Una gran fe no pide señales, sino que se satisface con solo la promesa, sabiendo que el Señor es fiel.
V. Grande cuando se piensa del argumento empleado. «No soy digno; soy hombre bajo autoridad.» Una gran fe es siempre humilde, pues ve tanta gracia y bondad en Jesús que el orgulloso y jactancioso propio yo es avergonzado. «Solamente di la palabra, y el demonio y el mal se irán tan rápidamente como la obediencia de mi siervo cuando yo le mando hacer algo». Una gran fe es la más infantil de todas. «Señor, auméntanos la fe».
VI. Grande cuando se piensa de los resultados que siguieron. «Como creíste, te sea hecho» (Mateo 8:13). Su fe sencilla pero de corazón grande fue contestada en seguida, y contestada plenamente. No quedó nada que desear. Tan maravillosamente bondadoso es nuestro amante Señor que nunca envía vacíos a los hambrientos.
VII. Grande cuando se piensa del encomio dado. «No he hallado tanta fe.» Jesús conoce exactamente la medida de nuestra fe. ¡Cuán preciosa cosa es a sus ojos! De veras le agrada grandemente que se confíe en Él. Tanto es su contentamiento con ello que salva a todos los que creen (Hechos 13:39). «Sin fe es imposible agradarle» (Hebreos 11:6). Dale este placer.