Leví es también llamado Mateo en el primer Evangelio. Mateo significa don de Dios, un hermoso nombre para un publicano contratado por los romanos para actuar como recaudador de impuestos. Quizá hubiera codiciado esta despreciada profesión por su codicia de beneficios. Es posible que debido a una tal traición todos sus amigos le hubieran dado la espalda.
La manera en que consideraban este negocio es como nosotros miraríamos a un defensor de la temperancia inaugurando una tienda de licores, o a un cristiano que pusiera una tienda de libros anticristianos. La conciencia del pobre recaudador de impuestos debe haberse sentido frecuentemente aguijoneada. Su alma debe haberse sentido frecuentemente asqueada de todo aquel asunto, pero, ¿qué podía hacer? Su oportunidad le llega...
I. Dónde recibió el llamamiento. «Sentado a la mesa de impuestos» (v. 14). Mientras estaba ocupado en su trabajo. Fue un llamamiento repentino. Jesús sabe dónde encontrar a aquellos que en sus corazones están anhelando liberarse de la esclavitud del pecado. El llamamiento puede venir en medio de todas las actividades de un negocio dudoso, o bien la voz suave y apacible de un Salvador que pasa puede llegar mientras se trabaja en el campo, en el taller, en la oficina o en el molino.
II. Cuando llegó el llamamiento. «Al pasar» (v. 14). Hay algo patético en esto. Jesús llegó. Habló. Y pasó. ¡Qué oportunidad! ¡Qué privilegio! ¡Cuán inesperadamente llegó, cuán rápidamente pasa! ¡Qué poco tiempo para decidirse, y cuán inmensas las consecuencias! Fue una oferta de salvación la que pasaba, y era para Él el ahora del tiempo de aceptación. Pasa Jesús de Nazaret. Puede que esté pasando y llamándote precisamente ahora... ¿o te ha llamado y has rehusado? ¿Están estas cosas escondidas a tus ojos? O, si tú lo hubieras conocido en este tu día (cf. Lc. 19:42).
III. La naturaleza del llamamiento. «Sígueme» (v. 14). Él necesitaba a Cristo, y Cristo lo necesitaba a Él. ¿Acaso no vio el anhelo inexpresado de su alma? ¿No era un llamamiento de amor infinito de acudir y participar de su plenitud infinita? Jesús sabía lo que Mateo necesitaba, y que Él podía suplir aquella necesidad. Era un llamamiento a seguir, a una vida de constante obediencia. Todos sus llamamientos son a mayores experiencias de gracia y utilidad. «Ven y ve».
IV. La respuesta dada. «Y Él se levantó, y le siguió» (v. 14). Éste era un llamamiento efectivo. Efectivo no solo porque era el llamamiento del Señor, sino también porque su corazón había estado preparado y dispuesto para Él. La semilla había caído en buena tierra. Así, «todas las invitaciones de Dios son sus capacitaciones». El llamamiento de Dios significa siempre separación de todo aquello que la conciencia condena. Él no podía tomar su mesa de impuestos consigo. Es digno de observar que la voz de Dios en la Palabra está siempre en armonía con la obra del Espíritu dentro. El llamamiento exterior de Cristo viene en respuesta a la voz interna del Espíritu Santo. El Espíritu convence; el Salvador invita.
V. El cambio evidenciado. «Estando [Jesús] sentado a la mesa en casa de Él» (v. 15). Dice Lucas que «Leví le hizo un gran banquete en su casa» (v. 15). Él le había abierto la puerta; ahora el Señor entra y cena con Él. Sí, la comunión y la amistad siempre siguen a una obediencia de corazón. Algunos de los publicanos, sus viejos compañeros, son invitados a conocer a Jesús. Este gran banquete declara que ya ha sido sanado de su codicia, y que está ahora ansioso de ver a otros gozar de la bendición. Éstas son las señales que siguen al seguidor de Jesús.
VI. La gran cuestión. «¿Qué es esto, que Él come y bebe con los cobradores de impuestos y pecadores?» (v. 16). Nos sentimos muy agradecidos con ellos por haber suscitado esta cuestión. Es de gran alcance; toca a la infinitud de la gracia de Dios. ¿Cómo es? Solo el mismo Señor Jesús puede responder a esto. Los que preguntan, naturalmente, no sienten simpatía alguna para con los pecadores, por lo que lo juzgan a Él por el mísero rasero de ellos mismos. ¡Cuán tenebrosos son y endurecidos están los corazones que ven solo esta falta! Él ama al pecador. «¡Mirad qué amor!»
VII. La respuesta directa. «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (v. 17). ¿No tenemos aquí una prueba de Leví se sentía un pecador necesitado? Era debido a que estaba enfermo que necesitaba de un médico. Los justos, con su justicia se excluyen de su poder sanador y salvador. Una hermosa ventana en una de las catedrales inglesas fue hecha por un impopular artesano con trozos rechazados de vidrio. Nuestro menospreciado y rechazado Señor está edificando para Sí una gloriosa Iglesia con materiales tan de rechazar como publicanos y pecadores, los mismos desperdicios del diablo.
«Al que a Mí viene, de ningún modo le echaré fuera» (Jn. 6:37).

