LA GLORIA DE DIOS
Levítico 9
Hemos visto que en los capítulos anteriores se dice mucho acerca de varias ofrendas y sacrificios, indicándose con cada uno de ellos, de una u otra manera, la apertura de un camino por el que el hombre pecador puede allegarse a Dios y encontrar su favor.
¿Qué podría ser más graciosamente hermoso que la promesa de la gloria de Dios revelada después que se han hecho todos los sacrificios, y que esta revelación de Sí mismo estuviera asociada con el octavo día? (v. 1).
El octavo día es siempre el comienzo, o el primer día de una nueva semana, y por ello nos trae a la memoria el día de la resurrección de nuestro Señor y Salvador, y de la manifestación de su gloria, la gloria de su poder, después de haberse consumado el gran sacrificio.
I. La gloriosa promesa. «La gloria de Jehová se os aparecerá» (v. 6).
Siempre ha sido su deseo manifestarse al hombre, y que el hombre le conociera. Fue para esto que vino Cristo. Él podía decir: «La gloria que Tú me diste les he dado». Esta gloria incluye la gloria de su longánima misericordia y abnegado amor.
II. La necesaria preparación. Antes que pudiera aparecer el Señor en su gloria el pueblo debía tener:
1 UN MEDIADOR SANTO. Aarón como sacerdote debía hacer primero expiación por sí mismo (v. 7). El que había de estar entre Dios y el hombre debía ser él mismo aceptado por Dios. Cristo es nuestro Sacerdote, constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere (He. 5:1-3).
2 UN SACRIFICIO PERFECTO. No es sin un debido significado que los cuatro sacrificios especiales anteriormente mencionados (caps. 1, 2, 3, 4) fueran ofrecidos en aquel día en que el Señor iba a aparecer (vv. 1-4). Como ya hemos observado, todas estas ofrendas, tomadas globalmente, nos exhiben una plena vista del perfecto carácter moral y preciosa muerte expiatoria del amado Hijo de Dios.
La gloria de Dios únicamente puede ser revelada a los que tienen una verdadera apreciación de los padecimientos del Salvador. Te ruego que me muestres tu gloria.
III. El magno resultado. Éste puede ser recapitulado en las siguientes y expresivas palabras:
1 BENDICIÓN. «Alzó Aarón sus manos hacia el pueblo y lo bendijo » (v. 22). Esto implicaba la consciencia del perdón. Aceptados por medio de la ofrenda. ¿Acaso no nos ha bendecido con toda bendición en los lugares celestiales en Cristo?
2 GLORIA. «La gloria de Jehová se apareció a todo el pueblo» (v. 23). Está será asimismo nuestra porción cuando Él aparezca. Lo veremos como Él es, y seremos juntamente glorificados. Hemos recibido la bendición ahora por medio de su gran muerte expiatoria; veremos esta gloria cuando seamos cambiados y trasladados a su presencia.
3 JUICIO. «Salió fuego de delante de Jehová», etc. Este fuego consumidor saliendo en presencia del pueblo sugiere el terrible juicio de Dios, sea que caiga sobre el altar o sobre el pecador. Nuestro Dios, el Dios de la gloria, es asimismo un fuego consumidor. Éste es el juicio que caerá sobre los malvados a los que Él destruirá con el resplandor de su venida (2 Ts. 2:8). Palabras solemnes… Piénsalas.
4 ADORACIÓN. «Todo el pueblo… se postraron sobre sus rostros » (v. 24). ¿Qué podía ser más apropiado? Al manifestarse la gloria de su poder solo podemos postrarnos sobre nuestros rostros y adorar. La salvación por medio de Cristo lleva a ser juntamente glorificados.
La gloria de su gracia y justicia conduce al clamor de alabanza y al postramiento de un corazón adorador (2 Cr. 7:1-3). Que cada uno de nosotros se pregunte: ¿Tiene el Señor respeto de mi ofrenda?