La FE y El Freacaso de Asá. Bosquejos Bíblicos para Predicar 2 Crónicas 14–16
«El ardor de la fe, una vez dentro de nosotros, Hace que todo lo demás sea insignificante; Nuestra vida penetramos con tal fulgor Como el fuego a la madera y al hierro da»
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En estos capítulos tenemos una fiel biografía de Asá. Los rasgos de este carácter, buenos y malos, son igualmente destacables.
En la Biblia no hay retoques del negativo para dar a la imagen una apariencia más placentera. Como historiador, el Espíritu de Dios nada sabe del arte de la adulación. Como el hombre es en su corazón, así es delante de Dios. La vida de Asá está llena de aliento y de advertencias para nosotros. Observamos:
I. Su buen carácter. Hizo Asá lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios. Éste fue un noble comienzo. Rehusó dejarse guiar por la luz de sus propios ojos, o por las opiniones y prejuicios de los demás. Es bueno recordar que los ojos del Señor están siempre en busca de aquellos cuyos corazones son rectos para con Él, para poderse mostrar poderoso en favor de ellos. El pensamiento recto conducirá a la recta acción, y la fuerza de Dios está del lado de los justos.
Asá no solo quebró las imágenes, sino que también «mandó a Judá que buscase a Jehová el Dios de sus padres. No es suficiente con quitar lo malo de en medio. Tenemos que buscar lo recto. De nada servirá abandonar los ídolos si no nos volvemos a Dios (cf. 1 Ts. 1:9).
II. Su gran fe. La fe de Asá fue puesta a prueba cuando su ejército de 580. 000 se vio ante 1. 000. 000 de etíopes y 300 carros, pero se mantuvo firme. «Y clamó Asá a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para Ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en Ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra esta gran muchedumbre. Asá mira a los muchos como nada, pero la ayuda de Dios» es todo. Tener la ayuda de Dios es recibir un empuje todopoderoso.
La manera de asegurar su ayuda es apoyarse en Él, e ir en su Nombre. Ésta es la obra de la fe, y la fe alcanza la victoria, porque «Jehová deshizo a los etíopes delante de Asá». Lo hizo porque Asá se apoyó en Él y confió en su Nombre para ello.
«Ésta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe». III. La oportuna advertencia que recibió. «Vino el Espíritu de Dios sobre Azarías hijo de Obed, y salió al encuentro de Asá, y le dijo: Oídme, Asá y todo Judá y Benjamín: Jehová estará con vosotros, si vosotros estáis con Él Pero esforzaos vosotros (…) pues hay recompensa para vuestra obra» (15:1-7). Éste es enfáticamente un mensaje inspirado por el Espíritu.
¿Por qué vino a Asá inmediatamente a continuación de su gran victoria de fe? Porque el Espíritu de Dios sabía que en aquel momento estaba en gran peligro de que Asá se ensoberbeciera y que cayera a un estado de autocomplacencia. ¡Ah, cuán anhelante está el Espíritu Santo en mantener nuestra fe en Dios, para que su Nombre reciba honra haciendo grandes cosas por nosotros! «Si crees, verás la gloria de Dios» (Jn. 11:40). Ten cuidado de cómo oyes.
IV. Su poderosa influencia. Muchos de Israel se habían pasado a él, viendo que Jehová su Dios estaba con él. Muchos extranjeros del reino de Israel se unieron a las filas del rey de Judá cuando vieron que Dios estaba de su lado. Los que logran victorias por la fe son los más influyentes de todos los líderes. No todos son líderes natos. Hay muchos que están dispuestos a tararear una melodía que no pueden crear.
Pero el elemento sobrenatural debe ser evidente en el líder designado por Dios. Mis ovejas, dice Cristo, «oyen mi voz, y Yo las conozco, y me siguen». ¿No los hay muchos hoy día que se separarían del reino de las tinieblas si pudieran solo ver que el Señor nuestro Dios está con nosotros? No con nosotros en teoría, sino en acciones poderosamente victoriosas.
La influencia de Asá era no solo atractiva, sino de lo más eficaz al volver todo el corazón de Judá al Señor (vv. 12-14). Los constriñó a buscar al Señor hasta que «fue hallado de ellos». Empleó su gran influencia para el mejor de los propósitos, para traer a los hombres a Dios.
V. Su repentino fracaso. Cuando «subió Baasá rey de Israel contra Judá… entonces sacó Asá plata y oro de los tesoros de la casa de Jehová y… envió a Ben-adad rey de Siria» (16:1-4). Esto era un soborno enviado al rey de Siria para que le ayudara contra el rey de Israel. ¿Se había olvidado ya de aquel mensaje que el Espíritu le había comunicado por medio de Azarías? (15:1, 2).
¿Dónde está ahora su fe? Comenzó en el espíritu. ¿Va a terminar en la carne? Su actual incredulidad lo lleva a profanar las cosas de Dios (15:18). Cuando en su mayor angustia ante la hueste etíope, clamó al Señor y se apoyó en Él, pero éste no es un asunto tan agobiante, por lo que cree que podrá manejarlo con su propia inteligencia y estratagema.
Asa ignora a Dios, y cae de la gracia. Nuestros mayores peligros no residen siempre en nuestras mayores tentaciones, porque cuando somos llevados a la consciencia de nuestra propia impotencia delante de una gran prueba, nos fortalecemos apoyándonos en Dios. Es cuando pensamos que somos lo suficientemente sabios y fuertes para las ocasiones pequeñas que acecha el peligro. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas (Pr. 3:6).
VI. Su actitud rebelde. Cuando el vidente Hananí reprendió a Asá por cuanto te has apoyado en el rey de Siria, y no te apoyaste en Jehová tu Dios, leemos que se enojó Asá contra el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de esto. Es una señal indefectible de recaída cuando un hombre se encoleriza contra el vidente de Dios porque éste le dice la verdad.
El hecho de echar al vidente en la cárcel no hace que la visión sea menos cierta. El hombre de fe siempre será un vidente, mientras que el incrédulo será siempre ciego. Asá no intenta sobornar al vidente, pero intenta amordazarlo.
En lugar de arrepentirse de su insensatez por haber puesto su confianza en brazo de carne, trata de justificarse a sí mismo, hasta el mismo punto de condenar la voz de advertencia de Dios. Ir más allá del arrepentimiento es ir más allá de la esperanza de restauración. Si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo (1 Jn. 2:1).
VII. Su fin miserable. Asá enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. Su pecado no consistió en buscar la ayuda de los médicos, sino en no buscar la del Señor.
Si su corazón no hubiera estado más enfermo que sus pies, nunca se le habría acusado de este pecado. Un médico puede ser tan don de Dios como un vidente, pero cuando confiamos en el don en lugar de en el Dador, deshonramos a Dios, y nos exponemos al fracaso y a la muerte.
Es un hecho triste que la vida de este hombre por otra parte grande y bueno concluya con estas palabras: «No buscó a Jehová». «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Co. 10:12). Recordemos las palabras del hijo de Obed: Jehová estará con vosotros, si vosotros estáis con Él (2 Cr. 15:2).