LA OFRENDA VOLUNTARIA. Bosquejos Bíblicos para Predicar Levítico 22:17-25
Los redimidos del Señor tienen muchas oportunidades de mostrar su amor hacia el Señor con sus ofrendas voluntarias a Él. El Señor ama al dador alegre. Al ser salvo por la gracia, esta gracia debería hallar expresión en actos espontáneos de sacrificio y de acción de gracias. De gracia recibisteis, dad de gracia. Nótese aquí que estas ofrendas:
I. Son «esperadas por el Señor» (v. 18). No que Él necesite el don, sino que Él desea anhelantemente aquella condición de corazón y mente que prefiere reconocerlo de esta manera. El apóstol Santiago dice: «Te mostraré mi fe por mis obras». Nuestro amor a Dios puede manifestarse de la misma manera.
II. Deben ser «traídas al altar» (v. 18). Al ser holocaustos, eran puestas sobre el gran altar de bronce fuera del lugar santo. Este altar nos habla de la Cruz de Cristo, por medio de la que nosotros y nuestras ofrendas son hechas aceptables para Dios.
Incluso una ofrenda voluntaria no es aceptable para Jehová aparte de la persona y obra de su Hijo Jesucristo. Los dones de los impíos, incluso para la obra de la Iglesia, no puede decirse que son puestos sobre el altar. Ofrendas voluntarias a hombres, pero no a Dios. El amor de Cristo no es el motivo que les constriñe.
III. Podían ser entregadas por «cualquiera» en Israel. «Cualquier varón de la casa de Israel» (v. 18). Se debía pertenecer al pueblo de Dios antes de que una ofrenda voluntaria pudiera ser aceptada. Nadie tiene una voluntad libre hasta que llega a ser hijo de Dios por la gracia redentora.
Hasta entonces el pecado tiene dominio sobre toda la naturaleza, estando bajo la ley (Ro. 6:14). Hasta que quedemos libres del pecado mediante el poder de Cristo, nunca nuestras ofrendas podrán llegar al altar.
IV. Deben ser dadas «voluntariamente». «Como ofrendas voluntarias » (v. 18). No puede tratarse de una ofrenda de libre voluntad a no ser que se haga de buena voluntad, no de mala gana ni por necesidad. Cuando Dios dio a su Hijo a la muerte por nosotros, lo dio de buena voluntad. Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor. El Señor mira al corazón.
V. Tienen que ser «sin defecto». Lo que tiene defecto «no os será aceptado » (v. 20). Muchos ofrecen a Dios lo que no darían a un amigo terreno: mal dinero y malos modos. Dios nos ha dado su Unigénito y lo mejor de su parte, ¿y le vamos a ofrecer lo ciego, lo cojo y lo que carece de valor? Viejas monedas de cobre y momentos desocupados pueden serle dados voluntariamente, pero ello demuestra el poco lugar que tiene el Señor en estos corazones y en estas vidas. Presentaos a Dios.
VI. «Para que sea aceptado deberá ser sin defecto» (v. 21). Debemos cuidarnos de que no estemos dando a Dios porque no es perfecto. La perfección, naturalmente, es un término relativo, y lo que puede ser perfecto para uno puede estar muy lejos de ser perfecto en otra persona.
Las dos blancas de la viuda pobre (una cantidad insignificante) fueron una ofrenda perfecta, mientras que tu don puede constituir un insulto. Dar según el Señor nos haya prosperado, con una mente bien dispuesta: esto es lo bueno y aceptable delante de sus ojos De gracia recibisteis, dad de gracia.