El Llamamiento de la Sabiduría. Bosquejos Bíblicos para Predicar Proverbios 1:20-29
Del libro de Proverbios se dice que representa «la misma ciencia de la filosofía práctica». Está dividido en dos secciones: Capítulos 1 al 9, LOS CAMINOS DE LA SABIDURÍA, y los caminos 10 al 31, LAS PALABRAS DE LA SABIDURÍA.
Estas palabras: «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová» pueden ser tomadas como la nota clave del libro. Aparecen trece veces. Estos Proverbios son literalmente «Comparaciones» en «parábolas» prácticas.
La SABIDURÍA aquí personificada denota la mayor sagacidad intelectual, y el más puro carácter moral, y encuentra su perfecto cumplimiento en la Persona y el Carácter del Señor Jesucristo, que es «la Sabiduría de Dios», y que «nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría, justificación, santificación y redención». En este clamor de la Sabiduría, oigamos el clamor de Cristo. Podemos oírlo en la voz de:
I. La compasión. «La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas en las entradas de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos». El mensaje es para el «hombre de la calle», así como para el gobernante a las puertas de la ciudad. Es el clamor compasivo de la infinita misericordia y plenitud (Jn. 7:37).
Esta voz trata de resonar en cada calle, ciudad y provincia. Es el clamor de la Buena Nueva de Dios a un mundo que perece. Se dirige a tres clases: a los «simples», a los «insolentes» y a los «insensatos». Los débiles, los extraviados y los indignos: Él vino no a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.
II. La reprensión. «Clama… ¿Hasta cuando, oh simples…? (vv. 22-23). Estas tres categorías son típicas. (1) Los SIMPLES son reprendidos por dejarse influenciar fácilmente; se abandonan irreflexivamente a las influencias de otros, y no se toman el tiempo de «pararse, y preguntar por las buenas sendas antiguas».
Son las bien dispuestas víctimas del engaño, en sus mentes y corazones, de los hombres sin principios o impíos. (2) El INSOLENTE es reprendido por deleitarse en el escarnio. Complacerse en la impiedad es el colmo de la culpa humana.
Estos se glorían en su vergüenza, en busca de un pestilente aplauso que reciben de una humanidad corrompida. (3) El INSENSATO es acusado de ¡aborrecer el conocimiento! Enemigo de la sabiduría. Ama las tinieblas más que la luz, lo cual es prueba abundante de su locura. Aborrece la Sabiduría, porque se opone a su suprema insensatez. Éstas son las actitudes de muchos para con Cristo.
III. Ruego. «Volveos a mi reprensión» . La sabiduría, como Cristo, clama y ruega, pero no obligará. «Volveos». La responsabilidad recae en el que oye. Él apela a la voluntad: a la razón. «Venid ahora, y razonemos, dice el SEÑOR» (Is. 1:18). La regeneración es la obra del Espíritu, pero la conversión, el volverse, es la acción del hombre. «Arrepentíos y convertíos»: este es su mandamiento. «¡Volveos, volveos...!
¿Por qué moriréis?» «Y no queréis volver a Mí, para que tengáis vida».
Vuestro rostro se ha apartado de Aquel que es el Camino, y la Verdad, y la Vida; volveos a Mi reprensión.
IV. Promesa. «He aquí, yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os daré a conocer mis palabras» (v. 23). Él proveerá a las verdaderas necesidades del Simple, del Insolente o Escarnecedor, y del Insensato o Necio, impartiéndoles su Espíritu regenerador, y llevándolos a recibir y a comprender sus palabras preciosas y dadoras de satisfacción al alma.
Él promete no cambiar sus circunstancias, sino transformar su carácter. La ley de Dios es perfecta, y también lo es su remedio para las tontas, escarnecedoras y pecaminosas almas de los hombres. La salvación es de Jehová.
V. Lamentación. «Por cuanto llamé… y no aceptasteis mi reprensión» (vv. 24-25). Éste es el lenguaje del amor herido, como el que aparece en Mt. 23:37. Su «llamamiento» fue rehusado, su «mano extendida» fue menospreciada, su «consejo» fue tenido por nada.
Su reprensión no la quisieron aceptar. Su «llamamiento», su «consejo», su «invitación » y su «reprensión» habían sido por un igual estériles, debido a la insensatez y dureza de sus corazones. Él no quiere la muerte de nadie, pero ¡cuán triste que muchos prefieran la muerte a la vida!
VI. Juicio. «Por cuanto… no aceptasteis también yo me reiré de vuestra desgracia». «Me burlaré cuando os sobrevenga lo que teméis», etc. (vv. 26-29). No hay nada más cierto que esto: que a los malvados les sobreviene más tarde o más temprano aquello que temen. Aquellos que han rechazado voluntariosamente su llamamiento de Misericordia se encontrarán que su llamamiento de Temor queda rechazado.
Cristo padeció su Calamidad en la Cruz, y el menospreciador de Cristo tendrá la suya cuando le vea a Él sobre su Trono. La profundidad de los horrores de la perdición puede en parte explicar las profundidades de los horrores de la Crucifixión.
Aquí un abismo llama a otro. El crimen cimero del hombre es este: que aborrece el conocimiento de Dios, y que no escoge su temor (v. 29). He aquí ahora el día de Salvación; ahora es el tiempo de sementera para la vida eterna. En vano llamaremos a Él en el invierno del Juicio, si menospreciamos el verano de su gracia y misericordia.