LA VICTORIA DE GEDEÓN. Bosquejos Biblicos para Predicar Jueces 7:16-25
«Siempre la mañana en algún lugar del mundo es, Y el entronizado mal de su elevación será arrojado; La mano que enclavada fue las “siete estrellas” aún sostiene, Y la verdad más fuerte y noble crece por sus heridas» GROSART
Las armas de nuestra milicia no son carnales. Como Gedeón, cada persona llamada por Dios tiene una obra que hacer que sería absolutamente imposible excepto por la gracia de Dios.
Cada vida regenerada es un milagro, un nuevo centro de operaciones para las fuerzas espirituales del Cielo, y naturalmente debe haber una manifestación especial de influencias sobrenaturales y extramundanas. Si un cristiano no es una anomalía a los ojos del mundo, no es nada. El Espíritu de Dios siempre establece una tremenda distinción entre los hombres.
«Sois pueblo adquirido». La energía del hombre natural, y la del Espíritu Santo en el creyente, son tan diferentes como lo es la oscuridad de la luz; y tan contrapuestas en carácter como Judas lo era de Juan.
Observemos:
I. Los extraños preparativos. «Dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas ardiendo dentro de los cántaros» (v.
16). Trompetas, lámparas y cántaros. Los que tienen fe en Dios pueden permitirse emplear cosas débiles. Había una gran diferencia entre el armamento de Goliat y el de David (1 S. 17:40-45). Los cántaros vacíos excepto por la luz en ellos pueden sugerir corazones purificados y llenos de la luz del conocimiento de Dios (2 Co. 4:6, 7). Este conocimiento debe ser proclamado con boca como trompeta (Ro. 10:14).
Cuando Dios elige sus armas, siempre son débiles y pobres a los ojos de la sabiduría de este mundo (1 Co. 1:27, 28). Necios por amor de Cristo.
II. Un ejemplo presente. Gedeón les dijo: «Miradme a mí, y haced como hago yo» (v. 17). Cada uno debe mirar al que es mensajero de Dios, y que va delante de ellos. El mismo Gedeón, en sus caminos y acciones, era un ejemplo para cada seguidor consagrado. Cristo nos ha dejado ejemplo para que sigamos sus pisadas. Puestos los ojos en Jesús, y no en nadie más. Haced todo lo que Él os diga. Él no se agradó a Sí mismo. Mirad a Él, y haced lo mismo. El capitán de nuestra salvación, como Gedeón, desea que sus seguidores siempre estén a la vista de Él.
III. Un grito de guerra que une. «Y gritaron: ¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!» (v. 20). Solo había una espada entre ellos, pero fue suficiente, porque era la ESPADA DE JEHOVÁ, y la mano de Gedeón se aferraba a ella. Aquella hoja resplandeciente de verdad divina es más poderosa que todas las armas de las tinieblas. La espada del Espíritu es la Palabra de Dios. Esta Palabra es la espada del Señor, y de su Cristo. Es la única arma para todo el campamento de sus seguidores. Será un día bendito y victorioso para la Iglesia cuando éste sea su clamor inconfundible: «La Palabra del Señor y de su Iglesia».
IV. La peculiar táctica militar. «Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron», etc. (vv. 19, 20). Cada hombre, como escogido de Dios, tenía una trompeta, un cántaro y una tea, pero la fe de cada uno de ellos estaba en la «Espada de Jehová». Cada soldado tocó su trompeta como testimonio individual de Dios, y luego los cántaros fueron quebrados y rotos en incontables fragmentos; se precisa de un corazón quebrantado y contrito si la lámpara de la verdad celestial debe resplandecer ante los ojos de los impíos.
Luego vino el grito unido, y la gran batalla se ganó rápidamente. Los labios relatando el evangelio con claros tonos de trompeta, y la luz del conocimiento de Dios brillando en corazones quebrantados, y Cristo, la Palabra de Dios, ensalzado. Estas son las apremiantes necesidades hoy día, y estos son los medios divinos para vencer a las fuerzas del mal. Vestíos de toda la armadura de Dios.
V. La completa victoria. «Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo» (v. 21). Indaguemos en cuanto a la fuente y secreto de tal triunfo. Fueron:
1 UNIDOS. Eran como un solo hombre con una espada. Cuando los que cantaban lo hacían unánimes es cuando la casa se llenó de la gloria (2 Cr. 5:13). No es solo la unión lo que se necesita, sino la unanimidad (Jn. 17:21).
2 OBEDIENTES. Siguieron el ejemplo de Gedeón. El sabio no es el que dice la voluntad de Dios, sino el que la hace (Mt. 7:21; véase Sal. 81:13, 14).
3 FIELES. «Se estuvieron firmes cada uno en su puesto» (v. 21). Solo los que verdaderamente confían pueden estar firmes (2 Cr. 20:17). Cuando nosotros tomemos el lugar que nos corresponde, Dios tomará el suyo.
4 TRIUNFANTES. Dios les dio la victoria (cf. Zac. 4:6). «Cuando os envié…, ¿acaso os faltó algo? Ellos dijeron: Nada» (Lc. 22:35; 2 Co. 9:8). Entonces los hombres de Israel le dijeron a Gedeón: «Sé nuestro Señor, tú, pues que nos has librado» (8:22).
Así coronemos nosotros a nuestro Libertador, de todos el Señor.