LA VICTORIA DE LA FE
Bosquejo bíblico para predicar de Hechos 9:32-43
El nombre de Saulo desaparece del registro, y se ve el halo de la gloria divina sobre Pedro. A él le fueron dadas las llaves del reino, y las empleó bien para abrir las puertas para otros.
Él descendió a ver los santos. «Cuán dulce aquí es encontrarse con espíritus parejos», y el pobre paralítico Eneas pudo bendecir a Dios por su visita. «Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama.»
Esta resuelta afirmación recuerda la fe inamovible de Pedro en su Señor resucitado, y así le fue hecho, según su fe. Pedro sabía que era para gloria del nombre de Jesús que se aventurara mucho en Él. (Ver Predicas de Fe y Milagros)
SU VICTORIA EN JOPE.
I. Por qué fue. Los discípulos le enviaron dos hombres, «a rogarle: No tardes en venir a nosotros» (vv. 36-38). Habían quedado repentinamente sumidos en el dolor por la muerte de su amada Dorcas. ¡Qué misericordia que Pedro, el hombre de Pentecostés, estuviera solo a pocas millas de distancia!
Cuanto más estemos llenos del Espíritu Santo, tanto más podremos ministrar la consolación de Cristo a los menesterosos.
II. Lo que vio. Con ojos llenos de lágrimas, las viudas le mostraron «las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía». Mientras que las grandes batallas de los Emperadores Romanos han quedado totalmente olvidadas,
las acciones bondadosas de Dorcas son mantenidas en un eterno recuerdo. Cada «Sociedad Dorcas» es un monumento a su inmortal memoria.
Todo aquello que hagamos para la gloria de Dios será como oro y plata y piedras preciosas; todos los fuegos de prueba del tiempo y del juicio venidero no podrán jamás deshacer su belleza ni apagar la memoria de las mismas en la mente de Dios (1 Co. 3:11-14).
III. Lo que hizo. Los varios actos de Pedro aquí al resucitar a Dorcas de los muertos pueden sernos sugerentes acerca de cómo podemos tener éxito en restaurar almas a la nueva vida que es en Cristo.
a) «Sacando a todos…» (v. 40). Ésta era una obra que solamente Dios podía llevar a cabo, por lo que se queda a solas con Dios. Todo lo que pudiera de alguna manera distraer nuestra fe en Él tiene que ser excluido.
b) «Se puso de rodillas y oró.» Se precisa de una oración especial y concreta. Toda el alma de Pedro estaba centrada en esta una cosa. Cuando Elías oró pidiendo lluvia podemos estar seguro que en aquel momento no oró por otra cosa. Cuando un mendigo clama pidiéndolo todo, generalmente no recibe nada.
c) La llamó por su nombre. «Tabitá, levántate.» No es suficiente que hablemos a Dios, tenemos que hablar con las personas, y hablar con ellas personalmente, y como si esperáramos que ellas oyeran y creyeran en el acto.
Pedro no dijo: «Tabita, espero que puedas levantarte pronto», sino, «¡LEVÁNTATE! » En el nombre del Cristo Resucitado, levántate de los muertos.
d) Él le dio la mano, y la levantó. Éste es un hermoso toque de verdadera simpatía y ternura. Si queremos levantar almas recién nacidas, tenemos no solo que hablar la verdad, sino hablarla en amor. Tan pronto como ella «vio a Pedro», sintió el poder elevador de su mano compasiva.
e) «Llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.» Él quería que los demás se regocijaran en esta victoria por la gracia de Dios. El resultado fue que «muchos creyeron en el Señor».
Estos resultados seguirán de cierto allí donde haya un trato definido y en oración con Dios para la liberación de las almas del poder de la muerte.