NOÉ, SALVADO DE LA IRA
Génesis 6, 7
En estos capítulos tenemos un oscuro y funesto cuadro del hombre. Después de unos dos mil años de prueba aquí le tenemos como un completo fracaso.
Cuando el hombre ha fracasado del todo, Dios viene en soberana gracia y manifiesta su poder salvador. Siempre es así. La gracia viene cuando el hombre está totalmente perdido e impotente.
La salida de Noé y su familia del arca puede ser una indicación profética de la venida de Cristo y sus santos para bendecir una tierra nueva, purgada por el juicio de Dios. Ved el:
I. Veredicto divino. «Dijo Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser» (Gn. 6:13).
¡Qué pobre fin fue éste! Nada más que el mal de continuo. Nótese que éste es el fin de toda carne. Los evolucionistas predicen un fin diferente, pero el veredicto divino ya ha salido: «solo el mal». «Lo que es nacido de la carne, carne es» (Jn. 3:6). «Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios» (Ro. 8:8). Ser no regenerado, éste es el fin de tu supuesta buena vida como la ve un Dios justo y santo.
II. Plan divino. «Dijo Dios a Noé: Hazte un arca».
Noé y su familia nunca hubieran podido escapar del diluvio de no haberle agradado a Dios revelar este camino de liberación. No está en el hombre (1 Co. 2:10, 11). La salvación pertenece al Señor. ¡Qué revelación de gracia nos ha venido mediante Jesucristo! Dios cargó en Él el pecado de todos nosotros.
III. Amonestación divina. «He aquí que Yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra» (Gn. 6:17).
¡Cuánta es la gracia de Dios al darnos un refugio en Cristo y al advertirnos tan claramente de la ira venidera!
(Lc. 3:7). No hay escapatoria para quienes tienen en poco su misericordiosa provisión (He. 2:3). «Acordaos de la mujer de Lot» (Lc.
17:32).
IV. Invitación divina. «Entra tú y toda tu casa en el arca» (Gn. 7:1).
El que proveyó lo necesario emite la invitación (Mt. 22:2, 3). Aquel que entregó a su Hijo a la muerte por nosotros nos invita a «oírle». El ruego de Jesús es el de Dios en Él (Mt. 9:28). El propósito de Dios en su gracia es el de salvarte a ti y a tu casa (Hch. 16:31).
V. Seguridad divina. «Jehová le cerró la puerta» (Gn. 7:16).
Aquellos a quienes encierra están guardados con completa seguridad. Cuando Él cierra, ninguno puede abrir. Si alguno entra, será salvo (Jn. 10:9), preservado (1 P. 1:5) y confortado (Jn. 14:16).
Estar puesto adentro por Dios es estar puesto fuera del mundo: de sus placeres, sus pecados y su condenación. Si tu vida está escondida con Cristo en Dios, busca las cosas de arriba.
VI. Cuidado divino. «Se acordó Dios de Noé» (Gn. 8:1).
Quienes esconden saben dónde buscar. Los que están escondidos por Dios son siempre recordados por Él. Todos los que están encerrados en Jesucristo, como Noé, están encerrados para la fe. Es un bendito privilegio estar donde no podemos ser tocados por el juicio, y no podemos ser olvidados por Dios.
VII. Comisión divina. Dios dijo a Noé: «Sal… tú» (Gn. 8:16).
Entramos para salvación, y salimos para testimonio. Primero somos sacados del mundo antes de ser enviados a Él (Jn. 17:1-26). Aquellos que entran y salen hallarán pastos. Al que no está salvado la palabra divina es: «Entra»; al salvado es: «Sal». ¡Qué feliz entrar y salir!