Pilato y Cristo. Bosquejos Bíblicos para Predicar Lucas 23:1-25
Cristo fue acusado de estar «pervirtiendo a la nación, y prohibiendo dar tributo a César». Una doble acusación, que era una doble mentira totalmente crasa (Mt. 22:21). Siempre resultan mentirosos los que buscan una causa para condenar al Cristo. Observemos:
I. El privilegio de Pilato. «Le condujeron a Pilato» (v. 1). Nadie puede ser el mismo tras haber sido traído cara a cara con el Hijo de Dios Salvador. Es un gran y misericordioso honor tener a Jesús traído ante nosotros, pero ¿cuál serán las consecuencias en nuestro caso?
II. La pregunta de Pilato. «¿Eres Tú el rey de los judíos?» (v. 3). A esta pregunta directa Jesús da una respuesta llana y enfática, para que Pilato pudiera, si quería, sentir la grave responsabilidad de su posición actual. «Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad», declaró el regio «Varón de Dolores» (Jn. 18:36). «¿Que pensáis vosotros del Cristo?» ¿Tenemos alguna duda en cuanto a su regio carácter?
III. La confesión de Pilato. «Ningún delito hallo en este hombre» (v. 4). El reto que Cristo presentó en la primera parte de su ministerio sigue sin respuesta en su santo desafío: «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» (Jn. 8:46). Nunca se halló mentira en su boca. No hay roca como nuestra Roca, siendo de ello testigos incluso enemigos como Pilato. Los incrédulos, a lo largo de los siglos, se han visto impulsados a hacer la misma confesión. Cristo no hubiera sido un sacrificio aceptable por nuestros pecados si hubiera habido en Él tacha alguna.
IV. La evasión de Pilato. «Le remitió a Herodes» (vv. 5-12). Se hubiera sentido contento de que Herodes le evitara tomar una decisión concluyente acerca de Jesucristo; pero nadie ha podido nunca librarse de ello. ¡Y el Señor le fue devuelto ricamente vestido en son de burla! Tampoco podemos nosotros evadirnos a esta gran pregunta: «¿Qué haré de Jesús?» Sigue estando ante nosotros como «despreciado y desechado», esperando la decisión de nuestros corazones. Nadie puede tomar esta decisión por nosotros.
V. La propuesta de Pilato. «Le soltaré, pues, después de castigarle» (vv. 17-22). ¡Qué sugerencia más cobarde! Él lo castigará, como si fuera culpable, para dar satisfacción al populacho, y le dará la libertad para dar respiro a su propia conciencia. Desde luego que tal conducta exhibe «la contradicción de pecadores». Pilato estaba dispuesto a sustituir a Jesús por Barrabás, pero ellos no estaban dispuestos a admitirlo; ni tampoco quieren admitirlo en la actualidad, porque el mundo «ama lo suyo». «No podéis servir a Dios y a Mamón (las riquezas)» (Lc. 16:13).
VI. La decisión de Pilato. «Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; … y entregó a Jesús a la voluntad de ellos» (vv. 23-25). Ellos querían su muerte, aunque «Dios no quiere la muerte de nadie». Mejor le hubiera sido para Pilato y para nosotros nunca haber nacido antes que dar una sentencia como ésta. ¿O es que no ha entregado Dios a Jesús a vuestra voluntad, por medio del ofrecimiento de su Evangelio? ¿Cuál es tu sentencia? ¿Será de rechazarlo, o de recibirlo? (Jn. 1:12).