Palestina: Nombre derivado de la palabra «filisteo», que los comerciantes griegos (unos siglos a.C.) dieron a la faja de tierra entre la costa oriental del mar Mediterráneo y el desierto arábigo.
Geografía general:
Accidentes geográficos:
Empezando por el oeste, hay cuatro accidentes geográficos principales que atraviesan Palestina de norte a sur:
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La llanura marítima que interrumpe el monte Carmelo, la cual es estrecha en el norte, pero amplia en la llanura de Sarón y más aun en Filistea hacia el sur. En el sur, las colinas de menor elevación que se hallan entre las llanuras marítimas y las montañas se conocen como la Sefela.
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La cordillera central (hasta 1.400 m en la Alta Galilea y 700 m en la Baja Galilea), que se interrumpe con el valle de Esdraelón (Jezreel), va desde la llanura marítima hasta el valle del Jordán. De allí sigue la cordillera con las montañas de Samaria y Judea hasta el Neguev al sur.
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La hendidura del Jordán, que empieza al pie del monte Hermón, pasa por Merom (68 m sobre el nivel del mar), desciende al mar de Galilea (208 m bajo el nivel del mar), y sigue por el valle del Jordán hasta el mar Muerto (392 m bajo el nivel del mar). Esta misma depresión geológica, llamada el Arabá, continúa hacia el sur hasta el golfo de Aqaba.
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La Transjordania, que es una meseta alta y llega hasta el desierto sirio-arábigo, la atraviesan varios valles que corren del este hasta el Jordán.
Palestina formaba el puente entre la civilización de Egipto y las de Mesopotamia y Asia Menor. Servía como encrucijada internacional, y fue el lugar propicio para Israel con su misión reveladora del mensaje de Dios.
Rutas:
Cinco rutas principales cruzaban de norte a sur esta pequeña tierra:
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La de los emperadores, que partía de Damasco, pasaba por el lado sur de Merom, tocaba la orilla occidental del mar de Galilea, atravesaba la llanura de Esdraelón para luego seguir la costa hasta Egipto. Fue la ruta más usada por los ejércitos de los grandes imperios.
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La «carretera del rey» que partía también de Damasco y corría por la meseta de Transjordania hasta llegar al golfo de Aqaba.
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La de las alturas de Judá que unía los pueblos principales de Judá e Israel.
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La del «Peregrino» que servía a las caravanas arábigas, bordeando el desierto al extremo oriental de Transjordania.
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La del Arabá, que servía de enlace entre Elat y Judá subiendo por el Acrabim.
La cordillera central brindaba una protección natural para la parte central y oriental del país. Solo por el valle de Jezreel (Esdraelón) había una carretera por donde podía atravesar un ejército enemigo.
Clima y vegetación:
Aunque es pequeña, Palestina cuenta con gran variedad de climas. Las partes desérticas se encuentran en Transjordania, el sur de Judea y el Neguev. Hay solo dos estaciones: el verano de mayo a septiembre, cuando cae muy poca lluvia, y el invierno de octubre a abril. En el norte (y a veces hasta en Jerusalén) cae nieve en el invierno.
Las diferencias de altura causan grandes cambios de temperatura, pero predominan los vientos del oeste (del mar Mediterráneo) y dan un clima templado y saludable al país. Durante los cambios de estaciones pueden soplar vientos tórridos del sudeste.
Las diferencias de relieve y temperatura también provocan que la flora de Palestina sea variada. Debido a la escasez de agua, antiguamente la cebada era un producto más importante que el trigo. En tiempos antiguos la región estaba sembrada de extensos bosques, pero el paso de las muchas poblaciones ha provocado la erosión y la pérdida de fertilidad por la tala de árboles.
Los propios israelitas ayudaron a talar los bosques (Josué 17:18). En las áreas semidesérticas la agricultura exigía una cuidadosa conservación del agua y, no obstante esto, siempre estaba amenazada por el descuido o las incursiones de pueblos nómadas.
Historia:
La época preisraelita:
Cerca del monte Carmelo se han encontrado restos humanos antiquísimos y aún es posible descubrir en varias partes de Palestina huellas de poblaciones de los períodos paleolítico, mesolítico y neolítico. En Jericó hubo un pueblo ca. 7000 a.C.
Durante el tercer milenio, a.C., Egipto tuvo cierta influencia sobre Palestina. Desde ca. 2300 a.C. se hicieron presentes los amorreos y empezando por el año 1900 entraron los cananeos. Llegaron también otros como los horitas, jebuseos e hititas. Políticamente Palestina estaba formada por muchas ciudades-estado.
De 17:30 a 1580 los hicsos (una aristocracia guerrera) controlaron Palestina y aun Egipto. En XVI y XV de nuevo dominaron los egipcios, después de echar a los hicsos; sus ejércitos llegaron hasta el Éufrates, pero desde el siglo XVI su hegemonía sobre Palestina disminuyó excepto por períodos breves. En los siglos XIII y XII por la costa entraron los pueblos del mar (filisteos), y por el sur y el este los israelitas.
La época de Josué a Salomón:
Los muchos estados pequeños que integraban Palestina le dificultaron la conquista a Josué. Al terminar los israelitas sus campañas, aún quedaban sin conquistar Jebús, Ajalón, Saalbim y Gezer en el sur, las ciudades amuralladas a los lados de Esdraelón, así como Dor, Aco y Aczib en la costa septentrional y Bet-anat en la Alta Galilea (Jueces 1:31–33).
Mientras el ejército se mantenía unido, Israel estaba seguro, pero al irse cada división a su patrimonio los enemigos que no habían sido aniquilados se levantaban nuevamente. Simeón y Rubén casi desaparecieron. Manasés y Gad continuaron su vida pastoril. Dan emigró al norte (Jueces 18) y, por una guerra civil (Jueces 19–21), Benjamín quedó casi exterminado. Poco antes del establecimiento de la monarquía los filisteos se extendían hasta tal grado en Palestina que Israel apenas mantenía independientes las tribus de la cordillera (1 Samuel 7:11–14; 13:16–23; 1 Crónicas 11:16).
Poco antes de iniciarse la Edad de Oro parecía que Israel iba a desaparecer. Los enemigos asediaban por todos lados. Los filisteos tenían avanzadas en los pueblos israelitas. Saúl, como caudillo libertador, salvó a Jabes de Galaad de los amonitas, triunfó sobre los filisteos en Micmas y encabezó campañas contra los moabitas, los edomitas y contra Soba en el norte (1 Samuel 14:47). Desgraciadamente la guerra civil (con su yerno David) lo debilitó mucho. Los filisteos se reconstituyeron y, subiendo por la costa, entraron por Esdraelón, atacaron y vencieron a Saúl (1 Samuel 28:1; 31).
David como conquistador y estadista reconoció que había un antagonismo persistente entre Judá y las tribus del norte. Escogió a Jebús como capital (la cual no pertenecía a ninguno de los dos grupos) y allí fundó Jerusalén, la ciudad de David (2 Samuel 5:6–10).
Después de unificar a Judá e Israel, David subyugó a los filisteos y ensanchó el territorio hasta que por fin la nación tuvo la extensión que Dios había prometido a Abraham (Génesis 15:18): desde las orillas del río Éufrates en el norte, hasta el golfo de Aqaba en el sur. Edom, Moab, Amón y Soba fueron conquistados, y Filistea, Gesur y Hamat avasallados por David (2 Samuel 8).
Salomón mantuvo las fronteras durante la primera parte de su reino. Dividió el país en doce distritos para poder controlar su gobierno y tener suficientes obreros, pero eximió de ciertas obligaciones a su propia tribu, Judá. Naturalmente, esto despertó los viejos celos.
La época del reino dividido:
Apenas murió Salomón las tribus del norte se separaron de Judá. Luego las dos pequeñas naciones perdieron los territorios anexos. Su extensión geográfica cambiaba de año en año. Primero, vino Sisac de Egipto y les quitó 156 lugares; luego también Israel peleó contra Judá. Como consecuencia se establecieron dos nuevos «lugares santos», uno en Bet-el y otro en Dan. Más tarde, Siria, que estaba en su apogeo, casi extermina a ambas naciones.
En el tiempo de Jeroboam II el poder de Siria decayó e Israel se fortaleció desde Hamat hasta el Golfo de Aqaba. Uzías levantó en Judá una cadena de fortalezas. Por primera vez en la historia, la costa filistea quedó firmemente en manos hebreas.
Sin embargo, en el norte ya se levantaba Asiria, país cruel y poderosísimo. Entre 732 y 722 a.C., Asiria acabó con Siria e Israel, y solo Judá se salvó haciéndose su vasallo. Judá quedó tan reducida que en un mapa general apenas se ve. Jerusalén y los pueblos en derredor parecían granos de trigo entre dos piedras de moler: Egipto y Babilonia. Por fin, 586, los babilonios acabaron con Jerusalén.
Desde el cautiverio hasta Cristo:
Desde el cautiverio hasta la época del Nuevo Testamento muchos colonos paganos fueron a Palestina. Se mezclaron con los paganos circunvecinos y con los israelitas de menor importancia que no fueron deportados (samaritanos). Otros judíos fundaron colonias en Egipto. Cuando, durante la dominación persa, Nehemías y Esdras volvieron a reedificar Jerusalén, el territorio que ocuparon era apenas 50 km².
Desde este pequeño remanente, los judíos se extendieron por el sur y por el norte. Pero en la época de la dominación griega Palestina se tornó en un campo de batalla entre los tolomeos de Egipto y los seleucos de Siria. Los macabeos lograron restablecer la configuración política y religiosa judía, pero desafortunadamente perdieron el mando como consecuencia de luchas intestinas. Llegaron los romanos y ocuparon el territorio.
Época novotestamentaria:
Cuando nació Jesús, Palestina era conocida nuevamente como entidad geográfica. La gobernaba el aborrecible idumeo Herodes el Grande, quien se había hecho «judío», pero era rey solamente por consentimiento de los emperadores romanos. Al morir este el territorio se dividió entre tres de sus hijos. En todo este tiempo una alianza de diez ciudades griegas (Decápolis) se mantenía aparte de la política de Palestina, Arquelao no pudo gobernar en Judá y esta parte, junto con Samaria, se puso en manos de gobernadores romanos. Galilea y Perea correspondieron a Herodes Antipas. Traconite e Iturea, al norte de Decápolis, las gobernó Herodes Felipe.
Ya en el tiempo de Pablo, los romanos concedieron a Herodes Agripa I gobernar como rey sobre todos los territorios desde Iturea hasta Judá. Sería el ocaso de Palestina hasta que el nuevo Estado de Israel se fundara en 1948 d.C. Al morir inesperadamente Agripa I, los romanos despojaron a Agripa II, su hijo, de todo el territorio menos Traconite. Los nacionalistas judíos se levantaron entonces contra los romanos y Tito se vio obligado a asolar Jerusalén en 70 d.C. Sin embargo, no cesó la rebeldía. En 135 d.C., después de la rebelión de Bar-Kochbá, los romanos arrasaron nuevamente a Jerusalén y sobre las ruinas levantaron una ciudad pagana.
Bibliografía:
IB, pp. 225ss. Bright, Historia de Israel, pp. 27–31, 35, 45s. Ricciotti, Historia de Israel. VD I, pp. 189–206.
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