Río: En el Antiguo Testamento varias voces hebreas se traducen río, pero no todas ellas tienen la connotación que generalmente aplicamos al término. Por eso en algunas ocasiones se prefieren «torrentera», «valle», «corriente», «arroyo», «quebrada», etc.
Para lo que con propiedad llamaríamos río, con agua más o menos abundante y permanente, se utilizan en el Antiguo Testamento principalmente dos palabras: nahar y ye˓or. La primera es una palabra propiamente hebrea y se aplica a los ríos que salían del Edén, al Jordán, al Éufrates, al Leontes, etc. La segunda es una palabra tomada del egipcio y se refiere únicamente al Nilo.
Existen también otras palabras hebreas, pero con ellas se designa más bien el lecho, a veces seco, por donde en tiempos de lluvia corren torrentes de agua. En el Nuevo Testamento el término griego usado es siempre potamós. En sentido figurado, el río puede significar prosperidad (Números 24:6; Salmos 65:9; Isaías 66:12) y su sequedad puede figurar tragedia (Job 14:11; Isaías 19:5). La justicia se compara con un río permanente (Amós 5:24), y las bendiciones de Dios con el río de la vida (Apocalipsis 22:1).