Saludo, salutación: Saludar es traducción del verbo hebreo barak (bendecir) y del griego aspadzesthai (acoger con gozo, abrazar). También lo es del substantivo hebreo shalom (paz, bienestar) y las formas verbales griegas jaíre y jaírein (regocijar). Para los hebreos, el saludo tenía efectos bienhechores sobre la persona saludada (por tanto, era indispensable en las → Epístolas), pero solo si esa persona era digna del saludo (cf. Mateo 10:13).
Negarle a alguien el saludo equivalía a maldecirlo (2 Juan 10).
Las formas de saludo tenían calor y encanto humanos. Los saludos que los caminantes se cruzaban, sobre todo entre personas conocidas que hacía mucho tiempo que no se veían, iban acompañados de → Bendiciones (Génesis 43:29; Jueces 6:12; 19:20; Rut 2:4; 1 Samuel 25:6; 2 Reyes 10:15), gestos significativos, → Besos y largas conversaciones en que mutuamente se informaban de las últimas noticias (Génesis 29:11, 13; Éxodo 4:27; 18:7; 2 Samuel 20:9; 2 Reyes 4:26, 29; Lucas 10:4).
A las personas consideradas como de mayor rango o dignidad, se les daba muestras de deferencia: el saludador se apeaba de su montura y hacía una y hasta siete inclinaciones, o se postraba ante el saludado (2 Samuel 9:6; 2 Reyes 4:27; Mateo 28:9), llamándole señor y padre, y calificándose a sí mismo de siervo, esclavo o perro (Génesis 18:3; 24:18; 33:5; 42:11; 1 Samuel 26:18; 2 Samuel 24:21; 2 Reyes 2:12 etc.).
Con los ancianos se tenían consideraciones especiales (Levítico 19:32). Las ceremonias de salutación en las visitas consistían en diversas atenciones mutuas: lavar los pies, ungir, perfumar, agasajar. El anfitrión corría al encuentro de los huéspedes (Génesis 18:2; 19:1; 29:13; Éxodo 18:7), y luego al despedirlos los acompañaba un buen trecho del camino (2 Samuel 19:31; → Hospitalidad).
Las fórmulas corrientes de saludos eran: «Paz sea contigo» (Jueces 19:20); «Paz sea a esta casa» (Lucas 10:5); «Jehová está contigo» (Jueces 6:12). Pero también se usaban fórmulas más extensas. Aunque Jesús recomienda a sus discípulos que saluden al entrar en una casa (Mateo 10:12; Lucas 10:5), critica la vanidad de los fariseos, que deseaban que se les saludara pomposamente y en público (Mateo 23:7).
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