Temor. Puede significar terror, miedo, o sencillamente reverencia y respeto. El temor que resulta del antagonismo de los hombres o de algún peligro que se acerca, es una emoción humana que puede tener sus beneficios, por ejemplo, tener conciencia de lo malo o del peligro, pero puede ser también una fuerza negativa y destructiva.
A veces echa fuera el amor sobrenatural de Cristo (1 Juan 4:18). Asimismo, el temor puede dominar y acobardar al hombre que ignora el perdón y el amor que infunde el Espíritu Santo. La misma conciencia manchada causa miedo aun cuando nadie le persiga (Proverbios 28:1; cf. Adán y Eva en Génesis 3:10). Gedeón no quiso incluir miedosos entre sus tropas para no poner en peligro la moral y el ánimo de los valientes (Jueces 7:3).
Repetidas veces la Biblia insta a los hijos de Dios a no temer. En Génesis 15:1 Dios le dice a Abraham que no tema porque «soy tu escudo, y tu galardón». El salmista dice: «No temeré mal alguno porque tú estarás conmigo» (Salmos 23:4). El Nuevo Testamento empieza con el mensaje angelical de no temer (Lucas 1:13). Jesús en múltiples ocasiones invita a sus discípulos a no temer (Mateo 10:31; Lucas 5:10; 12:32).
El «temor de Dios» puede calificarse como reverencia y reconocimiento de la majestad, el poder y la santidad de Dios; o sea, respeto filial. Es este temor el que Dios pide en Salmos 33:8; 34:9; 112:1). En el Antiguo Testamento, por la importancia dada a la Ley en la vida de los israelitas, a menudo se consideraba la verdadera religión como sinónimo del temor de Dios (cf. Salmos 34:11; Jeremías 2:19; etc.).
El énfasis del Nuevo Testamento destaca más el amor y el perdón de Dios, basados en la relación filial entre el cristiano y su Padre celestial. Permanece, no obstante, un temor reverente como parte del deber humano. El temor ayuda a andar rectamente (Hechos 9:31; 2 Corintios 7:1). El temor a Dios da al creyente el valor de dominar el temor que viene de los contratiempos, inclusive de la muerte misma (Hebreos 2:15; Apocalipsis 2:10; cf. 2 Timoteo 1:6, 7).
Los que temen a Dios son el pueblo de Dios. A los gentiles que adoraban al Dios judío se les distingue como aquellos temerosos de Dios (véase Hechos 10:2, 22, 35).