Terafín. Transcripción de una palabra hebrea de derivación incierta. El uso dado a la misma hace que se traduzca genéricamente para denominar objetos de culto, de oráculos y amuletos para alejar a los malos espíritus, mayormente de uso doméstico.
Había terafines grandes y pequeños (Génesis 31:19; 1 Samuel 19:13–16); tenían la forma de imágenes, estatuas, animales y formas caprichosas (Romanos 1:23); se adoraban en templos, aunque por lo general los terafines eran dioses domésticos (1 Reyes 16:31–33; Génesis 31:19, 30; Zacarías 10:2; Ezequiel 21:21; 21:26).
A medida que el género humano se olvidaba de Jehová, iba sustituyéndolo por terafines o dioses falsos. Desde Caldea, la cuna del hombre, las hordas de cazadores, de pastores y emigrantes llevaron a otras tierras la costumbre de hacer y adorar terafines.
Los parientes de Abraham adoraban terafines (la palabra hebrea terafim se traduce «ídolos» en Génesis 31:19 RV y «dioses» en 31:34). Israel acentuó su idolatría desde su estancia en Egipto; en Canaán intensificó la adoración a los terafines, pese a las prohibiciones divinas (Jueces 17:5; 18:14–20 cf. Levítico 19:4; 26:1), por lo cual fue llevado en cautiverio (Ezequiel 8:9–12; 11:17, 18).