Verdad. Término que frecuentemente se halla en la Biblia pero que es difícil de definir (Jn 18.39). Se usa poco en sentido intelectual, es a saber, la concordancia entre una afirmación y el hecho a que se refiere.
En la Biblia se emplea principalmente en sentido existencial y moral, como atributo de una persona. En el Antiguo Testamento verdad es traducción de varios vocablos hebreos, especialmente de emet, derivado del verbo aman, de donde viene también la bien conocida palabra → AMÉN. Significa «sostener», «estar bien fundado, firme y estable». De allí que emet es una realidad firme, fiel, segura, digna de confianza.
La verdad es una cualidad que se atribuye a Dios (Dt 32.4; Sal 31.5; Jer 10.10; Is 65.16). La idea tras las afirmaciones bíblicas no es tanto que Jehová es el Dios verdadero (en contraste con las deidades impostoras), sino que es un Dios veraz y fidedigno, en quien puede confiar o apoyarse el creyente. A menudo se une con esta cualidad de Dios la → «MISERICORDIA» (Sal 25.10; 40.11; 57.3).
También la verdad es característica de algunas personas (Gn 42.16; Pr 20.6; 28.20). Aquí empieza a destacarse más la idea de veracidad (Sal 51.6; Is 59.14, 15).
En los salmos la «palabra» de Dios se llama «verdad», como asimismo sus «mandamientos» y su «Ley» (119.142, 151, 160). De ahí se ve que la verdad puede tener forma escrita.
La Septuaginta generalmente traduce la voz hebrea emet por la griega alétheia, palabra que se traduce «verdad» en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, es común encontrar en el Nuevo Testamento que verdad se usa más en el sentido hebreo que en el griego. Se afirma que Dios es verdadero (Jn 7.28; 17.3; 1 Jn 5.20). Asimismo, Jesús osadamente afirma ser la verdad (Jn 14.6). El Espíritu Santo se llama «el Espíritu de verdad» (Jn 14.17; 15.13).
Juan, Pablo y Santiago afirman que la verdad es a la vez algo que Cristo personifica y algo que trajo. «La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo», dice Juan (1.17). Pablo habla de la «verdad que está en Cristo» (Ef 4.21; cf. Jn 8.32, 44; 1 Jn 4.6; 2 Jn 1; Stg 1.18). Algunos de los versículos anteriores podrían entenderse como la verdad en sentido conceptual, o sea, un cuerpo de doctrina entregada. En Ef 1.13; 2 Ti. 2.15, 18 (cf. 1.14; 4.3, 4) se refieren claramente a la verdad en este sentido.
A veces el vocablo se usa también en sentido de veracidad, lo opuesto a afirmaciones falsas hechas consciente y maliciosamente (por ejemplo, Ef 4.25; Ro 3.7; 9.1; 1 Co 5.8; 1 Ti 2.7).
En Juan y Hebreos a veces la palabra «verdadero» parece emplearse en un sentido platónico, llamando la atención a que cierta cosa es real o auténtica, y no copia ni imitación. De Jesús se dice que es «pan verdadero» y «comida verdadera» (Jn 6.35, 55), «la vid verdadera» (15.1) y «la luz verdadera» (1.9). Según Heb 8.2 y 9.24, el «verdadero tabernáculo» está en los cielos.
Como hijo de Dios el creyente debe reflejar en su vida la verdad que caracteriza a Dios, quien sobre todo busca «verdaderos adoradores» (Jn 4.23).