Después de orar la mayor parte del año escolar por un proyecto ministerial para el verano, decidimos hacer seis semanas de evangelización para jóvenes en los suburbios de Long Island, Nueva York. ¿Cuántos chicos podríamos alcanzar en total para Cristo? No lo sabíamos, solo sabíamos que iban a ser muchos.
Elaboramos una estrategia de trabajo dividida en tres secciones. Primero, comenzaríamos con estudios bíblicos en los patios traseros; por la tarde evangelizaríamos en la playa y después, en las noches, nos dedicaríamos al alcance y extensión por medio de las iglesias locales. En apariencia es simple, pero no es necesario enfatizar que los miembros del equipo, incluido el pastor de jóvenes, se sentían abrumados por el tamaño de la tarea.
Invitamos para esta actividad a un ministro de jóvenes a fin de que nos preparara para la tarea. Nos dijo que si reuníamos a trece o catorce muchachos para organizar un círculo o “club” para los estudios bíblicos que se darían en los patios traseros, sería un éxito formidable. Pero mientras él hablaba, yo sentí que Dios nos estaba llamando a orar por un número específico de corazones transformados, un número que probara que solo Él pudo haberlo hecho.
Cuando él se fue, le dije al grupo: “Si no tenemos siquiera cien jóvenes en cada club para el fin de semana, habría que considerar el esfuerzo como un completo fracaso”. De repente todos sentimos la necesidad imperiosa de arrodillarnos y orar.
Nunca podría olvidar esas maravillosas oraciones. “Señor, por favor, te rogamos que nos bendigas” y “Señor sabemos que esto es superior a nuestras fuerzas, pero por favor ¡necesitamos como mínimo un centenar de muchachos!” y “Señor, por tu Espíritu, ¡derrama algo grande y maravilloso para tu gloria!”
Los padres solo decían que nuestro plan era imposible, y estoy seguro de que tenían razón, pero de pronto, todo comenzó a suceder. En la primera semana, cuatro de los seis equipos tenían más de un centenar de muchachos en las reuniones, y para el fin de semana, habíamos compartido las Buenas Nuevas con más de quinientos jóvenes.
Doce estudiantes de secundaria regresaron a sus suburbios de Nueva Jersey convencidos de que nada hay imposible para Dios y que Él puede hacerlo todo. No pasó mucho tiempo de esto cuando un gran avivamiento comenzó en sus congregaciones.
Después, el esfuerzo evangelístico en Long Island efectuado en la playa comenzó. Traje un equipo de trucos para principiantes: “todo lo que se necesita para deslumbrar e impresionar a tus amigos”.
Después me quedé hasta las tres de la mañana aprendiendo cómo hacer “desaparecer” un huevo. Pero esa tarde ofrecimos nuestro espectáculo gratis de ilusionismo en la arena y rogábamos a Dios que su mano estuviese sobre nosotros.
Decidimos pedir al Señor treinta decisiones de salvación al terminar el primer día. Nuestra audiencia creció de una simple fila de unos cuantos pequeños a más de ciento cincuenta espectadores. Los entretenimientos iban desde los actos de trucos más sencillos y elementales hasta representaciones teatrales de pasajes seleccionados de los Evangelios.
Pronto, los adultos comenzaron a acercarse un poco más y finalmente, los grupos de muchachos aumentaban en nuestro público. A mediados de la tarde pudimos contar doscientos cincuenta, y cuando al finalizar dimos el desafío de la invitación, treinta personas aceptaron a Jesucristo como su Salvador y Señor personal, allí mismo en medio de la arena.
Una vez que establecimos nuestro ministerio de la playa, agregamos un programa por la tarde para la juventud en las iglesias locales. Dios bendijo cada esfuerzo más allá de todas nuestras expectativas, pero precisamente en línea con el alcance de nuestra oración de Jabes. Al fin de nuestra misión de seis semanas pudimos contar mil doscientos creyentes nuevos en Long Island.
¿Sabes qué más ocurrió?
Doce estudiantes de secundaria regresaron a sus suburbios de Nueva Jersey convencidos de que nada hay imposible para Dios y que Él puede hacerlo todo. No pasó mucho tiempo de esto cuando un gran avivamiento comenzó en sus congregaciones.
¿Imposible?
No, en absoluto. Todo porque doce estudiantes clamaron por bendiciones, por más territorio para la gloria de Dios y para que su mano de poder estuviese sobre ellos.
Jesús dijo: “Lo que es imposible para los hombres, es posible paraDios” (Lucas 18:27).
“Estás justo donde Dios te quiere... ¡a una oración de un milagro!”
