Consulta a Dios para hacer las selecciones de tu vida
Lucas 14.1-14; 22.29-46; Josué 24.14-17
Concluimos la escala de la juventud:
11. Consulta con Dios cuando elijas al compañero o a la compañera de tu vida. Basa tu elección en algo mejor que en la atracción física. Busca compañero en quien puedas tener interés y a quien puedas seguir amando cuando el lado sexual de la vida se haya apagado y sólo sobrevivan la mente y el espíritu como lazo de unión. En otras palabras, escoge a alguien cuya conversación pueda interesarte siempre; pero no esperes perfección, toda vez que tú mismo eres imperfecto.
12. La juventud es la edad de la lucha por la libertad; trata siempre de ganar libertad a base de disciplina. Hay dos maneras de ganar la libertad: una, haciendo a un lado todo lo que nos restringe, y la otra mediante la obediencia y respeto a fines más altos, escogidos de antemano. Mientras respetamos las leyes estamos libres de la policía.
Si faltamos a la ley nos perseguirá la policía. En otras palabras: conservamos nuestra libertad mientras obedecemos a la ley. La evolución de la moral consiste en quitar al policía de la esquina y ponerlo en nuestro corazón; entonces obedeciendo a nuestro corazón, seremos verdaderamente libres. Quienes buscan la libertad haciendo a un lado cuanto les restringe, consiguen la libertad, pero la consiguen para meterse en dificultades, no sólo con ellos mismos, sino con los demás también.
13. Si el día se comienza bien, bien acabará. Aparta algún momento de la mañana para comunicarte con Dios. Un doctor, después de escuchar las discusiones de un grupo de psiquiatras, dijo a otros doctores compañeros suyos: “No sé lo que ustedes piensen respecto a lo que han oído; pero por lo que hace a mi, me gustaría lavar mi cerebro”. Todos necesitamos darle ese lavado a nuestra mente y a nuestra alma, de preferencia por la mañana. Convirtamos esto en un hábito, de manera que no lo tengamos que decir todos los días. Es algo que debemos hacer como la cosa más natural y sin excepciones.
Cuando dejemos de tener comunicación con Dios, dejemos de desayunar como castigo. Oremos, ya sea que sintamos o no el deseo de hacerlo. Oremos a determinada hora todos los días, si es preciso. Si lo hacemos, sentiremos una mano sobre nuestros hombros que nos anima a empezar el día, en compañía de Dios.
Dios mío, al comenzar un nuevo día quiero poner mi mano en la Tuya.
No permitas que tropiece. Concédeme ser dirigido en todo por el amor de Cristo. Domina mis impulsos y hazlos que obren para la mejor realización de tus propósitos. En tus manos pongo todo lo que puedo y todo lo que no puedo hacer. Por Cristo Jesús. Amén
Tomado del libro: Vida en abundancia