Romanos 8.12-15; Colosenses 3.5-10; Filipenses 3.12-14
Tal vez estemos pensando en la posibilidad de una liberación absoluta. “Marcados” es una palabra decisiva. Sentiremos la tentación de dudar que hayamos sido librados de una manera decisiva. No hay que desanimarse si la liberación no parece completa. Algunas veces esta liberación es gradual.
Después del Pentecostés, que acabó con todas las debilidades de Pedro, todavía quedaba en su ánimo el prejuicio de raza. Un pequeño retoque fue necesario para arrancar ese mal de raíz. “El Espíritu me dijo que fuese con ellos (los gentiles) sin dudar”.
Hay mucho que limpiar después de que Cristo ha tomado la ciudadela; hay que barrer como unos cuantos “bolsones” de rebeldes recalcitrantes y belicosos que quedan por ahí.
Cuando estaba todavía en el colegio contraje una infección en los dedos y en los ojos que me molestaba demasiado. Era tan grave que se me formaron carnosidades entre los dedos.
Años después, cuando me encontraba en la India, donde no se conoce la enfermedad que padecí, cada primavera sentía comezón en los dedos y en los ojos, en las partes donde sufrí aquella infección. Cada año esa comezón fue menos notable, hasta que desapareció por completo.
El mal, en nuestra vida, obra de la misma manera. Se extirpa la raíz, pero las patadas de ahogado de los hábitos moribundos nos recordarán que ahí residió el mal por mucho tiempo. No hay que desanimarse; recordad: son patadas de ahogados de los malos hábitos.
No hay que desanimarse si la liberación no parece completa. Algunas veces esta liberación es gradual.
Una dama que ha ayudado a muchos a recobrar la salud mental y espiritual asegura que la liberación gradual es como la despedida de los visitantes que después de muchos “adioses”, todavía en la esquina se voltean para hacer una última señal de despedida con la mano.
De la misma manera sucederá con los malos hábitos; después de haberse despedido de nosotros nos harán una última señal, pero ésta será precisamente eso: la última.
Lo único que valga la pena que he visto en la sección cómica del periódico es esto acerca de la Huerfanita Ana: “Anita fuera de peligro por fin… y conduciendo a Anita por aquel oscuro camino, Catita sacudió el temor que la había perseguido por tanto tiempo”.
Oh Dios, quizás éste es el secreto. Sirviendo y confundiéndome entre las dificultades de los demás, he de perder los temores que abrigué. Sus espectros me seguirán un poquito más; pero los temores ya están enterrados. Ahora, pertenezco al presente y al futuro victorioso. Gracias Señor. Amén.
Tomado del libro: Vida en abundancia