De él hubiera podido esperarse que tuviera celos hacia David; sin embargo, esta fue su reacción:
Jonatán entabló con David una amistad entrañable y llegó a quererlo como a sí mismo. Tanto lo quería, que hizo un pacto con él: se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David; también le dio su túnica, y aún su espada, su arco y su cinturón. 1 Samuel 18.2-4
A muchos nos gustaría ponernos la capa de súper apóstol y tener el poder para sanar, para predicar y para escribir y para fundar iglesias como lo hacía el apóstol Pablo. Es importante darnos cuenta de que Pablo no lo hizo todo solo. La vida de Pablo hubiera sido muy distinta sin Bernabé, sin Aquila y Priscila, sin Timoteo.
De la misma manera, la vida de Josué hubiera sido mucho más difícil sin Caleb, y la de David sin Jonatán. Jonatán no tenía ninguna responsabilidad natural respecto a David; no era su hermano ni su compañero de juegos. Sin embargo al ver la bravura de David cuando atacó a Goliat, quedó eclipsado.
Jonatán reconoció la necesidad que tenía el ejército de un guerrero como David. Valoró lo que David había hecho por el pueblo y entendió el potencial que tenía este pequeño gran hombre. A diferencia de Eliab, Jonatán supo comprender el propósito que sus vidas tenían en común.
Necesitamos amigos como Jonatán. Hay personas que prefieren que nos acomodemos a las expectativas de ellos en lugar de que desarrollemos los dones que Dios nos dio a nosotros.
Quieren sonar espirituales, pero sólo detienen nuestro crecimiento espiritual y retrasan las victorias que Dios quiere dar a su iglesia.
Son los que te dicen: ¿Estás seguro? ¿Oraste lo suficiente antes de meterte en ese ministerio? Yo no me metería con los de esa organización, tendrías que ayunar más. Cuando les preguntamos qué están haciendo ellos en la iglesia, responden: Y… estoy orando para ver cuál es la voluntad del Señor.
Tú puedes ser la persona que encienda o la que apague a otras. Tienes la opción de estimular a otros para que extiendan el reino o desmerecerlos y tirarlos abajo para que no te superen.
Por supuesto, necesitamos confirmar en oración lo que Dios nos pide en forma personal. Pero las metas generales para todos los cristianos, la misión de la iglesia, la voluntad del Señor ya están escritas.
Dios le dio dones a cada uno de sus hijos y tenemos la responsabilidad de identificarlos y desarrollarlos; para eso es indispensable involucrarnos en el servicio. ¿Cuál? No importa cuál, mientras estemos respondiendo a las necesidades de aquellos a quienes Dios ama, y lo hagamos realmente por amor al Señor.
Jonatán sabía cuán necesario es el estimulo para alcanzar la victoria; sabía que eso era lo que David necesitaba, porque conocía su propia necesidad. Por eso pudo ser la clase de amigo que sumó en la vida. Me gusta Jonatán. Él sabía que el Espíritu de Dios es quien dispone, y nuestra responsabilidad es reconocer su acción y sumarnos a ella.
Por eso Jonatán, aunque hubiera podido aferrarse a sus privilegios, fue quien fue para David. Supo enfocarse en la victoria del pueblo y por eso fue el primero en aplaudir a David porque se dio cuenta de que tenían la misma carga en el corazón.
Cada uno de nosotros elige ser Eliab o Jonatán en la vida de otras personas. El desánimo y el entusiasmo son igualmente contagiosos. Tú puedes ser la persona que encienda o la que apague a otras. Tienes la opción de estimular a otros para que extiendan el reino o desmerecerlos y tirarlos abajo para que no te superen.
Es una decisión crítica que hará una gran diferencia en la vida de quienes te rodean pero, sobre todo, en la tuya. Nadie quiere tener a Eliab cerca; todos estamos en busca de Jonatán.
Tomado del libro: Viene David