Es un hecho, nuestras decisiones, en gran parte, han determinado lo que hoy somos, y las decisiones que tomemos hoy determinarán nuestro futuro.
Me refiero a decisiones que suponen algún grado de esfuerzo, esas que nos hacen pensar una y otra vez, no importa si son grandes o pequeñas, todas las decisiones, al fin y al cabo todas son buenas si nos aproximan hacia aquello que deseamos alcanzar
Hay decisiones basadas en la fe, decisiones basadas en el análisis de datos, en las emociones, en la intuición, etc.
Por ejemplo como pastor, gran parte de mis decisiones están basadas en la fe, confío en que Dios hará lo que él dice que hará. Así que en esta área mi fe controla mis decisiones.
Pero en mi trabajo como desarrollador, mis decisiones están basadas en la lógica y la analítica, me toca recoger datos, analizarlos y luego decidir. Aquí son los datos los que controlan mis decisiones.
En cambio en mi matrimonio, mis decisiones van por el camino de las emociones, del amor, el deseo de consentir o complacer a tu cónyuge, así que básicamente es el amor que controla mis decisiones.
Tomar decisiones relevantes no es nada sencillo que puede transformarse en una verdadera lucha interior, y muchas veces podemos equivocarnos.
A veces podemos equivocarnos porque no contamos con toda la información o el tiempo suficiente para tener una decisión más pensada. En otras puede que nuestro carácter impulsivo no nos permite ser del todo objetivos a la hora de evaluar las diferentes opciones, o nos dejamos llevar por la intuición o primeras impresiones, que si bien las tenemos que considerar no deberían ser concluyentes, .etc. En otras el ánimo puede jugarnos una mala pasada
Un joven le preguntó al mayor: “¿Cuál es el secreto de tu éxito?”
“Buenas decisiones,” replicó el otro.
“¿Cómo aprendes a tomar buenas decisiones?”
“Se aprende por la experiencia.”
“¿Cómo se logra experiencia?”
“Tomando malas decisiones.”
Así que las equivocaciones no deben ser consideradas de forma negativa si podemos aprender de ello, porque lo más probable que nos haya resuelto parte del problema, saber por dónde no ir en la vida es también un conocimiento valioso. Fracasar no significa final, es mejor comienzo!