El Privilegio de Conocer a Dios

El Privilegio de Conocer a Dios, el gozo de la comunión eterna

El privilegio de conocer a Dios trasciende toda ganancia terrenal y transforma nuestra escala de valores. Lo que antes parecía valioso pierde su significado ante la incomparable grandeza de intimar con Cristo, experimentar el poder de su resurrección y participar de sus padecimientos con la mirada puesta en la gloria futura.

Filipenses 3:7-11“Pero cuántas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.”

El privilegio de conocer a Dios

Sin importar a cuántas personas conozcamos o cuántas cosas logremos en la vida, el mayor privilegio es conocer a Dios. Nada más puede darnos el gozo y la satisfacción que anhelamos. Y, sin embargo, con frecuencia buscamos la aceptación del mundo porque olvidamos el tesoro de conocer al Dios vivo.

A menudo, las personas dicen una oración de salvación y se quedan satisfechas con este primer paso. Si se les pregunta: “¿Conoce usted a Dios?”, la mayoría diría que sí. Pero hay una gran diferencia entre conocer hechos sobre Dios y relacionarse de manera personal con Él. Los creyentes debemos estar en constante crecimiento del conocimiento de Dios y de lo que Él considera importante.

Quienes pasan la vida dependiendo de sí mismos nunca conocen a Dios en realidad. Él se manifestará a un corazón que sea honesto y transparente, no a uno lleno de orgullo y arrogancia. Es en nuestro quebrantamiento donde conocemos al Señor.

¿Tiene usted hambre de conocer a Dios? Si es así, pregúntele: “¿Quién eres? ¿Cómo eres?” Luego, abrace a Dios, no por el bien de Él (puesto que el Señor ya le conoce a la perfección), sino por su propio bien. Al pasar tiempo con su Padre celestial, usted descubrirá lo muy privilegiado que es.

Charles Stanley