
La Conexión de Dios con las Mujeres
Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.
Génesis 2.7
Dios creó el universo a través de la palabra. El proceso de creación comenzó desde cero. Con el Espíritu Santo y por su palabra, se llevó a cabo la creación.
Entonces, Dios se dedicó a hacer al ser humano. Algunos textos bíblicos lo describen como “alfarero” y los seres humanos como “barro” (Is 64,8), haciéndonos pensar en el Padre formando figuras de barro según el diseño que tenía en mente. El toque final fue respirar en nosotras el aliento de vida. Se volvió personal.
Al soplar nuestro aliento, también nos dio la capacidad de hablar. El acto de respirar que nos mantiene vivos es lo que usamos para comunicarnos. Debemos usar el privilegio del aliento de vida para hablar con nuestro Creador.
Susurra una oración a menudo. Si las palabras no te vienen a la mente de inmediato, comienza diciendo “gracias”. Pronuncia lentamente esta palabra y luego agrega “por” hasta que comiencen a fluir diferentes formas de terminar la oración.
Mientras lo hace, encontrarás que puedes usar la inhalación para reflexionar sobre tus próximas palabras y la exhalación para expresar tu agradecimiento. El aliento de vida es la conexión de Dios con nosotras; orar es nuestra conexión con él.
Un Paseo por el Jardín
El hombre y su esposa, al escuchar los pasos del Señor Dios que caminaban por el jardín cuando soplaba la brisa del día, se escondieron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del jardín. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?” Génesis 3: 8-9
Ciertos lugares parecen el primer jardín, lo que nos hace querer experimentar lo que disfrutaron Adán y Eva: caminar con Dios. El mundo sigue siendo un gran escenario para conocer a Dios, pero algo ha cambiado.
Las dos primeras personas abandonaron la compañía divina. Ambos habían pecado y la culpa los abrumaba. Perdieron la relación íntima que tenían y desde entonces hemos luchado por recuperar esa cercanía.
Dios no se escondió de los seres humanos; fue al revés. Avergonzados, temerosos y rebeldes, Adán y Eva se escondieron. Dios, sin embargo, fue a buscarlos. Aunque estaba consciente de la desobediencia, mantuvo su compromiso.
¡Qué paz perdieron! Pero recordemos con qué frecuencia repetimos el mismo error. Pasamos momentos con Dios, y horas después, le damos la espalda. Tenemos que planificar seriamente el momento en que nos reuniremos con Dios en oración.
Si no construimos nuestras vidas alrededor de estos paseos por el jardín con el Señor, muy pronto el mundo llenará nuestras horas con otros compromisos. Como hizo con Adán y Eva, Dios vendrá a buscarnos. No quiero que tenga que preguntarme: “¿Dónde estás?” ¿Y tú?