
Recordar las Promesas de Dios
Cuando David siguió meditando en el Señor, le dijo: «Ahora pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has prometido este bien a tu siervo» (2 Samuel 7.28).
Recordó las promesas de Dios en lo tocante a afirmar su nombre y su familia sobre una base imperecedera. Cuando nos arrodillamos o nos sentamos ante el Señor y meditamos en l resulta beneficioso recordar sus poderosas promesas.
En las Escrituras, el Señor nos ha prometido paz, provisión y protección. Estas promesas son propiedad de cada uno de sus hijos. Cuando meditamos en Dios y recordamos lo que nos promete en su Palabra, nuestra fe aumenta y nuestros temores se disuelven. David entendía esto. Muchas veces, en las cuevas donde se ocultaba de Saúl, cuando lo buscaban entre seis y veinte mil hombres, tranquilamente transfería su atención a Dios.
Bajo las estrellas o en las tinieblas de las cuevas, centraba su atención en Dios, aquel que lo había armado para matar a Goliat, aquel que le había dado velocidad corporal y agudeza mental. Recordaba a Dios, quien había hecho posible que eludiera la penetrante punta de la lanza de Saúl. Cuando fijaba su hombre interior en la persona de Dios, sus temores y frustraciones eran aquietados por su presencia.