
Resplandor Divino
Dios… resplandeció en nuestros corazones (2 Co. 4:6).
Cuando aparece el bendito resplandor del sol de detrás de las espesas cortinas de las tinieblas, no hay manera de confundirse acerca de que ha tenido lugar un enorme cambio. Así es el cambio que tiene lugar en la entenebrecida alma del hombre cuando resplandece a través de las tinieblas la luz del conocimiento de Dios.
I. La fuente de este resplandor. «Dios resplandeció.» Esta luz no es de factura humana. De en medio de las tinieblas de adentro no podría producirse jamás una luz así.
Solamente Aquel que podía mandar «que de las tinieblas resplandeciese la luz» pudo hacer que resplandeciera una luz así en los corazones de los hombres entenebrecidos por el pecado. La luz del conocimiento de Dios es la luz del mismo Dios.
Es un acto definido y directo de la infinita misericordia y bondad de Dios sobre el alma individual. «Dios… resplandeció». Dios, que es Luz, y en quien no hay tinieblas ningunas, sigue resplandeciendo por medio de su Hijo Jesucristo, por su Palabra.
II. El lugar de este resplandor. «Dios… resplandeció en nuestros corazones.» La más resplandeciente cosa en el cielo en el lugar más tenebroso de la tierra. Este resplandor de Dios en el corazón trae consigo una doble revelación.
Muestra por vía de contraste cuán oscuro por naturaleza era el corazón, y cuán imposible era para él en sí mismo crear una luz que diera satisfacción al alma. Es igualmente una revelación del carácter y de la presencia de Dios en el corazón.
No es tanto una luz creada por Dios como la luz de la presencia de Dios en el corazón. Y este resplandor ha penetrado en cada oscuro rincón oscuro del alma.
Está en la naturaleza de la luz ejercer su influencia sobre todo aquello que está a su alcance. Al resplandecer en el corazón, esta luz entra en cada acción y hecho de la vida, en cada pensamiento y sentimiento y motivo de las actividades del alma.
Dios ha resplandecido en su luz, y la sabiduría ha acudido a tomar el lugar de nuestra tiniebla e ignorancia. El dios de este mundo ha cegado la mente, pero el Dios del cielo ha resplandecido en nuestros corazones para dar la luz del conocimiento de Dios.
III. El propósito de este resplandor. «Para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.» Este resplandor de Dios, en su gloriosa gracia, sobre y en el corazón, nos da a conocer algo de aquella gloria que ha venido a Dios en y por medio de su Hijo Jesucristo.
Dios ha resplandecido en nuestros corazones en respuesta a la muerte expiatoria de su Hijo, por quien su Santo Nombre ha sido glorificado. Este resplandor nos asegura de mucho más que la existencia de Dios; es la manifestación de su gloria, la gloria de su gracia salvadora, en la faz o carácter de Jesucristo.
Así como están todos los colores de la naturaleza en un solo rayo de pura luz blanca, así todos los atributos de Dios están perfectamente armonizados e incorporados en esta revelación de él mismo.
El conocimiento es luz, pero el conocimiento de la gloria de Dios que irradia de la faz de Jesucristo es la más resplandeciente y eficaz luz que jamás traspasó las tinieblas del corazón humano.
Es una luz que transforma la totalidad del hombre interior, y que adorna con la hermosura del Señor; es el amanecer del gran día eterno sobre el alma, que nunca será seguido por la tiniebla de la noche, sino que resplandecerá mientras van pasando las horas y los años, hasta el día perfecto de perfecta semejanza, cara a cara. Dios ha resplandecido. Andad en la luz, y no tropezaréis.