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Somos Templo de Dios
"Y vino palabra de Jehová a Salomón, diciendo: Con relación a esta casa que tú edificas, si anduvieres en mis estatutos e hicieres mis decretos, y guardares todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré contigo mi palabra que hablé a David tu padre; y habitaré en ella en medio de los hijos de Israel, y no dejaré a mi pueblo Israel." 1 Reyes 6:11-13
En plena construcción del templo, el señor habló a Salomón. Es probable que lo hiciera por medio de un profeta. Dios le recordó la palabra dada a su padre David:
"Y cuando tus días sean cumplidos para irte con tus padres, levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino. Él me edificará casa, y yo confirmaré su trono eternamente." (1 Crónicas 17:11,12)
Dios reiteró que el cumplimiento de esa promesa dependería de la obediencia de Salomón a Sus mandamientos. Además utilizó las mismas palabras que antaño dijo a Moisés y a su pueblo, con referencia al Tabernáculo en el desierto:
"Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios." (Éxodo 29:44-46)
Esto significaba que el templo que estaba construyendo Salomón era el reemplazo y sucesor legítimo del Tabernáculo o Tienda del Encuentro. Dios habitaría ese templo con la condición de que el rey y el pueblo obedecieran Sus mandatos. El hecho de tener un hermoso y majestuoso lugar de adoración no les garantizaba la presencia del Señor permanente con ellos.
En el Nuevo Pacto se nos dice que somos templo conteniendo de algún modo a Dios:
"¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es." (1 Corintios 3:16,17)
La responsabilidad nuestra es mayor que la de los creyentes de los tiempos de Moisés y Salomón, pues ahora el Espíritu Santo no está fuera de nosotros en un templo de piedras, sino dentro del ser.
El deber del cristiano es cuidar el templo del cuerpo y el alma, llevando una vida sana, en paz con Dios y el prójimo, dedicando tiempo a la oración y lectura de la Palabra de Dios, y viviendo con sencillez el Evangelio.