UNGIDOS PARA SERVIR. Ivan Tapia
"No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas." Salmos 105:15
El Señor tiene un especial cuidado con los ministros de Dios. A través de la Historia ha habido Apóstoles o misioneros que han llevado el Evangelio a tierras lejanas y plantado Iglesias en todo el orbe; Profetas o visionarios que han abierto los ojos de la Iglesia para entender los signos de los tiempos; Evangelistas que han llevado Su Palabra a las multitudes y convertido a miles de personas a Jesucristo; Pastores que han cuidado de las comunidades cristianas apacentándolas y pastoreándolas con la Palabra de Dios; y Maestros y teólogos que han discernido y enseñado la sana doctrina.
Es fácil criticar a los hombres de Dios porque están expuestos a la Iglesia y al público en general, pero hay que tener en cuenta que son humanos con cualidades y defectos y con determinada personalidad. Sólo son vasijas de barro en la que Dios ha depositado la preciosa semilla de Su Palabra para que ellos la transmitan al pueblo de Dios y a las naciones: "Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros" (2 Corintios 4:7).
Dios ha ungido a Sus portavoces con un ministerio especial y particular para edificar a la Iglesia y en algunos casos anunciar el Evangelio a la sociedad. La unción que llevan es el Espíritu Santo, que es (fuego) pasión por las almas; (agua) la Palabra de Dios que limpia y nutre las vidas; (aceite) que unge y lubrica las coyunturas para que la iglesia camine bien; (viento) que sopla el pecado; (luz) que ilumina el camino de creyentes y pecadores; y (paloma) que eleva las vidas hacia Dios.
El trabajo de los ministros de Dios es muy respetable y diverso. El Señor nos pide que no toquemos con reproches, murmuración, descrédito, crítica o desprecio, la misión de los hombres y mujeres de Dios que Él utiliza en el Ministerio.
Podemos ayudar a los ministros del Señor de diversas formas:
1) Orando por ellos en forma específica.
"Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; / y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, / por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar." (Efesios 6:18-20)
2) Ayudándoles en su trabajo con los dones que tengamos. "Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea; / que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo." (Romanos 16:1-2)
3) Valorando su ministerio ante la iglesia y la sociedad. "Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, / casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición." (2 Pedro 3:15-16)
4) Apoyándolos económicamente. "En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad." (Filipenses 4:10)
Apoyemos a los siervos de Dios con nuestra oración y poniendo en práctica sus enseñanzas para que el reino de Dios se ha manifestado en esta Tierra.