Fe y carácter van de la mano en el camino del creyente.
Fe y carácter se reflejan en nuestras decisiones diarias. Así como Zaqueo demostró su encuentro con Cristo al restaurar lo robado, nosotros mostramos la autenticidad de nuestra fe cuando permitimos que el Espíritu Santo moldee nuestra manera de vivir. No se trata de perfección, sino de progreso constante hacia la semejanza de Cristo.
Quiero leer con ustedes cómo el apóstol Pedro, en sus años ya maduros, escribe dos cartas a la iglesia. Estas cartas hablan de la madurez, pero también del famoso Pedro que estuvo con Jesús, que lo conoció, un hombre de Dios, uno de los apóstoles de nuestra fe. Él habla a todos los cristianos, señalando que necesitamos hacer crecer nuestra fe.
Hay diferentes tipos de fe.
Cuando Jesús caminaba entre las personas, nos damos cuenta de que Él alabó cierto tipo de fe. Lo impresionaba, decía: “¡Wow! En todo Israel no he visto una fe como esta, la de esta mujer”. La fe en las personas le provocaba a Jesús manifestarse en ellos.
La fe que tú tengas en el Señor llama la manifestación poderosa de Dios en tu vida. Por eso Él anima a las personas y les dice: “Si tuvieras fe como un grano de mostaza, podrías decirle a una montaña: ‘Muévete’, y cualquier cosa que esté impidiendo el propósito de Dios en tu vida se moverá”.
Pero no es que la fe se tenga que quedar como el grano de mostaza; es que el grano de mostaza tiene el potencial de crecer y llegar a ser la más grande de todas las hortalizas. Ese es el mensaje de Jesús: tu fe tiene que crecer.
El apóstol dice en su segunda carta: “Cuando tú creces en tu fe, evitas que seas inútil e improductivo”. A veces no vemos cosas pasar; ya deberíamos estar viendo cambios en nuestra vida, pero parece que seguimos inútiles e improductivos. El apóstol dice que tienes que añadir a tu fe siete cualidades. Me encanta esto, porque los hebreos conocen muy bien que el número siete es el número perfecto, el número completo, el número de la perfección.
La fe te la regalaron; fue una semilla que se sembró en tu corazón. Pero el apóstol dice: “Esfuérzate en hacerla crecer con siete cualidades”. Hoy quiero mencionarte la primera: añade a tu fe virtud.
¿Qué es la virtud?
La virtud es una excelencia moral. Muchas religiones apelan solo a reglas, normas o una excelencia moral externa, pero lo que el apóstol está hablando es de una transformación que viene con una fe genuina. Ya no estamos solos lidiando con nuestra manera de vivir, con vicios, mañas, pecados o malos hábitos.
El apóstol dice: “Ahora el Señor nos ha dado el poder de su Espíritu Santo para que la transformación en nuestra vida ocurra”. Y va a ocurrir, porque si el mismo Espíritu pudo levantar a Cristo de entre los muertos, ¿qué no podrá hacer en ti y en mí? Pero requiere que nosotros nos esforcemos, que velemos, que le pongamos ganas a que eso pase.
Fe y Carácter van de la mano
Había un comercial hace mucho tiempo en Colombia que animaba a las personas a añadir avena a su dieta. Terminaba diciendo: “Porque el que toma avena, se le nota”. No sé cómo, pero decía: “Si usted toma avena, se le va a notar”. Imagino que lo hace más energético, más definido.
De la misma manera, si usted anda con el Espíritu Santo, se le va a notar. El Espíritu Santo es un regalo para el que tiene fe, para el que cree en Jesucristo. El regalo del Nuevo Testamento es que ahora tenemos el mismo Espíritu de Dios que vivió en Jesús, viviendo en nosotros. Pero aunque tengamos ese poder, el Espíritu es un caballero: Él redarguye y trae luz a las áreas de nuestra vida donde no hay excelencia moral, donde parece que no se nota que somos cristianos.
Ahí viene el tema de “la avena”: que se nos note la fe. ¿Y dónde se va a notar primero? En mi casa.
En Gálatas, el apóstol Pablo no solo habla de una lista externa de pecados, sino que va más profundo: “¿Y qué de la ira? ¿qué de los pleitos? ¿Y los chisme?”. Y ahí todos pensamos: “Mmm… sí, ahí caemos algunos… o todos”. Pero no es para señalarnos, sino para recordarnos que debemos perseguir y esforzarnos por cambiar lo que el Espíritu Santo nos muestra. Aunque los demás lo hagan, si el Señor te pone algo en el corazón, sé fiel con eso y haz algo al respecto.
Jesús nos da el ejemplo de Zaqueo, un cobrador de impuestos que saqueaba a la gente. Cuando él tiene a Jesús en su casa, sin que nadie le dijera lo que estaba bien o mal, se levantó y dijo: “Señor, yo devolveré todo lo que he robado”. Eso se llama añadir a tu fe virtud.
Iglesia, el Señor nos está llamando a poner el estándar alto. Los seguidores de Jesús fueron llamados “cristianos” por primera vez en Antioquía. ¿Sabes por qué? Porque se parecían a Cristo.
Cristianos, llevemos con honor el nombre. No hagamos tropezar a otros diciendo: “¿Y eso que es cristiano?”. En el nombre de Jesucristo, dile: “Espíritu Santo, gracias por traer luz a mi vida y a mi corazón. Ayúdame a abrazar la virtud en mi carácter y a representarte bien, que se me note la clase de fe que yo tengo”.
Amén.