Feliz de ser tú misma
Quien eres en verdad. Es una realidad esquiva que pocas tienen la oportunidad de experimentar. Muchas pasamos gran parte de la vida deseando e imaginando ser otra persona, y nunca experimentamos la libertad total de ser nosotras mismas.
En algunos casos, dedicamos tantos años e invertimos tanto esfuerzo para alejarnos de nuestra singularidad, que no reconoceríamos nuestra verdadera persona ni siquiera si nos tropezáramos con ella. Sin embargo, redescubrir y celebrar la identidad que Dios creó para ti originalmente es esencial para cualquier mujer que desea vivir su propósito principal.
Eres la única «tú» que este mundo tiene. La única que se necesita. La que, según el Salmo 139, Dios ha… • examinado • conocido • mirado • protegido • seguido • bendecido • guiado • fortalecido • apoyado • creado con sumo cuidado • conducido
¿Alguna vez intentaste conocer a esta persona que fue tan importante como para que el mismo Dios dedicara tanto tiempo y atención a crearla y apoyarla? Cuando quitas las fachadas y las apariencias, y remueves cualquier máscara y fingimiento o disfraz, lo que queda es la persona auténtica que Dios mismo considera preciosa: completamente capaz y especialmente diseñada para cumplir los propósitos divinos para su vida. Tú. Tal cual tú fuiste creada.
Así que, dedica tiempo para descubrir y reconectarte con estas cuestiones que te describen de verdad: tus dones, talentos, pasiones, excentricidades, aversiones, debilidades, intereses y singularidades; en su forma más natural y prístina. No te apures.
Desprender los estereotipos y los rótulos, las malas interpretaciones y los estigmas que has usado (a sabiendas y sin darte cuenta) para definirte probablemente te requiera algo de tiempo y esfuerzo. Y decidir seguir adelante con autenticidad demandará aun más. En efecto, quizás hasta necesites reclutar ayuda de algunas amigas cercanas.
En primer lugar, pídeles que te señalen, desde su perspectiva, lo que te hace única. A menudo, es más difícil verte con la misma claridad que como lo hace otra persona que está cerca de ti. Solemos acostumbrarnos a la belleza. Con el tiempo, la genialidad parece común y corriente. Te habitúas a tu persona.
Pasas por alto los aspectos asombrosos y notables que te hacen especial porque ya te acostumbraste a tenerlos. Tu singularidad se vuelve habitual cuando es simplemente otra parte de tu rutina. Así que, escucha a alguien que te recuerde las cualidades que ve en ti. Anótalas. Interiorízalas. Acéptalas. Tus dones y habilidades. Tu personalidad y tu temperamento.
Las cuestiones que te caracterizan en forma perceptible y singular. Tus puntos fuertes y, sí, tus debilidades. En segundo lugar, determina con precisión de qué manera (si hay alguna) has olvidado usar o celebrar estas características y decide honrar tu singularidad en el futuro.
Imagina qué regalo maravilloso podría ser para ti este regreso a la autenticidad a través de los años, incluso en las próximas semanas. Poder vivir en genuina libertad, sin la carga del fastidioso agotamiento de tener que producir determinada impresión o de intentar ser alguien que no eres.
Ya no tener que esforzarte para compensar en cuestiones que te hacen sentir incapaz de lograrlas. Alinearte con la voluntad de Dios en lugar de luchar constantemente contra Sus planes y apuntar a objetivos opuestos. Aceptarte. Atesorar el valor con que Él te revistió. Es una resolución que vale la pena tomar.